Capítulo 41;

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Narra ___:

¡Buenos días mundo! Puse mis pies en el frío suelo y un pequeño escalofrío paso por todo mi cuerpo. Reí. No me preguntéis el porqué. Sólo estoy feliz. Sé que es una felicidad pasajera pero quiero probar un poco para saber cómo sabe. Cogí la ropa del armario y me fui directa a la ducha. Pegando estúpidos saltitos. ¿Qué estoy haciendo? Reí de nuevo. Creo que me estoy dando cuenta de algunas cosas que ignoraba. Trucos para vivir. Como que en la vida o nadas, o te ahogas y eso que siempre he sido de las que piensa que morir es fácil y que lo difícil es vivir. Pero no sé que me está pasando últimamente que lo veo todo color rosa. Y eso me asusta porque el rosa, las mariposas y las sonrisas llevan a desilusiones. Pero mi cabeza rechaza esos pensamientos. Me meto en la ducha y tarareo una canción mientras que el agua cae por mi cuerpo.  Mis músculos se relajan gracias al agua caliente que me envuelve. Después de media hora ya estoy lista para ir al infierno. Me decidí poner unos pantalones negros con una camiseta blanca. Muy simple. Como siempre. Aún tenía el mismo subidón de adrenalina de esta mañana. Estuve pensando el porqué pero no conseguía una respuesta fija en mis pensamientos. Por cierto, ayer después de nuestro espectáculo en el salón de teatros el profesor nos pillo con las manos en la masa y como era de esperar, nos toco un castigo peor. Y por separado, claro. A mí me obligaron a limpiar/ recoger el gimnasio después de los entrenamientos pero a Justin le tocó la peor parte, los servicios. Recuerdo su cara cuando el profesor se lo dijo. Reí y no pude evitarlo. Es cierto lo que dice, le tiene una manía tremenda. Pero no puedo negar que fue gracioso.

 

Bajé las escaleras con una sonrisa en la cara, como pocos días, pero se me borró al instante que vi algo que me llamo la atención. La chaqueta de mi madre colgada en la percha de la entrada, junto a la mía. Mis pies se detuvieron y mi boca se secó. No quería verla. No quería ignorarla. No quería que mi felicidad se fuera tan rápida. Baje los últimos escalones y mis sentidos se pusieron en alerta cuando por mis fosas nasales penetró un suave olor a gofres. Me moví incómoda en mis zapatos y pase por el salón dirigiéndome a la cocina con paso tembloroso. Mis ojos se abrieron cuando vi a mi madre como nunca la había visto antes. Cocinando  con un delantal de cuadros rojo y blanco. Tarareaba una canción metida en su mundo. Nunca la había visto de esta manera. Siempre estaba trabajando y demasiado ocupada para hacer el desayuno. Carraspee haciendo que mi madre se saliera de su piel mientras que yo la ignoraba por completo entrando en la cocina sin más. Cogí una manzana y la lave en el fregadero. Sentía la mirada de mi madre sobre mí.

-Buenos días

No respondí. Ella carraspeó como si quisiera llamar mi atención.

-He hecho gofres, tu desayuno favorito

Me quede congelada cuando escuche eso salir de su boca, no era consciente de que ella supiera cual era mi desayuno favorito. La mire y mi rostro se quedo inexpresivo. Jugueteaba con la manzana que había entre mis manos mientras que mi madre intentaba meterse en lo más profundo de mis pupilas.

-¿Podemos hablar? -me preguntó con una pequeña sonrisa en sus labios.

-Tengo que ir al...-señale la puerta con mi dedo pulgar pero ella paró la frase antes de que pudiera continuar.

-Por favor -me suplicó.

Y no sé porque pero acepte, quizás fuera porque me pillo de buenas o porque esta tonta alegría que me adormilaba el cuerpo me estaba volviendo más débil de lo que yo pensaba. Ella se sentó en frente de mí. Apoyó su cabeza en la barbilla y fracasó en el intento de una tierna sonrisa.

-Aún recuerdo lo feliz que te ponías cuando eras pequeña y te decía que había gofres para desayunar. Siempre ha sido tu desayuno favorito. -Sonrió dulcemente.

No dije nada, el corazón se me estrujo en el pecho y no era capaz de formular una sola palabra. Miré a mi madre, su pelo castaño caía libremente por alrededor de sus hombros y unos pequeños huecos negros adornaban sus ojos. Ella decidió romper el incómodo silencio.

-_____, sé que esto es difícil. Nunca ha sido fácil. También sé que pedirte disculpas a estas alturas no servirá para nada. Pero me creas o no, quiero cambiar.

Sus palabras me hirieron tanto que sentía como la parte de atrás de mis ojos pinchaban algunas gotas. Baje la cabeza, rompiendo el contacto que había en nuestros ojos. Ella siguió hablando.

-Mírame ____, lo siento. Lo siento muchísimo. Juro por dios que no hay cosa que más me arrepienta en esta vida, que haberte hecho esto. Siento que te he convertido en algo que no eres. -La mire con ojos grandes y cuidadosos.

-Y según tú... ¿En qué me has convertido?

-En una persona que ha madurado demasiado pronto, te he convertido en una persona fría y calculadora. -Y era verdad pero no solo ella ayudo a convertirme en la ____ que ahora soy- Y no me gusta la idea de estar más tiempo sin tus abrazos, sin escuchar un “mamá” de tus labios. Creas o no, tu felicidad es lo que más me importa en esta vida.

-¡No mientas! -golpee la mesa con mi puño, me estaba empezando a poner nerviosa.- ¡Nunca te he importado! ¡Sólo fui un error más en vuestra vida! -Y al decir esas palabras que me atemorizaban cada noche en mis pensamientos, una lágrima se deslizo por mi mejilla. Estaba a punto de romperme en mil pedazos, que nadie sería capaz de armar.

-No digas eso por favor, tú nunca has sido un error en mi vida.

-Mentirosa...-dije por lo bajo pero lo suficientemente alto como para que me escuchara.

-¿Sabes? Te entiendo, yo también estaría así de cabreada con mi madre si esa tal madre no ejerciera como tal. Sé que esto no es fácil de perdonar. Que todo el daño no se olvida de la noche a la mañana. Pero maldita sea, juro por lo que quieras que voy a cambiar.

-No me sirven las palabras.

-Vas a tener hechos.

-Quizás ya sea demasiado tarde para curar las heridas.

-Dame un poco de esperanza.

-No la mereces -me limpie la lágrima que cayó libre por mi mejilla. Ridiculizándome delante de mi madre.

-Lo sé mejor que nadie.

No dije nada. Me estaba costando asimilar todo lo que dijo. Mi corazón, al igual que mi mente, estaba bloqueado. Me levanté de la silla y cogí mis cosas para el instituto. Ni siquiera la mire. Seguí hacía adelante con la cabeza bien alta. Como yo sola aprendí. Siempre hacía arriba, nunca hacía abajo. Pero una voz me detuvo cuando estaba a punto de girar el pomo e irme.

-Dime que lo pensaras -gire sobre mis talones y la mire directamente a los ojos- Dime que me darás una oportunidad para demostrarte que lo que estoy diciendo es verdad.

Me pensé la respuesta. Era muy simple. Decir sí o no. Eran palabras fáciles pero cada una tenía su camino ya formado. Me fije mejor en sus ojos, en lo que podía ver detrás de ello. Y que me corten el cuello si en  ellos no hay un poco de desesperación y de arrepentimiento.

-Lo pensaré.

Y lo deje ahí. En un quizás. En un “ni para ti ni para mí”. Resumiendo, lo deje en tablas, en un simple empate. Porque mi cabeza ya estaba colapsada por todo lo que pasaba a mi alrededor. Y sigo pensando que lo deje así porque esta extraña felicidad me estaba volviendo más débil. Y eso era malo. Terrible. Ahora no podía flaquear. Y abrí la puerta y la cerré en el mismo instante en el que estaba fuera de esa casa.

Será cuestión de tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora