Epílogo

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La piedra empieza a quebrarse a la mitad dando la impresión que dentro de la monstruosa estatua con cuernos y aspecto diabólico se está librando un infierno de lava caliente capaz de devorar todo a su paso. De allí, pequeñas manos ennegrecidas empiezan a trepar buscando la luz de la superficie.

La gárgola de piedra yacía ahora destrozada y el cuerpo de la mujer de piel negra como el petróleo reposaba a un lado aún cubierta de pedacitos de piedra. Lentamente se arrastró por el suelo de la nada y sintió el calor y el vapor a su alrededor. Miró entonces con los ojos cegados hasta arriba y encontró la salida de aquel lugar.

Tantos años y el sello se había roto. Ya no había maldición que soportar ni piedra que la retuviera, la gárgola estaba dispuesta a salir de la oscuridad.

Y cantó.

...Parados vigilando sin luz las vidas,
De aquellos que cantan por falsas alegorías,
Hipnotizados por aquel que viste de negro tocando el órgano

Somos aberraciones magnificas,
Que le cierran los ojos a los humanos para que no vean la luz
Servatis a periculum, servatis a maleficum,
En la oscuridad reímos de dolor alejando a los que vienen con inquietud...*


Mientras arrastraba su cuerpo huyendo de los confines del lugar que había sido su cárcel durante tantos siglos, cantaba, dejando ver sus dientes blancos como la nieve. Cantaba porque era hora de que la luz volviera a encontrarse con ella y por fin poder cumplir la promesa que en algún momento le hizo a la vida.

No habrá destino más oscuro que el que encontrarás bajo mi causa. Tú serás mía, luz... y entonces la oscuridad reinará en este mundo rebelde e inmundo.


*fragmento de poema anónimo - créditos a su autor. 

eden → park jiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora