eden → park jimin

06

El ruido de una risa conocida fue lo que hizo que Hee se despertara a la mañana siguiente, se estiró lentamente y movió los dedos de sus pies hasta hacerlos sonar cuando aún estaba en el colchón; dio una vuelta para quedar boca abajo y hundió la cara en la almohada. Luego de unos segundos, levantó el rostro y se fijó en la hora del reloj que adornaba su mesa de noche.

8:35 am.

Se quitó las sábanas de encima y fue hasta el baño para poder lavarse la cara y cepillarse los dientes. El sol se filtraba por la pequeña ventanilla de madera que daba hacia la ducha y desde allí podía escuchar todavía la risa que la había despertado esta mañana.

La abuela.

— Camelia japónica, ¿te gusta? —preguntó la anciana.

Así que está con Jimin.

— Entonces vas a encargarte de ella —la voz de Jimin nunca se llegó a escuchar, pero sabía que probablemente la abuela le estaba enseñando al rubio sobre los tantos tipos de flores que había en el jardín del hanok.

Hee sonrió para ella cuando se estaba cepillando y notó que se le estaba escurriendo un poco de pasta de dientes por el labio inferior. Terminó de lavarse y fue directo al armario para escoger lo mismo de siempre: Un pantalón de vestir negro de bordes anchos con una franela cuello recto del mismo color y un kimono* moderno bastante largo de algún diseño de flores que llegue a sus tobillos.

Hee siempre tenía ese código de vestimenta cuando tenía su forma humana, de hecho, era una de las cosas por las que era reconocida en su entorno, por usar esos largos y coloridos kimonos modernos.

— ¿Hee? —la abuela llamó a su habitación cuando esta se estaba poniendo unos zarcillos dorados en forma de sol.

— Voy abuela —dijo abriendo la puerta de la habitación.

— ¿Irás hoy a la fundación?

— Sí, iba a salir para allá. Ya llevo mucho tiempo sin ir...

Desde que Tae murió.

— Por lo menos desayuna, ¿sí? Te he dejado la comida en la mesa —dijo la dulce abuela acariciándole la mejilla.

— Jimin... ¿él comió?

— ¡Já! ¿Por quién me tomas? Yo voy a alimentar bien a ese chico hasta que esos huesos tengan un poco más que piel —dijo la abuela haciéndose la ofendida —Como cuando el niño Tae llegó a esta casa, ¿no te acuerdas lo mucho que mejoró su aspecto gracias a mi comida?

— Claro, claro que sí —dijo Hee riendo.

— Hee, ¿por qué no vas a verlo? Ha estado en el jardín desde las seis de la mañana. Lo encontré mirando el árbol de almendros.

— ¿Tan temprano?

— Sí. Estaba sentado delante el árbol en posición india, lo miraba tanto que creí que lo había hechizado.

— Será que le ha parecido muy bonito, ¿no? —dijo Hee recordando que Taehyung también se sentaba a ver el árbol de almendros por largos ratos.

— Por cierto, gracias por prepararle la bañera anoche. Me dijo que le gusta la espuma rosada.

— ¿Te ha contado eso?

— Sí —dijo la anciana con una sonrisa de ternura en sus labios —Cuando le fui a llevar ropa limpia.

— ¿Y lo ha hecho espontáneamente?