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Ochako se quedó dormida nuevamente en el asiento del copiloto, lo notó cuando, abochornada, Bakugou la sacudió del hombro para despertarla. Le dio vergüenza, por supuesto, porque ni siquiera había notado cuando cerró los ojos. Él, por otro lado, permanecía impasible. La ayudó a descargar los pocos regalos que había llevado consigo y le ofreció su brazo para que su andar fuera estable.

-Vamos al mismo piso -ofreció su brazo, pero ella se negó de cualquier modo. ¡También era una heroína! Un poco de cansancio no iban a volverla frágil como una fritura. Le alivió que él no insistiera más y todo el camino en el elevador hasta el cuarto piso fue en silencio. Frente a su puerta, Uraraka sacó las llaves de su apartamento que Tsuyu había colocado convenientemente en los bolsillos del abrigo que le había dejado. Giró la perilla e invitó a Bakugou a entrar. Él colocó el resto de los regalos en la mesa de la cocina.

-Más tarde te traeré el resto -insistió.

Ella, otra vez, se negó-. En serio no tienes por qué hacerlo.

-Los traeré y revisaré que sigas viva más tarde -la ignoró-. ¿Tienes alguna llave extra para evitar despertarte?

Uraraka lo pensó. Su llave de repuesto acostumbraba a estar en la oficina, sin embargo, era la que Tsuyu le había dejado en el bolsillo del abrigo. Su llavero lo había arrojado junto a su cartera y su bolsa de las compras el día anterior al suelo de la calle. Iba a ser un dolor reponer todas sus identificaciones y sacar un nuevo juego de llaves.

-Puedes tocar. Me aseguraré de despertarme.

-Tonterías -gruñó y le arrebató las llaves de la mano-. No vas a estar despierta más tarde. Solo ve a dormir todo lo que necesites.

Bakugou la tomó por los hombros y la obligó a caminar hasta su habitación. Él sabía en qué parte de la casa estaba, mas nunca había entrado. Su habitación y su baño -por raro que pareciera ese último- eran los dos lugares en el pequeño departamento de Uraraka en el que nunca había puesto un pie. Ella no se resistió. Se dejó mandonear por él por única vez hasta llegar a la puerta.

-Duerme -ordenó, pero a Ochako le sonó como una petición.

Canciones para Cantar en la DuchaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora