ᴄʜᴀᴘᴛᴇʀ ᴛʜɪʀᴛʏ ᴇɪɢʜᴛ

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El Norte

El sonido de los cascos de los caballos y el andar de la carreta estaba volviendo loca a Ravenna, llevaba días viajando junto a su hermano Tyrion, Lord Varys y Ser Davos, la compañía de esos tres comenzaba a hostigarla

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El sonido de los cascos de los caballos y el andar de la carreta estaba volviendo loca a Ravenna, llevaba días viajando junto a su hermano Tyrion, Lord Varys y Ser Davos, la compañía de esos tres comenzaba a hostigarla. Si alguien le decía que pasarían más tiempo sentados en esa incómoda posición, se arrojaría.

Debía admitir que la hazaña de Athos fue una estrategia inteligente. Las personas de Desembarco del rey lo vieron con ojos llenos de esperanza y admiración. Aquello aseguró la lealtad del pueblo a su causa, solo esperaba sobrevivir a la actual guerra.

La despedida con su hijo Arthur seguía fresca en su memoria y le dolía haberlo dejado solo con una gran misión.
H

abía sido difícil convencerlo y dejarlo. Pero Ravenna prefería mil veces apartarse de Arthur que llevarlo con ella a la guerra contra los muertos.


— Los norteños no parecen contentos con nuestra visita. —mencionó Lord Varys, y tenía razón. Aquellas personas los miraban con seriedad y casi repulsión.

— Siempre han sido personas desconfiadas. —susurró Ravenna recordando a los antiguos Stark, incluso a Lyanna, una joven loba que causó tantos problemas según le había contado Ned.

El camino se terminó delante de los ojos de Ravenna y después de mucho tiempo, la rubia le agradeció a los dioses por aquello. Su sonrisa se borró de inmediato, su vista se nubló y le costó creer lo que miraba.

La joven permanecía de pie junto al chico tullido, Ravenna bajó de la carreta apreusuradamente. La miraba con anhelo y tan pronto puso los pies en la tierra, corrió a su encuentro; la estrechó en sus brazos y le besó la frente. Se sentía real, era ella. Su Eira, viva y fuerte. Tenía los mismos ojos azules fríos y la mirada de odio que siempre había portado, era ella, pero ahora era una mujer.

— ¿Cómo...?

No pudo seguir hablando porque Athos corrió al encuentro con su hermana, estrechándola en sus brazos y levantándola al aire.

— ¡Suéltame! —se quejó múltiples veces, pero el joven estaba feliz de volver a verla—. ¿Dónde está el idiota de Arthur? —cuestionó una vez que volvió a tocar el suelo.

— No ha venido con nosotros. —susurró Athos. Él ya estaba al tanto de la supuesta traición que su hermano había cometido. No entendía y estaba herido.

— No hay tiempo para esto, el rey de la noche tiene a su dragón. —Bran interrumpió la reunión mirando a Daenerys—. El muro ha caído, los muertos marchan al sur.

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