Capítulo 10. Inservible

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Desde aquel día Nicolás se prometió así mismo que las cosas cambiarían, se dio cuenta que no podía estar engañándose así mismo: el amor que sentía por Edgar no era correspondido. Se prometió olvidarse de él, seguir siendo su amigo y sólo eso. Olvidarse de llegar a ser algo más con él. Nicolás destruyó sus propias ilusiones antes de que Edgar lo hiciera, estaba tan decidido. Las cosas iban a cambiar, finalmente lo sentía, ya no quería vivir enamorado de alguien que no le corresponde, iba a olvidarse de él sin importar el costo.

Se presentó con esta mentalidad a la universidad el día martes y se dio por vencido solamente al ver a Edgar entrar por la puerta del salón de clases. Volteó la vista a otro lado insultándose a sí mismo en sus pensamientos, no era posible que fuera tan débil, se le venían mil cosas a la cabeza con sólo verlo. El primer día intentando superar su amor iba a ser el más difícil.

Sintió una mano despeinando y a la vez acariciando su cabello, sabía que era él, volteó a ver a Edgar rápidamente y ahí estaba: acariciándole el cabello a Nicolás de una manera juguetona para no levantar sospechas y le sonreía con cariño, con un brillo en los ojos algo inusual.

—¿Ya estás mejor, amor? — Preguntó Edgar en una voz muy baja con un tono bastante amoroso, era obvio que no quería que nadie más escuchara eso.

Nicolás se sintió derrotado, y es que Edgar podía ser Hitler por un momento y después ser la cosa más tierna e inofensiva del mundo, eso era algo que volvía loco a Nicolás. Y ahora tenía al castaño ahí, frente a él, mirándolo con cariño preguntando por su salud. —Al carajo el primer día superándolo… empezare mañana. — Pensó Nicolás mientras contemplaba el momento y sin darse cuenta había pasado varios segundos en completo silencio mirándolo. Edgar soltó una pequeña risa.

—Hey imbécil… ¿Cómo estás? — Preguntó nuevamente el castaño, esta vez con su tono de voz normal y en un volumen normal. Había cambiado a su papel de amigo.
— ¿Eh?... Bien… — Contestó Nicolás torpemente.
—Se nota… — Dijo Edgar sarcásticamente para después sentarse en el mismo lugar de siempre: a un lado de Nicolás.

El día transcurrió de manera “normal”, Nicolás intentaba comportarse normal con Edgar pero simplemente no podía, estaba muy callado y no le hablaba a su amigo al menos que el castaño iniciara la conversación.

Y el resto de los días de la semana fueron exactamente igual. A estas alturas Edgar ya había notado que algo le pasaba a su amigo, quizás estaba enojado con él o cualquier otra cosa le estaba afectando, no le gustaba que Nicolás se comportara así, era muy cortante y serio, tenía que arreglar las cosas de una vez por todas.

Así que el viernes al final de las clases Edgar se acercó a su amigo, tomándolo del brazo y jalándolo hacia un lugar donde no hubiera tanta gente, quería hablar con él.

— ¿Qué? — Preguntó Nicolás molesto.
— ¿Qué mierda te pasa? — Edgar sonaba más tranquilo.
—Nada…
—Has estado muy raro conmigo, ¿Qué te hice? — El castaño lo miraba fijamente, intentando buscar en los ojos de su amigo la respuesta. Nicolás bajó la mirada nervioso y sus mejillas se pusieron rojas, le parecía que Edgar no se podía ver más adorable, intentaba controlarse y seguir siendo cortante con él pero no lo logró.
—Nada… Bueno… Tenemos que hablar — Dijo Nicolás convencido. Por primera vez en su vida afrontaría el problema más grande que ha tenido, le iba a decir a Edgar la verdad, le iba a decir que estaba enamorado de él y que no podía soportarlo más, se sentía listo para contarle todo.
—Sí, dime qué tienes — insistió Edgar.
—Ahora no, aquí no… Necesito pensar qué te voy a decir — Nicolás parecía estar pensando en voz alta. Edgar lo miraba confundido.
— ¿Quieres que vaya a tu casa más tarde? — Preguntó el castaño un tanto inseguro.
—S-sí…
—Está bien. — Dijo Edgar, dejando a su amigo tranquilo, alejándose de él.

Nicolás estuvo unos segundos parado ahí en silencio. — ¿Qué mierda acaba de pasar? — pensaba confundido, estaba nervioso y arrepentido. No sabía cómo mierda decirle que estaba enamorado de él sin perder su amistad.

Fue a su casa, estaba hecho pedazos, intentaba crear en su cabeza un discurso confesándole su amor: —Edgar, estoy enamorado de ti, sé que estoy enamorado de ti, tengo mucho tiempo sintiendo esto y estoy seguro que es amor. No sé porque te amo, yo no decidí amarte. Te amo desde la primera vez que te vi, me refiero a la primera vez; cuando tú tenías 15 años, ahora bueno, estás por cumplir 21 y te sigo amando como nunca. No espero que lo entiendas, ni siquiera yo lo entiendo. Llevo tanto tiempo sintiendo esto por ti que ya aprendí a vivir con ese peso, así que no te preocupes por eso, no quiero que dejemos de ser amigos, me gusta pasar tiempo contigo. He estado raro y es porque desde lo que pasó entre nosotros yo me confundí bastante y estuve celoso de Daniela, pero ya no importa, sé que tú la amas como yo te amo a ti…— Pensaba Nicolás, planeando palabra por palabra. Las manos le temblaban, no podía creer que estaba a punto de confesarle a su amigo el amor que le tenía.

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