Con la muerte de Robert Baratheon, el trono de hierro ha caído en manos de los Lannister. Cersei pone la corona sobre su cruel hijo bastardo iniciando una rebelión conocida como la guerra de los cinco reyes. Guerra en la que Ravenna trata de mantene...
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EL CAMINO DE REGRESOAL BASTIÓN DE TORMENTAS FUE DURO Y LARGO. Días tormentosos que ensombrecían el corazón de Ravenna sembrando venganza contra sus enemigos.
— Mi señora. —los guardias inclinaban su cabeza en respeto mientras los cuerpos de Ayrmidon y Robert era bajado del carruaje.
La leona buscó entre los presentes a sus hijos y al no ver rastro de ellos se preocupó acelerando sus pasos. La insertidumbre creció cuando observó la pared oscurecida por el carbón y cenizas de un incendio.
— ¡Mi señora, no! —uno de los hombres intentó detenerla, pero ya era tarde. La leona había descendido hasta las bóvedas del Torreón. Un lugar lúgubre, frío, con el olor a humedad impregnados en las viejas paredes. Bajaba las escaleras deteniéndose de la viscosa pared, los bordes de su vestido estaba empapado y lleno de lodo.
— ¡Arthur! —gritó débilmente, asustada por las descabelladas ideas que cruzaban por su mente—. ¡Athos!, ¡Eira!
— ¡Madre! —los fuertes brazos del joven la rodearon con fuerza.
Las lágrimas no se contuvieron en los violetas ojos del rubio y tuvo que esconder su cabeza en el pecho de su madre, llorando lleno de impotencia ante la muerte de quien creía era su padre. En su arranque de ira se había aislado en la bóveda junto a su preciado huevo de dragón, un obsequio de su padre.
— ¿Qué ha sucedido? —cuestionó Ravenna sin olvidar la fachada del lugar—. ¿Hubo un incendio?
Athos se separó vacilando entre decir la verdad u ocultarla aún por más difícil que fuera, sin embargo sus planes se vieron arruinados cuando en el fondo de la lúgubre habitación pequeños gruñidos se escucharon alertando a la leona, que curiosa intentó acercarse.
— ¿Qué ha sido eso? —interrogó mirando duramente a su primogénito.
— Juro por los dioses nuevos y antiguos que no tenía idea de que algo así sucedería. Han pasado siglos desde que estas criaturas se extinguieron y yo no sé que hacer. —contó desesperado logrando confundir a su madre—. Creí que moriría a causa del incendio, pero no fue así. ¡Las llamas no me dañaron!
Abatida después de organizar las palabras que salían de la boca del rubio se acercó a pasos tambaleantes hacia la antorcha que colgaba de la pared. Iluminando el camino dio con una pequeña jaula cubierta por un manto rojo.
Giró su cuello por la aprobación de su hijo y al obtener un asentimiento jaló la tela dejando al descubierto a un pequeño dragón de escamas negras, tres cuernos adornaban su cabeza, ojos rojos como rubíes y diminutos colmillos se asomaban en su boca.
Ravenna cerró los ojos dándose cuenta de la señal de preparación para algo grande como Rhaegar le dijo. Aemon estaba destinado a regir los siete reinos y un dragón les ponía el juego a su favor.