ᴄʜᴀᴘᴛᴇʀ ғᴏʀᴛʏ sᴇᴠᴇɴ

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           EL VIENTO FAVORECÍA LA MARCHA DE LOS BARCOS, TODOS PARECÍAN DISFRUTAR QUE POR FIN ESTABAN LEJOS DEL NORTE Y SU INFERNAL FRÍO

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           EL VIENTO FAVORECÍA LA MARCHA DE LOS BARCOS, TODOS PARECÍAN DISFRUTAR QUE POR FIN ESTABAN LEJOS DEL NORTE Y SU INFERNAL FRÍO.
Ravenna agradecía por fin haber salido del lúgubre lugar en el que cada día agonizaba, sin embargo la tristeza seguía impregnada en sus esmeraldas debido al rechazo de sus hijos.
Eira parecía empeñada en quedarse en el norte junto a Brandon Stark y Aemon ni siquiera se había despedido de ella. Lo había mirado a lo lejos, quiso acercarse a él, pero también supo que debía darle espacio. Después de todo habían sido verdad tras verdad que dejó caer en sus hombros.

— ¿Estás bien? —preguntó Tyrion acercándose a su hermana, quien estaba junto a la proa. Llevaba rato analizando todos sus movimientos—. Pareces preocupada.
El hombre había hablado con Varys sobre la verdad que ahora conocía, la verdad del origen de Aemon Targaryen, el legítimo heredero al trono de hierro.

— ¿Tú crees? —bromeó sin apartar su mirada del ancho mar—. Son momentos difíciles. —atinó a decir medio moribunda. No sabía porque Daenerys la había hecho viajar con ella. Quizás la chica ya se estaba creando una historia en su cabeza, tejiendo hilos inexistentes de cómo Ravenna conspiraba en su contra. Pero la verdad era que la leona nunca había jurado lealtad a la madre de dragones, nunca le dijo majestad ni apoyó su causa.

— Lo dices por Aemon. —las palabras escaparon de Tyrion y Ravenna giró con brutalidad hacia él—. Sansa me lo ha dicho.

— ¿Qué? —articuló con dificultad. No daba razón a lo que lo escuchaba. Todo a su alrededor comenzó a escucharse lejano, miraba con pánico hacia todos lados aferrándose con fuerza al borde del barco. La voz de Tyrion llamando por su nombre era como un zumbido y de pronto tenía una lanza junto a ella.

— ¡Ravenna! —por fin pudo salir del trance y darse cuenta de la situación. De no haber retrocedido dos pasos ahora estaría muerta con una flecha en el pecho—. Debemos abandonar el barco, nos están atacando.

El desgarrador rugido heló su piel y vio el cielo oscurecerse a causa el dragón que descendía con velocidad, brotando sangre y sin vida. Ravenna se horrorizo cuando cayó junto a ellos hundiéndose en las profundas aguas.

— Arthur. —susurró acercándose al otro extremo para ver más de cerca. El barco se tambaleaba y todos corrían intentando hacer algo, pero ella solo se acercaba al peligro. Su hijo podría estar en aquella flota a la que Daenerys se apresuraba con furia por ver morir a su dragón.

Sin embargo una nueva lanza cayó en el barco partiéndolo por mitad y arrojando a sus pasajeros al mar. Ravenna intentó luchar contra la corriente para salir a flote, ni de chiste pensaba morir ahogada, sin embargo el extremo inferior de su vestido le impedía moverse con facilidad, amarrando sus piernas. Sus ojos comenzaron a cerrarse y tuvo pavor. El agua olía a sangre y no sabía si era de dragón o de algún inmaculado.

Cuando por fin pudo despegar sus piernas y romper el vestido, nado a la superficie. Se llevó un susto al tener frente a ella la enorme embarcación de Euron Greyjoy. El hombre la miró desde su posición y le sonrió con sorna antes de ordenar a uno de sus hombres bajar por ella.

Las gotas golpeaban el luminoso suelo de mármol de aquel salón, todas ellas bajando de su cuerpo y cabello mojado

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Las gotas golpeaban el luminoso suelo de mármol de aquel salón, todas ellas bajando de su cuerpo y cabello mojado. Sus manos estaban atadas por unas delgadas cadenas cortesía de Harry Strickland quien al verla le sonrió y susurró un "cuando usted diga, mi señora". Ravenna lo miró con repulsión y se apartó con violencia para mantener las apariencias, no sin antes devolverle un "pronto" que se perdió en el aire.
Esta era la segunda vez que la capturaban y se preguntaba si realmente seguía siendo aquella dama en apuros que fue a sus diecisiete años. Era una tontería pensar en eso cuando su hermana estaba a pasos de ella, hablando de sus planes para con la joven que se encontraba junto a Ravenna, Misandei de Nath, ahora prisionera de Cersei.

— Libérala. —ordenó Cersei mirando a Euron haciendo referencia a su hermana.

— Pero es nuestra prisionera. —replicó éste con una sonrisa burlona, sin embargo la reina lo retó con la mirada y la montaña dio un paso hacia adelante.

La leona vio cómo Euron sonreía alzando sus manos con rendición y se acercaba a ella para quitar las cadenas, sintió sus manos liberarse de la presión. Aquel despreciable hombre tomó a Missandei del brazo llevándosela, Ravenna vio en el rostro de la joven el miedo. Quiso decirle que todo estaría bien, pero sería mentirle.

— Ella vendrá por ti. —dijo acercándose a su hermana.

— Claro que si. —respondió sin apartar los ojos de la ventana. Las personas entraban por montones—. Si quiere el castillo tendrá que matar a miles de inocentes primero.

Ravenna miró hacia abajo con desdén, desde su posición todo se veía pequeño, lejano y borroso.

— Estas personas no tienen nada de inocentes. —pronunció—. Son las mismas que clamaron por la muerte de Rhaegar, que se alegraron cuando la Montaña violó a una mujer indefensa y mató a dos niños inocentes, que gritaron por la cabeza de Eddard Stark.

— Parece que te agrada la idea de verlos morir.

Miró a Cersei por un largo rato. Reprimió sus impulsos de querer golpearla por lo terca y estupida que estaba siendo.

— Athos lo sabe. —susurró volviendo la mirada hacia las personas—. Sabe que es Aemon Targaryen. Sabe que Rhaegar es su verdadero padre. Sabe que nos casamos y eso lo hace el legítimo heredero al trono de hierro.

— ¿Y qué piensa ella? —le sonrió con amargura—. ¿Van a compartir el trono?

— No lo sé. —Ravenna se veía agobiada—. Ella también es un Targaryen y puede ascender al trono. —rió limpiándose las lágrimas—. Y luego está la maldita niña Stark de la que fuiste mentora. Sansa Stark. —escupió su nombre como si le doliera—. La sola existencia de los Stark me provoca dolor de cabeza.

— Quieres verlos muertos. —aseguró. Su hermana se veía perdida, casi tan frágil como cuando joven, pero a diferencia de antes tenía una expresión feroz.

— Al final nunca fuimos tan diferentes. —acertó sosteniendo la mirada de la que ahora era reina—. Ojalá Tywin pudiera ver que aquellos a quienes más menosprecio son quienes pelean con uñas y dientes por el trono.

Aquellas dos figuras esbeltas y altas, de cabello rubio se quedaron pegadas a la ventana mirando el espectáculo de los campesinos reunirse a las puertas, creyendo que podrían salvarse. Sin embargo que sería una guerra sin las suficientes masacres para culminar.

THE GREAT GAME |GOT|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora