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ANNA- Parte 2.

- ¿De qué murió?- digo mirando su rostro pálido.

- Una sobredosis- dice el mismo señor de traje.

Arreglamos los papeles y enterramos a mi mamá, no quería dejarla sola ya que no me dejo sin nada ¿está mal sentirme mal? Digo es mi madre y debería, pero no le llegue a conocer en ningún momento, ni siquiera en una foto. Después del entierro nos fuimos de vuelta a casa.

- No puedo creer que la haya conocido de esta manera.

- Lose hija pero no debió ser así, pero no lo sé, solo es que me hubiera gustado haberla conocido y preguntarle el por qué me dejó contigo ¿mi mamá sabe que yo no era tu hija?

- No lo creo, escucha, hay cosas que no te quiero decir de tu madre porque no son buenas.

- Será para otro día, no hoy ¿sí?

- De acuerdo, buenas noches hija.

- Buenas noches papá- subo a mi habitación, me despojé de mi vestido negro, mis zapatos de plataforma y me puse mi pijama. Después me dejé caer en la cama tapándome con una frazada...

La alarma de mi teléfono comenzó a sonar y apenas había conseguido el sueño ya que no pude dormir en la noche. Apagué el despertador y medí una ducha rápida antes de irme a la escuela.

- Papá ya me voy.

- Si hija- dice desde la cocina. Tomo las llaves de mi auto y pongo en marcha a la escuela.

- ¿Cómo te fue Anna?- dice Irina dándole un sorbo a su jugo de naranja.

- Bien, no sé cómo estar, digo no la llegue a conocer pero sé que es mi madre y aunque no estuvo conmigo mientras crecía, me dejó una herencia, no me dejó sola, creo que se aseguró de que tuviera lo necesario, imagino que se sintió mal todo este tiempo que no estuvo conmigo y me dejó esto.

- ¿Qué te dejo?- dice Emily.

- Una casa y un cheque por cien mil dólares.

- ¿Qué?- dicen todos en la mesa incluyendo a Daniel.

- Iré hoy a ver la casa que me dejó y el dinero está en una cuenta bancaria que abrí recientemente...

Estaba a punto de entrar a mi auto cuando una mano me detuvo haciendo que me girara.

- Anna.

- Hola Daniel.

- ¿Segura que estás bien? Te noté un poco rara.

- Sí, solo que no sé cómo tomar la noticia de mi madre.

- ¿Quieres que te acompañe a ver la casa?

- Si tienes tiempo para que no se te haga tarde para el trabajo.

- Descuida no tengo hora para entrar, solo los lunes, los demás días puedo llegar a la hora que se me plazca.

- De acuerdo, vamos.

Conducimos hasta la dirección que me había dado aquella vez. No imaginé la casa que me había dejado mi mamá.

- Segura de que esta es la casa.

- Si- digo y le enseño la dirección que estaba anotada en una hoja de papel.

- Bueno vamos- la casa a simple vista se veía un poco más grande a donde vivimos papá y yo. La fachada era negra y los marcos de las ventanas y puerta principal eran de color blanco. Hay escaleras en la entrada y en la puerta había una gran ventana con diseños de flores. Tomo las llaves y pongo una por una hasta que encuentro la de la puerta principal. A un lado de la puerta había dos pequeños faros con las luces apagadas. Entramos y el piso era de madera, había un pasillo amplio y al final había una escalera que se dirigía al segundo piso. En la primera entrada a la derecha estaba la sala, con una ventana no muy grande con unas cortinas que lo adornaban y una puerta de cristal corrediza. A la izquierda está el comedor y al fondo la cocina, bastantes amplias. La cocina estaba adornada con repisas arriba de el lavadero y a un lado el espacio para la estufa. Al centro había una isla y arriba de ella luces colgando en forma de huevo. Camínanos al segundo piso y había cuatro habitaciones y una estaba más grande que las otras. El ático estaba cerca del final del pasillo que guiaba a los cuartos. Subimos pero más bien parecía otra habitación más ya que tenía forma de cuarto y con una gran ventana con cortinas y al centro había una cama matrimonial con un techo y con telas que descendía por los cuatro puntos de la cama, y tenía integrado un baño como todos los cuartos de la habitación. El sótano era el único que si parecía el sótano y en él solo había herramientas y unos cuantos utensilios de limpieza. En la cochera había espacio para dos autos, pero Daniel y yo no los estacionamos en la cochera si no en la entrada de la casa. En la pared de un costado había un pizarón con unas herramientas pegadas como martillos, clavos, llaves, etc. También había un mueble de metal de cajones, dentro de este no había nada. Regresamos a los autos y desde nuestra posición miramos la casa.

La venganza del alma.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora