Vaso roto

Capítulo 1. Conociendo personajes

Cambiarse de casa era algo a lo que Nicolás ya estaba terriblemente acostumbrado, apenas se empezaba a sentir cómodo en un lugar y ya tenía que empacar de nuevo. Creció entre cajas de mudanza y muchos cambios de escuela. Pero eso jamás fue un problema para él, su vida social era tan escasa que ni siquiera se preocupaba por ella. Era demasiado tímido como para llegar a resaltar entre muchos otros, además de que es muy torpe y malo con las palabras...

Físicamente es bastante normal, con el cabello completamente negro, ojos claros, estatura promedio y la piel blanca, siempre logra pasar desapercibido.

El mayor problema de su vida es que gasta gran parte de su tiempo aclarando miles de asuntos sin importancia en su cabeza. Reflexiona sobre cosas que ya tienen sentido, piensa tanto en ellas que pierden el sentido y entonces vuelve a ordenar todo en su mente, una y otra vez. Evidentemente pensaba más de lo que hablaba, a veces hasta olvidaba cómo expresarse con alguien más que no fuera él mismo.

Nicolás en su adolescencia fue un completo desastre, era el típico adolescente extremadamente tímido, el que nunca habla en clase, el que nadie nota, ese que después ves en las noticias porque mató a todos. Ese era Nicolás.

Por otro lado completamente diferente está Edgar.

Edgar es todo lo contrario, él resalta entre los demás, hacer amigos no es algo que le cueste trabajo pues siempre ha sido muy carismático. Es ese tipo de persona que siempre logra sacarle una sonrisa a cualquiera, el que es popular por buenos motivos, tiene esa chispa que logra caerles bien a todos. A él todo le sale bien porque es seguro de sí mismo y se toma las cosas con calma.

Por si fuera poco, físicamente es muy atractivo, es bastante alto, con su cabello castaño que no se decide entre ser ondulado o lacio, su piel pálida, sus labios ligeramente rosados, sus ojos de un color miel muy poco común, su complexión delgada y para rematar tiene una sonrisa perfecta.

¿El mayor problema de su vida? Ese será Nicolás.

Edgar también comparte la maldición de las mudanzas pero a diferencia de Nicolás, él odia con toda su alma las malditas mudanzas, odia dejar a sus nuevos amigos, odia tener que empezar de cero y odia empacar.

Y eso es justo lo que está haciendo ahora: empacando.

Nicolás todavía recuerda como si fuera ayer el primer día que vio los camiones de mudanza justo al lado de su casa. Algo que no le hizo olvidarse de aquel día eran los gritos de emoción de su madre: “¡Tenemos nuevos vecinos! ¡Finalmente alguien alquiló la casa de al lado!”, qué insoportable.

Su madre lleva el nombre de Claudia y es la típica mujer amante de las largas pláticas y el café, por supuesto que le emocionaba hacer amistad con la futura familia que viviría justo al lado de su casa. Pues para su juicio todos en ese vecindario son muy aburridos y le vendría muy bien tener una amiga con quien pasar el tiempo.

Claudia espiaba por la ventana a la nueva familia, ansiosa por ir a presentarse justo cuando terminaran de instalarse en su nuevo hogar. Le emocionaba bastante la composición de la familia, tres muchachos de diferentes edades pero todos jóvenes, la madre aparentemente era soltera y le resultaba bastante conocida.

Claudia sólo tiene dos hijos, Nicolás de 16 y su hija Bárbara de apenas seis años a la que apodaba  “Barbie” y que consentía demasiado. También está su esposo Roberto, que para ella es un hombre encantador pero es de esos padres que siempre tienen trabajo y reciben molestas llamadas al celular en momentos familiares.

Lo que Claudia no sabe es que este hombre es un desgraciado que la ha estado engañado desde hace muchos años atrás con varias mujeres. Él único que sabía de este sucio secreto es Nicolás, que lo descubrió una noche que decidió curiosear en el celular de su padre. Cada vez aparecían más nombres femeninos en la agenda de su padre y mensajes cada vez más inadecuados en la bandeja de entrada. Nunca tuvo el valor de contarle a su mamá o de enfrentar él mismo a su padre. ¿Para qué arruinar la familia?