Capítulo 17. Cómplices

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Narrado por Nicolás.

Desperté gracias a los malditos gritos de mi hermana ¿ahora por qué carajo grita?, sus gritos provenían del piso de abajo podía apostar a que estaba en la sala peleando otra vez con mi madre. La voz de mi hermana se volvía muy chillona cuando gritaba, era algo insoportable. ¿No empezaron a discutir muy temprano hoy? Sin abrir los ojos busqué mi celular en la mesa de noche y al hacerlo sentí como mi cuerpo rozaba con otro cuerpo. Sonreí.

Compartíamos el calor que emitían nuestros cuerpos, en su ropa estaba impregnado el leve olor a tabaco y el olor de su piel era algo delicioso, su sedoso cabello también olía muy bien. Abrí los ojos y miré a Edgar, estaba acurrucado en mi cuerpo, abrazándome.

Ayer casi muero en un accidente automovilístico y pasé toda la noche besándome con Edgar, mi vida no podía ser más perfecta. Me sentí adolorido al recordar el accidente de ayer, realmente mi cuerpo no estaba en las más sanas condiciones pero la presencia de mi amigo anestesiaba todo el dolor.

Lo había besado, ¡finalmente lo había besado! ¡Anoche nos besamos hasta quedarnos dormidos! Sus labios eran algo que estaba completamente prohibido para mí, realmente nunca me imaginé llegar tan lejos con él. Siempre soñé con besarlo pero jamás consideré que algo así llegara a ser una realidad.

Estaba fascinado con sus besos, besaba tan bien ¡era todo un experto! Sabía manejar muy bien la situación, él controlaba todo cuando nos besábamos y... era todo un caballero. Y es que el imbécil de mi amigo tiene una larga lista de novias con las cuales de seguro practicó hasta llegar a lo que es ahora.

Anoche no lo noté nervioso en ningún momento, me pregunto si habrá planeado todo, si habrá planeado llegar a mi habitación y decirme "Oye, me gustas." No sé, él sabe hacer muy bien este tipo de cosas, siempre está muy seguro de sí mismo y su maldito encanto hace que cualquiera caiga.

No puedo creer que tenga a alguien como él en mi cama, durmiendo a mi lado. Por lo que me ha contado mi novia, muchas chicas mueren por Edgar y yo... ¡yo le gusto a él! Me siento tan especial, tan suertudo. Recuerdo sus besos y sus ojos brillantes mirándome de una forma que me derretía, con tan sólo recordarlo siento mariposas en el estómago.

— ¿Nico? ¿Estás despierto? — La voz de mi amado me sacó de mis pensamientos.
— Sí, buenos días. — Dije dulcemente.
— Buenos días. — Se acercó a mí y me dio un tierno beso. Dios mío. Sus besos me hacían sentir como en una montaña rusa. — ¿Siempre discuten? — Preguntó después de besarme, refiriéndose a mi hermana y a mi madre. Sonreí.
— Sí, es cosa de todos los días... — Contesté mientras acariciaba su cabello.
— ¿Por qué discuten? — Parecía curioso.
— Ya sabes como es mi hermana...
—A sí, según tú es una...
— Puta. — Terminé su oración con total seguridad.
— ¿Cómo puedes hablar así de tu hermana? ¡Es un amor! — En cuanto lo escuché decir eso lo miré con desaprobación.
— Claro que no, ya no es la niña tierna que conociste, cuando te digo que es una puta es porque ¡es una puta! — Lo hice reír.
— Como digas... — Me dijo riendo.
— ¡Tienes mucho sin verla! — Argumenté.
—Sí, sólo sé las cosas malas que me has contado de ella...
—Es que no hay nada bueno que te pueda decir de ella.
— ¡Eres muy malo! — Me miraba divertido.
—Y ella es una puta. — Concluí.
— Es muy joven para ser una puta — Dijo sonriéndome.
— Luego te darás cuenta de que estás equivocado. — Contesté desafiante.
— Estoy seguro de que tengo la razón. — Me miraba de forma retadora y tenía una traviesa sonrisa.
— ¿Apostamos? — Pregunté mirándolo de la misma forma.
— Sí, ¿Qué quieres apostar? — Se le miraba tan seguro, como si fuera su hermana y no la mía.
—Eh... — Me tomé un tiempo para pensar, quería pedir algo bueno. — N-no sé... Un beso. — La mente se me había puesto totalmente en blanco.
— ¿Un beso? — Preguntó con una sonrisita.
— Ajá. — A estas alturas, un beso era bastante simple. Ambos estábamos conscientes de eso.
— ¿Eso es todo? ¿Quieres un beso? — Volvió a preguntar.
— Sí.
— Bien... Yo quiero una cerveza. — Dijo sonriendo. Reí.
— Bien. No la tendrás de todos modos, ganaré yo.
— ¿Cómo confirmaremos si es una puta o no? — Preguntó divertido.
— Cuando terminen de discutir la mirarás salir de la casa y te darás cuenta de que es una puta. — Dije sintiéndome triunfante. ¿Realmente habíamos hecho una apuesta por mi hermana?

Vaso rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora