ix.

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El domingo era día de las compras. Uraraka llenó la despensa con comida chatarra y el refrigerador con comida saludable y se aseguró de que el fondo de las frutas tuviera zanahorias y tomates frescos. Lavó la ropa y fue a colgarla al balcón trasero del departamento, procurando que su ropa interior no estuviera a la vista.

Desde hacía días estaba curiosa. Quería conocer a su vecino que odiaba a Ariana Grande pero silbaba las canciones de Bruno Mars. Tenía poco más de un mes desde que se había mudado y seguía sin haberlo visto una sola vez. Pensó en salir casualmente cuando el reloj estaba a punto de dar las seis, pero se había echado para atrás como una cobarde. Parecían tener una dinámica en la ducha y en los últimos días incluso había mejorado. Cuando había una canción que le gustaba y le pedía a su vecino que subiera el volumen él de verdad lo hacía. Incluso parecía que sus tiempos para lavarse se habían sincronizado al doble. Entraban casi al mismo tiempo y salían a la par. Sabían que después de cinco canciones era momento de despedirse.

La noche anterior a Uravity incluso se le había escapado un "buenas noches" que podría o no podría haber sido respondido con un gruñido de asentimiento. Temía que un encuentro en vivo arruinara la magia de las duchas y sinceramente no estaba preparada para saber qué clase de tipo era el vecino.

No le había contado a nadie de su pacto musical con él tampoco. Probablemente otras personas encontrarían asqueroso que se duchara al mismo tiempo que un desconocido y disfrutara de la invisible compañía mientras estaba vulnerable, sola y desnuda en el baño. Ni siquiera Tsuyu soportaría tanto sin aconsejarle con amabilidad que dejara de hacer eso, así que se mantuvo en silencio.

Pero había cosas que podía hacer sin romper el hechizo, como echar un vistazo a la ropa lavada en el balcón de su vecino. Playeras predominantemente en colores oscuros -aunque había algunas prendas color arena o rojo brillante que cambiaban un poco el panorama-, demasiado casuales y demasiado genéricas para decir nada. Algunas camisas y pantalones holgados con más estilo que el resto de la ropa. Algunos de mezclilla visiblemente más pequeños que los otros. No vio su traje de héroe, pero eso no significaba nada. Uraraka lo dejaba en la oficina, lo lavaba y lo secaba allí mismo.

Su vecino, concluyó, era alguien que le gustaba el rock viejo y la ropa cómoda, algo gruñón, pero con sentido común. Siguió creyendo que estaba en sus treintas aunque ya no tardíos, pero podría equivocarse. Podría ser más joven. Como alguien en sus veintes. Su ropa sugería una complexión similar a la de Todoroki, quizá algo más fornido como Iida, pero definitivamente no tan alto.

Podría buscar héroes con ese tipo de características en la red de héroes conectada a su computadora de la agencia, pero lo que tenía era tan vago que probablemente no llegaría a nada, así que lo dejó pasar y dejó su ropa en el balcón.

Canciones para Cantar en la DuchaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora