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Si había alguien que daba más brillo a la vida misma, ese era Park Jimin.

Los siguientes seis meses no habían sido en vano sino un período en el que Hee había logrado sanar sus heridas y sus ojos habían olvidado el amargo tacto de las lágrimas.

Para muchas personas esos seis meses podían haber significado algo: Un cambio de rutina, un matrimonio, un nuevo hogar, otro trabajo. Para Hee significó encontrarse amando la sonrisa de Jimin y la forma en la que su corazón latía en su pecho tan rápido y tan brusco cuando lo veía, se hizo un hábito.

De gota a gota, con un jarabe de sonrisas Hee entendió que estaba aprendiendo a amarlo y no tenía miedo de hacerlo. Pese a que, nunca le ha hablado a Jimin acerca de lo que sentía, estaba casi segura de que aquella corriente que se paseaba por su cuerpo cuando se toman de la mano es la misma que recorre a Jimin cuando ella le acaricia el cabello luego de un largo día de esfuerzo y le pregunta si necesita algo.

Esos largos y cansados días en los que Jimin debe tomar sus clases y además asistir a la academia por las noches; entonces si es uno de esos días ambos tendrán una rutina para nada monótona, se encontrarán al terminar la clase, saldrán a caminar o comer mientras se toman de la mano, hablarán, reirán hasta que caigan lágrimas por sus mejillas y se dirán palabras en silencio que van más allá de la comprensión de todo aquel que es testigo de la forma en la que se miran.

Hee no sabía en que momento habían cruzado la transparente línea que separaba sus manos pero nunca tuvieron que decirse nada para que una noche fría Jimin entrelazara sus dedos con los de ella y le abrigara con su bufanda. Tampoco tuvieron que explicarse mutuamente el por qué a veces Hee se quedaba dormida en su pecho mientras Jimin le susurraba cosas al oído como "que tengas dulces sueños" o "todo estará bien mañana".

¿Para qué explicar lo obvio a los entendidos?

Porque incluso la abuela, Seokjin y Jungkook notaron la corta distancia que a veces existía entre la sonrisa de Jimin y la de Hee y los escasos centímetros que separaban sus pestañas.

Seokjin y la abuela no podían agradecer más la llegada de Jimin. Jungkook también la agradecía de cierta forma, sin embargo, aún estaba esa espina de querer a Hee más que a nada en la vida y verla mirando a Jimin de la forma en la que lo hacía. Pese a eso, no sentía odio no ningún sentimiento turbio, sólo eran los celos que siempre estaban allí con él.

Yoongi había dejado clara su posición meses atrás. Dejaría ir a Jimin, aprendería de la valentía de Hee y aunque aún lo amara no volvió a aparecerse cerca de él. Evitó dañarlo y perturbarlo tanto que incluso Jimin no tuvo que volver a sonar la campana de su pulsera.

Por otro lado Hee usaba la otra para completar el par. Ahora si ella tenía miedo también hacía sonar aquella campana sólo para sentirse acompañada por Jimin, aunque él no tenía la habilidad de acudir inmediatamente a donde estaba ella pues era tan sólo un humano.

Ironía de cómo la misma vida se refugiaba en un humano. Pero para Hee era más que eso.

Es Park Jimin y cualquier frase que conjugue su nombre es suficiente para hacer que ella sonría.

Como hoy.

— La profesora de baile está encantada con Jimin, Hee. Todas las semanas tiene algo nuevo qué decir de él, ¿no te pondrás celosa? —dijo Seokjin cuando entró a la oficina para buscar a Hee y cerrar el instituto. Ya es tarde y por supuesto que deben regresar a casa. O al menos en el caso de Seokjin, Hee debe ir a buscar a Jimin a la academia y hoy le tiene un regalo especial. Le ha comprado un pastel para celebrar casi un año de tenerlo a su lado.

eden → park jiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora