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El ritual navideño de la familia Uraraka consistía en preparar yakisoba, tempura y onigiris, intercambiar regalos entre ellos y ver alguna saga de películas hasta que se aburrieran o se quedaran dormidos viéndolas. Al día siguiente salían a pasear por las calles, a revisar los mercadillos o los puestos del festival de invierno, si tenían ganas también iban a una pista de patinaje. Lo hacían sólo entre los tres y a Uraraka le gustaba que fuera así. Pasar tiempo con sus padres y hacerlos felices eran cosas que la hacían feliz a ella también.

Como Uraraka debía regresar la noche del 25 a casa, sus padres la llevaron al mercadillo a las afueras durante la tarde, cerca del festival, compraron galletas de la fortuna y Uraraka no entendió el mensaje críptico de la suya, tampoco es que creyera en la suerte.

-Deberías llevar algunos a casa -señaló los dulces wagashi su madre-. Es mejor comprarlos artesanales que empaquetados como en los supermercados.

Ochako vio los deliciosos dulces coloridos y pensó que sería una buena idea. Probablemente a Katsuki también le gustaría comer alguno, viendo el éxito que tuvo su tarta casera con él.

De repente, Uravity se detuvo en seco.

¿Así que ahora pensaba en cosas que le gustarían a Bakugou? Wow. Si le hubieran dicho que su vida sería así mientras estaba en la UA seguro no les habría creído.

-Voy a llevarme un par de cajas -pidió al vendedor.

Canciones para Cantar en la DuchaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora