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Estaban en fin de semana largo porque Corea estaba conmemorando la tragedia del barco de Sewol y por lo tanto habían dado tres días de luto nacional como cada año.

Hee se había quedado en casa junto a Jimin y a la abuela. Las atenciones de ambos nunca le faltaron cuando se trataba de ayudarla a ponerse los kimonos o a comer a las horas correctas, sin embargo, había algo en Hee que no estaba bien. Lucía cansada y no de la clase de cansancio en la que tu cuerpo decide dormir para recuperar energía. El rostro de Hee gritaba que estaba agotada de su propia piel, de sus propios huesos y que ni dormir durante un siglo haría que aquella expresión de agotamiento desapareciera de su rostro.

Desde que se había despertado de su desmayo días atrás lucía exactamente igual todos los días, como si tuviese que pedirle permiso a cada uno de sus pulmones para poner tomar un poco de oxígeno y consultarle a su corazón si estaba bien permitirse otro latido.

Lo que sucedía con Hee no era solamente que su cuerpo cada vez estuviese más débil y que incluso tomar un largo suspiro le costara un gran esfuerzo, sino que había llegado al punto en el que ya no encontraba sentido a nada de lo que estaba haciendo.

Pese que aún amaba a los humanos como a nada en el mundo empezaba a sentir que sus esfuerzos habían sido en vano ya que cada cosa que amaba de alguna forma se terminaba yendo mientras ella aún se quedaba.

Entonces, ¿cuál era el punto si la ser efímero siempre haría de ella una total desdicha? Incluso si batallaba con el adiós de Taehyung y la enfermedad de Jungkook, al final, lo que es efímero termina como tal.

Sólo se estaba volviendo esclava de un pensamiento tortuoso que no la iba a llevar a ninguna parte: Creer que podía ser feliz. Si incluso la misma felicidad no es para siempre.

Estaba sentada viendo hacia el jardín del hanok mientras tomaba un poco de té verde que la abuela le había preparado antes de salir. Le había avisado que volvería al día siguiente pues ayudaría a una de sus amigas madre de una de las víctimas del Sewol a preparar las ofrendas de conmemoración de la muerte de la chica. Sería Jimin entonces quien se quedara con ella para cuidarla.

Jimin estaba buscando una manta para colocarla en las piernas de Hee porque aunque ella tuviese un largo kimono negro vistiéndola, sus manos y pies estaban helados.

— ¿Así está bien? —preguntó Jimin envolviendo las piernas de Hee en la manta. Ella sólo levantó el rostro y le sonrió, luego palpó suavemente la madera del piso a su lado para indicarle a Jimin que se sentara a su lado.

Él asintió suavemente y se colocó a un lado para mirar en la misma dirección de Hee.

Últimamente las flores estaban perdiendo la vitalidad que las caracterizaba y Jimin quiso achacarlo al clima, sin embargo, así como Hee todo a su alrededor estaba perdiendo vitalidad por su causa.

— ¿Cómo te preparas para la nueva semana, Jimin? —dijo ella mientras subía la taza de té hasta sus labios dejando que el humo le humedeciera un poco las mejillas. Era una sensación agradable.

Jimin la observó en silencio por escasos segundos antes de responder.

— Bien —la verdad es que durante esos días en los que Jimin la había estado cuidando se había dado cuenta o al menos sospechaba que Hee albergaba en ella un peso tan grande el que no era capaz de hablar. Del que no era capaz de huir o ni siquiera de permitía expresar y por eso cada vez que se quedaban solos simplemente se mantenían en silencio o ella intentaba hablar sobre él.

Nunca sobre ella.

A Jimin le dolía. Pensaba que por alguna razón que él desconocía, Hee se estaba dejando morir poco a poco y lentamente sin que nadie se atreviese a detenerla. Y él no sabía que hacer. Incluso había llamado la noche anterior a Seokjin pidiendo por ayuda pero el mayor sólo le había pedido que la cuidara.

eden → park jiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora