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Mientras Katsuki intentaba desesperadamente buscar una pieza que no derribara la torre, Uraraka tomó una servilleta y jugó con ella en silencio, doblándola varias veces. Estaba haciendo una paloma con ella. Hacía mucho tiempo que no lo intentaba, así que le quedó un tanto desagraciada.

-¿Sabes hacer esas cosas? -él hizo un gesto con la mano, olvidando el juego de mesa momentáneamente-. Ya sabes, papiroflexia. Origami. Como se llame.

-Sí. Mi papá me enseñó -le pasó su pequeña creación y Bakugou la tomó casi con cuidado-. Cuando pequeña mis padres estaban en una condición financiera crítica, no tenían mucho dinero para comprarme juguetes, así que buscaban maneras de jugar conmigo para que no me sintiera menos que los otros niños.

Esa fue una confesión sencilla, pero poderosa. Durante los años de la UA Ochako nunca ocultó su condición económica, pero, como cualquier persona, tampoco hizo alarde de ella. Deku, Iida y Tsuyu conocían la historia completa, pero otras personas no. Y quería darle el voto de confianza a Bakugou, hacerlo tan parte de su vida como ahora lo sentía.

-Hmmh -hizo un sonido desde el fondo de la garganta, dándole a entender que comprendía-. Quiero aprender -añadió después.

-¿Ahora? -ella pestañeó varias veces, sorprendida. Una parte de ella se alegró de que él no interpretara su anécdota como una historia triste para provocar lástima-. ¿Y el Jenga?

-Eso puedo resolverlo fácil.

Sacando una pieza del fondo, tiró la torre.

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