Vaso roto

Capítulo 29. Infierno

Narrado por Nicolás.

Silencio. El peor silencio de mi vida. Un silencio que me arrancaba el alma, un silencio que me cortaba las alas y me escupía en todo lo que se llama vida. Un silencio que me rompía por completo y me convertía en un verdadero vaso roto.

Fue solamente silencio lo que se apoderó del ambiente después de que mi madre dijo esas horribles palabras: “Hermanastro… Muy posiblemente lo sea.”

Mi cerebro no pudo bloquear más lo que yo estaba escuchando, era demasiado claro como para ignorarlo. Era demasiado doloroso, demasiado cruel, tan cruel que era difícil de creer, pero ella no estaba bromeando. Era cierto. Era cierto y no hay palabras para describir lo mucho que dolía.

—Perdóname por no decírtelo antes… — Dice al ver que yo no tengo palabras.
— ¿P-por qué siguen siendo amigas? — Pregunté varios segundos después, no sabía que más decir.
—Porque no fue culpa de Maite, ella no sabía que era mi esposo, ni siquiera sabía que él estaba casado y que tenía familia… Además, ella también le fue infiel a su esposo y supo manejar muy bien la situación. —Explicó. —  Jamás volvió a buscar a Roberto, se divorció de su esposo años después y se hizo cargo de sus tres hijos sin la ayuda de ningún hombre. — La defendía como si se tratara de ella. — ¿Cómo no voy a seguir siendo su amiga? Al final de cuentas ambas tenemos un hijo con el mismo hombre. — Agrega y siento eso último como una apuñalada en el pecho.
— ¡P-pero tu dijiste que es sólo una posibilidad! ¡¿Verdad?! — Quiero que alguien me diga que no es verdad.
— Es algo muy posible… un 80% posible. — Dice fríamente. — Ya te dije que Maite jamás quiso comprobarlo…
— ¡¿Por qué?!
— Por lo mismo, ella sabe que muy probablemente sí sea el hijo de Roberto y eso a ella la mataría... Tener un hijo con otro hombre, un hijo que sea la evidencia de que le fue infiel a quien entonces era su esposo… Ella jamás se volvió a casar y se arrepiente de lo que pasó. A estas alturas ya ni siquiera quiere tocar el tema. — Siento ganas de matar a la mamá de Edgar.
— ¿Por qué no me lo dijiste antes? —Ella no tiene ni idea de lo mucho que me duele.
— Cuando me enteré tú no parecías tener mucho interés con llevarte bien con Edgar, ustedes dos no se hablaban y consideré que todo este asunto era más problema de Maite que mío, nos íbamos a mudar y a ti no te iba a afectar no saberlo… —Hace una pausa. — Después entraste a la universidad y te hiciste muy amigo de él — Por primera vez después de mucho tiempo, ella sonríe. — A Maite y a mí nos hizo muy felices saber que se llevaban bien, realmente se trataban como hermanos y no quise decirte nada porque tenía miedo de cómo fueras a reaccionar.
— ¿Por qué me lo dices ahora? — Sabía que tenía que dejar de hacer preguntas, sólo me estaba lastimando más pero a la vez necesitaba saberlo todo, ya nada podía ser peor.
— Me asusté de que ustedes dos… tú sabes. — En cuanto dice eso entiendo perfectamente por qué no puedo estar con Edgar.
— No, no somos gays. — Mis propias palabras me resultan extremadamente dolorosas.
— Nicolás, por favor no le digas nada a Edgar… Para él es más difícil. — Me pide y es obvio que no le puedo decir nada, ¿Cómo mierda le voy a decir que el hombre quien llamó padre toda su vida simplemente no es su papá? ¡¿Cómo mierda le voy a decir que su papá es mi papá?!
— No, no sabrá nada… — Contesto de forma automática y otro silencio aparece por varios segundos.
— ¿Estás molesto? — Me pregunta un poco más recuperada de todo.
— No, pero tengo mucho que procesar… Voy a estar en mi habitación. — Digo y me pongo de pie, mi voz sonaba débil.   
—Hijo, no lo pienses demasiado, sé que quieres mucho a Edgar, no dejes que esto afecte tu relación con él. — Lo hace sonar fácil. — Tienes que cuidar de él, al final de todo él es como tu hermano menor. — Agrega y dios mío se siente horrible saber eso.
— Ajá. — Le hago parecer que no me afecta tanto. Me voy de la cocina antes de que ella pueda decirme algo todavía más desgarrador.