ᴄʜᴀᴘᴛᴇʀ ғᴏʀᴛʏ ғᴏᴜʀ

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El Norte

RAVENNA MIRÓ LAS LLAMAS CONSUMIR LA LEÑA EN UN ARDIENTE FUEGO AVIVADO CON FRECUENCIA POR SU HIJO

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RAVENNA MIRÓ LAS LLAMAS CONSUMIR LA LEÑA EN UN ARDIENTE FUEGO AVIVADO CON FRECUENCIA POR SU HIJO.
  Su cabeza se encontraba inclinada hacia un costado, su cuerpo descansaba en aquel sillón. Era envuelta por una manta de piel de lobo que intentaba mantenerla caliente, pero era en vano, el frío traspasaba el grueso de las lúgubres paredes, calando duramente en su piel hasta el grado de entumecer sus dedos de manos y pies.

— Las personas están disfrutando de su última noche. —murmuró Aemon pegado a la ventana, viendo la mirada de desasosiego que tenían todos. Sus semblantes decaídos y demacrados escondían el miedo de morir.

Ravenna se escurrió más en el sillón, cerrando sus ojos de momento para dejar que de sus labios se escapara un suspiro de tormento.

— Deberías hacer lo mismo. —aconsejó rehusándose a contar la historia que debía decir—. ¿Por qué no vas con los hombres? Seguro te sentirás más cómodo a su lado. Bebe un poco de vino y ríe un poco con sus anécdotas y chanzas.

Aemon rió alejándose de la ventana y caminó quedando de frente al sillón en dónde su madre descansaba plácidamente. Se puso de cuclillas para verla mejor y tomó sus manos entre las suyas. Pudo darse cuenta de lo frías que se encontraban expensas del clima en Invernalia.

— Si he de morir, quiero irme sabiendo que mi última noche la pasé al lado de la única mujer que me amó más que nada en el mundo. —sonrió besando las manos de su madre y a ella se le encogió el corazón.

Ravenna no pudo seguir conteniendo las lágrimas y se incorporó en el sillón para darle espacio a su hijo. Aemon frunció el ceño por la actitud de su madre, pero encontró respuesta creyendo que se debía a que Arthur se hallaba del otro lado de Poniente, lejos de ellos, siendo un traidor. Sin embargo, sus sospechas eran erróneas, al menos no del todo.

— Cuando vuestro padre era un niño, todos decían que amaba sus libros y arpa manteniéndose alejado de las espadas. Hasta qué cierto día decidió presentarse ante el Lord Comandante de la guardia Real y pidió ser amaestrado, argumentando que debía convertirse en un héroe. Tiempo después descubrió que la profecía que había leído no se refería a él. —relató mirando las chispas que emanaban del fuego—. El día que partió hacia las tierras de los ríos para enfrentarse a Robert en el tridente, me dijo algo que jamás olvidaré "el dragón tiene tres cabezas". —suspiró haciendo una pausa al recordar la última vez que vio a Rhaegar—. Él creía que traería al mundo a dicho héroe. Y al decir que el dragón tiene tres cabezas hacía referencia al escudo de su casa y a los tres hijos que tuvo. Aegon, Aegon y Aemon. —limpió su nariz—. Ahora sé que aquello se refería a él y a sus dos hijos, porque Jon, no es su hijo.

Aemon trató de encontrar algún significado en las palabras de su madre y las repasó en su mente sin éxito alguno.

— No entiendo. —dijo el rubio avergonzado por su escasa inteligencia en comparación a la que poseía su madre.

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