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7 años atrás.

El instituto estaba listo y Hee no podía estar más satisfecha por los resultados. Por fin, de alguna forma podría expresar su amor hacia los humanos ayudándolos a crecer y desarrollarse.

Por supuesto que, con ser vida ya era más que suficiente pero para ella debía haber más y más. Los humanos merecían más que sólo la vida porque ella per se, no era nada más que una oportunidad. La vida por sí sola era una hoja vacía y cada persona debía escribir su historia como le placiera. Sin embargo, muchas de esas historias eran páginas manchadas de errores y pecados, de injusticias, de dolor y tristeza... Hee quería no sólo ser un cuaderno en blanco para los humanos sino que además tenía la necesidad de ayudarlos a escribir páginas llenas de luz.

Era difícil ser luz pero al menos lo intentaría y por eso ahora sentía su pecho rebosar de felicidad cuando leía la lista de los estudiantes que se habían inscrito, no eran muchos todavía pero el número crecía con los días. Todo estaba pensado, las instalaciones, los uniformes, las distintas ramas del instituto e incluso los profesores que aún eran pocos pero suficientes.

Se sentía ansiosa. Ansiosa. Pero sola.

Hee se sentía tremendamente sola y vacía.

¿Tenía razones? Cualquiera podrá decir que no, después de todo aún tenía la compañía de la abuela y haber iniciado el proyecto del instituto le había dado la oportunidad de conocer a muchas personas dispuestas a colaborar con ella y quiénes la habían ayudado. Sin embargo, esas personas eran transeúntes.

Así los llamaba Hee en su cabeza: Transeúntes. Personas que van y vienen pero ninguna está dispuesta a quedarse con ella a excepción de la abuela.

Jungkook no había sido un transeúnte. El pequeño se había hecho semilla en su corazón y ahora era un árbol enorme que estaba dentro de ella pero seco. La presencia de Jungkook se secó desde el día en que le dijo adiós hacía un año.

Le había prometido a Namjoon alejarse del chiquillo de ahora 14 años y dejarlo vivir lejos de ella, sin ningún tipo de recuerdos sobre lo que habían vivido juntos.

Fue difícil. Dios, fue tan difícil y tan sólo recordar a Jungkook hacía que el pecho de Hee se oprimiera dolorosamente, como si las ramas de aquel árbol que había crecido dentro de ella se clavaran en cada parte.

La abuela y Jungkook eran su mundo más allá del resto de los demás humanos pero Hee sabía que había actuado egoístamente por Jungkook y lo había salvado de la muerte dos veces, provocando que no sólo el chico tuviera que seguir esa miserable vida sino que además había hecho daño a Namjoon. Y ya no podía permitírselo más. No podía ni debía.

Desde aquella vez en el hospital no había vuelto a ver a Namjoon ni a Jungkook pero no había día en el que no pensara en el chico. Sabía que Jungkook aún estaba vivo puesto que la cadena alrededor de su corazón seguía ahí pero no sabría cuánto tiempo más de vida tenía el chico.

Y tenía miedo porque sabía que la muerte de Jungkook iba a destruirla, iba a doler como si el mismísimo infierno la quemara pero no podía hacer nada. No podía salvar a Jungkook por tercera vez y esa era también una de las razones por las que se había alejado de él.

Para no cometer otra vez un acto de egoísmo.

Señorita Hee, ¿está todo bien? —ahora Hee tenía una asistente temporal que la estaba ayudando a arreglar los documentos de los nuevos ingresos, sin embargo, era una chica que estudiaba en la universidad y necesitaba ahorrar dinero por lo que trabajaba muy poco para Hee ya que debía repartir su tiempo entre estudiar y sus otros dos trabajos.

eden → park jiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora