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Despertó a las dos de la mañana con las náuseas reptándole por la garganta y dolores agudos en el abdomen. Fue al baño. Regresó a la cama, se retorció por media hora y estuvo otra media mirando a la taza del baño, sin poder vomitar. Tomó un par de pastillas para la indigestión del botiquín y volvió a la cama.

Volvió a despertar a las cinco, fue directo al baño y vació los intestinos. Se durmió a pesar del dolor de cabeza.

Despertó nuevamente a las ocho de la mañana, la urgencia de ir al baño la hizo correr a trompicones. Se sentía débil y tenía mucho frío, asimismo se dio cuenta de que estaba sudando. Se inclinó a vomitar el poco líquido que quedaba en su cuerpo mientras maldecía su suerte.

Genial. No sólo tenía diarrea, también estaba afiebrada y con resaca.

Intentó desayunar algo a pesar de no tener hambre, un yogur con cereal cuando menos, pero todo lo ingerido regresó por su garganta a cinco minutos de haber ingresado. Se obligó a beber agua, pero con la misma consecuencia. Necesitaba medicina, pero no tenía más que un par de aspirinas y ungüentos, y no estaba en condiciones de salir a la farmacia.

Regresó a la cama arrastrando el cobertor que no había abandonado en todo momento.

Pasaba de la una de la tarde cuando volvió a recuperar consciencia. Volvió al baño. Volvió a intentar beber agua, pero se dio por vencida a pesar de la sed. Puso el calentador al máximo y se enroscó entre los cobertores nuevamente.

Despertó una hora después, empapada en sudor, aguijonazos de dolor en el abdomen. Se le escaparon lágrimas frustradas y siguió pasando de la consciencia a la inconsciencia durante las siguientes cuatro horas.

A las siete de la noche y con el brazo débil, alcanzó su celular de la mesita de noche y llamó a Tsuyu. Pero no contestó. Sacó más cobertores del armario y se los echó encima. Pesaban tanto que ahora respirar se consideraba un ejercicio. Pero incluso de esa manera, Ochako seguía teniendo frío.

Tsuyu le regresó la llamada a las diez.

-¿Qué pasa, Ocha? No has respondido ningún chat.

-Me siento horrible -lloriqueó con voz pastosa.

Tsuyu no necesitó muchas más explicaciones. Le aseguró que compraría medicina de camino a su casa y que ya se le pasaría. Que la esperara un poco.

Cuando su mejor amiga llegó, Uraraka estaba a punto de desmayarse. Tsuyu llamó inmediatamente a un taxi y dejó las cajas de medicina que había comprado a un lado. La llevó al hospital apoyada en ella y lo último que Uraraka recordó fue cuando la colocaron en una cama; el olor a medicina, antisépticos y enfermedad llenaron su nariz.

Cuando volvió a despertar se sentía mejor, pero débil y mareada. Muy desenfocada. Apenas y podía volver su mano un puño. El reloj de pared marcaba las nueve y veintidós. Una enfermera se acercó a ella diez minutos después.

Uraraka descubrió que había tenido diarrea aguda, la comida tailandesa era la culpable. Tsuyu la había ingresado la noche anterior y se tuvo qué marchar porque se había terminado el horario de visita. Había pasado esa mañana a verla, pero como seguía dormida no se acordaba. Había estado deshidratada, le habían inyectado la medicina y le colocaron un suero. La enfermera le dio su celular, sus llaves y su cartera, cosas que Tsuyu había tenido la inteligencia de llevarle. La enfermera también le dijo que Tsuyu iba a hablar por ella en el trabajo para justificar su falta. O que al menos así había sido el recado.

Le dieron el alta cuando se sintió mejor, le recetaron medicina y vitaminas, y le agradecieron por sus servicios como heroína.

-Te sigo en Twitter -dijo tímidamente el doctor que le firmó el alta. Era su fan o algo parecido.

Le marcó a Tsuyu a la hora del almuerzo, le explicó que ya no debía pasar por el hospital para recogerla y le agradeció por correr en auxilio.

Al llegar a casa, los acontecimientos del día anterior la golpearon con violencia. Se recordó más impotente por estar sola, con el silencio abrumador llenando sus oídos, que por estar enferma y pensó en voz alta:

-Por esto las personas se casan. Para tener a alguien a su lado.

Canciones para Cantar en la DuchaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora