Capítulo 28;

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Narrador:

 

Ella sale de la ducha con gotitas haciendo carreras por todo su cuerpo. Después de unos minutos ya está completamente seca y se dispone a colocarse su pijama. Por otro lado el ya está tumbado en su cama. ¿Dónde está tu cabeza Justin? Porque encima de tus hombros no está. No consigue sacarse a ___ de la cabeza. ¿Se estarían enamorando? Ni ellos mismos lo sabían. No saben si es amor lo que sienten el uno por el otro, no se han preocupado por encontrar una definición perfecta de sus sentimientos. Lo único que saben seguro, es que, pueden ser ellos mismos, completamente y no sólo en partes. Y esa libertad que se dan mutuamente, es lo que les hace explotar de emociones, juntos. Los dos siendo pequeños suspiros perdidos en el aire. Pero que al final se encuentran y se hacen uno. El piensa en ella como ella en él, pero ella no sé hace a la idea de tener su cabeza llena de pensamientos hacía el.

 

Tiene miedo, mejor dicho, está aterrorizada a exponer su corazón. Para que lo destrocen de nuevo. Entonces algo se conecta entre ellos. Los astros se alinean y las estrellas empiezan a brillar más que nunca. Ella mira hacia su izquierda. Él hacía su derecha. Ella ve su sudadera. Él su camiseta. Los dos se levantan de sus respectivas camas. Cada uno coge la prenda del otro. Lo huelen. Y sonríen. Y se enamoran un poquito más sin darse cuenta. “Huele a él” piensa ella. “Huele a ella” piensa él. Los dos tienen una gran lista de defecto. Un pasado que les sigue jodiendo, un terrible miedo al rechazo, una sed de cariño que nadie antes había saciado. Caminan lento, por todos esos bosques desconocidos. Pero a veces las mentes (y los corazones) se adelantan y arruinan las jugadas. Esas jugadas que se mezclan con las palabras. Y con las típicas frases “No me volveré a enamorar” Pero es que el ser humano, de naturaleza, tiene el derecho de equivocarse, de cambiar y de volverse a enamorarse. Sin embargo, no se exponen a lo que son. Para que se conozcan, para saber a lo que se enfrentan. Pero es que el que no arriesga no gana, o no pierde. La vida no está hecha para ser un cobarde. Dicen que luchar es de valientes, pues lucha, lucha por lo que quieres. Y si no ganas, pierde, vuelve a intentarlo, pierde mejor.

 

Se vuelven a tender en sus camas. Las sabanas acarician sus cuerpos. Suspiran. Ella abraza la sudadera de él como si la vida se le fuera en ello y él coloca con todo el tacto del mundo la camiseta de ella en el lugar donde está su corazón. De pronto, todo cae y nada tiene sentido. Todo se vuelve vulnerable y oscuro. Pero es una oscuridad segura. Y al final todo se reduce en la última persona en la que piensas justo antes de quedarte dormido. Es ahí cuando te das cuentas que al final todo es cuestión de tiempo. Que tarde o temprano llega alguien y le da por cambiar tu vida, por hacerla una poco menos complicada. Poco a poco, día a día, pasito a pasito, sonriéndole a la vida y confiando en que lo mejor está por venir. Distinto, especial, de ese tipo de personas por las que vale la pena luchar. Alguien que te enseña que la vida no es pasar las hojas del calendario, si no entender que cada hoja de ese calendario no va a volver jamás. Con el tiempo aprendes a construir todos los caminos dentro de la otra persona, porque el terreno tuyo es demasiado inseguro para planes. Con el tiempo te das cuenta de que apresurar las cosas o forzarlas a que pasen ocasionará que al final no sean como esperabas. Porque al final de todos los finales felices, al final de cada sonrisa, al final de todas las curvas el único que manda es él. Todo se resume en eso, en que todo será cuestión de tiempo.

Será cuestión de tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora