Capítulo 45;

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Narrador:

 

Ella no respondió a su pregunta, al igual que él no respondió la suya. Los dos estaban sumidos en sus pensamientos. En cómo puede llegar una persona y dar una vuelta entera a tu vida. Se miraban por el rabillo del ojo. Pero ninguno de los dos sabía qué hacer con su vida en ese justo momento. Ella se fue por el pasillo de la derecha sin decir ni una sola palabra. Con las lágrimas acompañándola detrás de sus ojos. Él se fue por el pasillo de la izquierda con el puño todavía inquieto a un lado de su cadera. Olvidaron algo importante: El mundo es redondo. 

Olvidaron que el primer error es aferrarse a algo, el segundo es echar de menos y el tercero es fingir que ya está superado. Que el tiempo no cura nada pero lo pone todo en su sitio. Que la gente que se va sin ser echado vuelve sin ser llamado. Ella tenía muchas ganas de gritar y el de ahogar su grito.  Pero ninguno de los dos tuvo el poco orgullo de girar sobre sus talones e ir en busca del otro. Y a lo mejor es verdad, que el orgullo separa más que la distancia. Pero sus corazones estaban más juntos que sus cuerpos, más juntos de lo que sus mentes creen.

Los dos abrieron la puerta de sus respectivas clases, y se llevaron su respectiva charla de “no hay que llegar tarde, no habrá una próxima vez” un lo siento y un sitio vació al final de la clase. Una mente perdida y una cabeza cabizbaja.

 

Ella y su corazón frío, o roto, no tenían cordura para atender a la clase de latín. Ya estaba demasiado ocupada para que los idiotas sin cerebros no la vieran llorar. Ya estaba demasiado ocupada intentando que el peso de la realidad no aplastara lo que quedaba de ella. Un suspiro, dos, tres y un grito ahogado en la garganta. Y aún no entiende porque todo tenía que ser tan difícil. Porque los chicos cambian. Mienten. Te pisotean el corazón. Ella siente pena por su corazón, ese que tuvo que ser reparado una y mil veces, el que se endureció con el paso de los daños, y el que no entiende todavía porque no es solo olvidar. Hay que superar los límites de ti misma, cambiar y ser más grande de lo que te dicen que seas. Que cuando no podemos cambiar una situación nos enfrentamos al difícil reto de cambiarnos a nosotros mismos. Y entonces pasa, abres los ojos y te das cuenta de que la vida no es un cuento de hadas. Que en la vida no se dicen esas frases de película, que nadie cruzaría un océano para abrazarte cuando tengas frío, que las historias de amor sólo existen en canciones, que las personas cuentan mentiras, que siempre será más fácil perdonar que olvidar o superar, y que las cosas nunca vuelven a ser las mismas. Que tú por desgracia ya no eres una niña.

 

Él tampoco tenía mucha cabeza para atender a su clase de biología. Porque la imagen de los labios de ___ en unos labios que no eran los suyos no lo dejaban pensar con claridad. Justin tenía una pequeña teoría en su cabeza: Las chicas son como las manzanas, las mejores están en la cima. Los chicos no quieren alcanzar las mejores porque tiene miedo de caerse y hacerse daño. En su lugar, ellos van por las manzanas podridas que están en el suelo y que no son tan buenas, pero son fáciles. Así que las manzanas que están en la cima piensan que hay algo malo en ellas. Cuando es todo lo contrario. Ellas solo tiene que esperar al chico correcto, aquel que fuera lo suficientemente valiente para subir arriba y ganar. Por un momento creyó que ____ era una de esas manzanas difíciles de conseguir. Pero terminó cuestionándose el significado de su teoría. Por un momento creyó que ella sentía lo mismo que él. Que la chispa era mutua. Que la química y las mariposas revoloteando en el estomago era un sentimiento compartido. Él creía que iba a ser la chica que le hiciera olvidar a Madison, la que le quitara el aliento en una noche de invierno. Pero resultó ser sencilla por fuera pero complicada por dentro. Él sabía que ella, a fin de cuentas, lo haría sufrir. Pero quizá por eso la adoraba más, por el hecho eterno de perseguir a las personas que nos hacen daño.

Justin suspira, una, dos y hasta tres veces, y no consigue sacársela de la cabeza. Cuando intenta olvidarla por un mínimo segundo recuerda el día en la que la conoció. Estaba saliendo de su casa, había un hermoso ceño fruncido en su rostro y su pelo ondeaba junto con el viento. Su mirada era profunda, de esas que enamoran. En clase lo miraba ¿Creía que no se daba cuenta? Trataba de hacerlo enojar pero no funcionaba. Él la picaba y de vez en cuando le robaba una sonrisa. Parecía que todo iba tan bien...pero míralo ahora, pensando que quizás no se trate del final de la historia.

Será cuestión de tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora