Con la muerte de Robert Baratheon, el trono de hierro ha caído en manos de los Lannister. Cersei pone la corona sobre su cruel hijo bastardo iniciando una rebelión conocida como la guerra de los cinco reyes. Guerra en la que Ravenna trata de mantene...
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▬▬▬▬THREE: ❝DRAGÓN DORADO❞
AÚN CON EL BRILLANTE SOL SOBRE sus cabezas, Ayrmidon había pasado el día entero enseñándole a Athos como debía blandir la espada que él había obsequiado un par de días atrás.
— La espada va más arriba. —indicó ayudando al adolescente a subir el arma de acero—. Es algo pesada al inicio, pero ya irás acostumbrandote.
— Está bien, yo puedo. —murmuró haciéndose el fuerte y valiente.
Luchar con espadas de madera era totalmente diferente a usar una de acero, pero Ayrmidon podía ver como Athos se esforzaba en demostrar que tenía coraje.
Aún cuando había crecido bajo sus órdenes y consejos, el niño seguía siendo un completo Targaryen, orgulloso y guerrero.
— ¿Necesitas un descanso? —cuestionó después de verlo caer por octava vez en el día—. Vuestra madre debe estar esperándonos para cenar. —murmuró alzando la mirada al casi oscuro cielo.
Enfundó su espada, recogió el escudo y guantes creyendo que el rubio haría lo mismo. Sin embargo Athos se había puesto de pie manteniendo en alto a Tormenta escarlata.
— Adelante, no quiero vuestra compasión. —apretó los dientes—. Yo puedo ser un gran espadachin como Ser Arthur Dayne.
— Esto no se trata de demostrar algo. Aún eres joven, tienes mucho tiempo para aprender. —sugirió colocando su mano en el hombro del chico, pero él se alejó de prisa.
— ¿Sabes lo que dicen del bastardo de Invernalia? —interrogó—. Dicen que es un experto con una espada de acero desde los ocho años, yo tengo diez y soy un inepto. ¿Qué clase de líder seré si no puedo defender a mi pueblo? Ayrmidon miró al niño que seguía con la espada en alto. La hoja de acero temblaba a causa de sus débiles brazos que apenas lograban sostenerla. Estaba extremadamente pálido y con sus labios secos.
— Uno que sabe ser paciente. —respondió—. Ahora deja esa espada y vamos allá adentro. Te ves mal.
— ¡No quiero ir a ningún lado! —bramo—. Quiero aprender a usar la maldita espada de acero valyrio que me obsequió mi padre. Así que si no piensas enseñarme entonces déjame en paz.
Ayrmidon miró con tristeza al adolescente. Tomó todas sus cosas y comenzó a alejarse dejándolo sólo en la oscuridad del bosque. No tenía tiempo ni deseaba pelear contra el niño, creía que había sido un error darle la espada. Quizás sus instintos Targaryen comenzaban salir a flote.
— ¿Qué sucede?
Ravenna lo interceptó a medio camino. Su rostro reflejaba preocupación mientras se acercaba a pasos presurosos sosteniendo el vestido color dorado.
— Athos pasa por la edad de la rebeldía, se niega a soltar la espada. Comienzo a creer que fue un error.
— Dejamelo a mi. —murmuró después de soltar un suspiro. Besó los labios de su esposo y emprendió su camino hacia los extensos campos verdes, cerca del bosque.
Bajaba con mucho cuidado de las rocas puntiagudas que se erguian en el camino.
A lo lejos logró divisar la alta figura de su hijo, el atardecer del cielo era precioso y los últimos rayos del sol iluminaban los mechones del adolescente. Ravenna sintió que su boca se secaba cuando entre todos los mechones rubios pudo ver cierto color blanco. Cerró sus ojos por un momento creyendo que alusinaba, pero al abrirlos el color no desaparecía.
Cuando estuvo cerca llevó sus manos hasta las puntas del ya crecido cabello de su hijo y pudo confirmar que era cierto.
— ¿Sucede algo, madre? —se preocupó por el pálido rostro de la mujer.
— Eres un dragón dorado. —susurró apreciando todo lo Targaryen del niño.
Movió su cabeza alejando los recuerdos y enfocándose en el verdadero asunto.
— Vuestro padre dice que no quieres soltar la espada. —inició sentándose en una alta piedra—. ¿Quieres decirme qué te sucede?
— Mi padre no entiende. —resoplo evitando el contacto visual con su madre—. Quiero ser un gran espadachin, como lo fue Ser Arthur Dayne.
— Veo mucho de vuestro tío Jaime en ti. —mencionó con una sonrisa melancólica.
— Jamás hablas del tío Jaime, ni de la tía Cersei o del abuelo Tywin. —ladeo su cabeza acercándose a su madre.
— Porque cometieron errores que me disgustaron y terminé los lazos que me unían a ellos. —respondió sin mencionar la historia de esas razones—. Pero eso no quiere decir que no los quiera. Son mi familia y es todo lo que tuve por mucho tiempo, antes de conocer a vuestro padre.
— ¿Por qué me parezco al tío Jaime?
— A el también le encantaba usar la espada, la lanza y el arco. Cabalgaba día y noche que creíamos que su cuerpo se había pegado al caballo. —soltó una pequeña risa—. Añoraba con toda su alma convertirse en caballero real y proteger al rey.
— Pero no lo protegió, lo mató. Escuché que lo llaman el matarreyes. —susurró como si decirlo fuese prohibido.
— Y es algo que jamás perdonare. Hizo cosas malas y aún las hace. —admitió—. ¿Sabes cuáles son las características de los Lannister?
— Los leones, el oro y la sabiduría. —respondió de inmediato alzando su barbilla.
— La ambición, crueldad y poder. —corrigió—. Por años los Lannister han sido visto como imponentes leones que toman todo a su paso, nadie puede enfrentarlos y todos les temen, ¿sabes por qué?
— Por su sabiduría. —repitió.
— Sí, mi padre es un hombre muy sabio. —asintió—. Pero nadie se atreve a enfrentarlos porque saben la crueldad de la que están hechos los leones. No les importa matar niños y mujeres para lograr su cometido. Es algo que muy pocos hacen.
— Pero tú no eres así.
— ¿Alguna vez te he platicado de la rebelión?
Athos negó levemente.
— Yo fui la causa de esa guerra. La culpable de que millones murieran sólo para poder ser "feliz". —contó con amargura—. No me importó que vidas se pusieran en riesgo, que la guerra trajera hambre y muerte a los habitantes. Fui egoísta y me preocupe por mi.
— ¿Lo amaba? —interrumpió el niño—. Al último dragón, ¿lo amaba?
— Los Lannister se asemejan a los Targaryen. —ignoró la pregunta—. Cada vez que un Targaryen nace los dioses arrojan una moneda al aire y los hombres contienen la respiración.
— Yo no soy un Targaryen. No voy a volverme loco, ni seré cruel. —se levantó molesto por la comparación—. Yo seré quien salve al mundo de la injusticia y miseria.
— Entonces comportate como un hombre justo y respetuoso. Todo inicia con el respeto que muestras a tus mayores, a los sirvientes y a las mujeres. Nadie es menos que tú y tú no eres más que nadie. La paciencia debe ser tu arma adecuada, la astucia, inteligencia y fuerza. Sé lo que tus enemigos no son, vuelvete mejor y todos te apoyaran. —se levantó y extendió la mano a su hijo esperando a que la tomara—. Vamos, debes reponer fuerzas para convertirte en ese legendario héroe al que aspiras.
——
¡GOT TERMINÓ! DERRAMÉ BASTANTES LÁGRIMAS POR EL TERRIBLE FINAL DE MI REINA. SIEMPRE ESTARÁ EN MI CORAZÓN.