ᴄʜᴀᴘᴛᴇʀ ᴛᴡᴏ

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Bastión de Tormentas
294 d. C.

▬▬▬▬TWO: ❝TORMENTA ESCARLATA❞

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▬▬▬▬TWO: ❝TORMENTA ESCARLATA❞


                       EN EL ONCEAVO DÍA DEL NOMBRE de Athos, se despertó su fascinación por las espadas y las justas. Dejó atrás los libros, su gustó por escribir y cantar canciones bajo el árbol de los dioses para colocarse la armadura y blandir la espada.

No pidió celebración, en cambió rogó por tener una espada y ser preparado para tener el título de un gran guerrero.

— ¿Habéis forjado algo para él? —cuestionó Ravenna tomando a su marido de los hombros e inclinándose hacia delante curioseando en el baúl.

— ¿Alguna vez dejarás de ser tan impaciente? —giró su cabeza quedando a escasos centímetros de la cara de la rubia.— Paciencia, en un momento sabrás de mi regalo para Athos.

Ravenna rió colgándose del cuello de Ayrmidon y mirándolo con ojos tiernos.

— No. —negó apartando la mirada.— No me mires de esa manera porque me pones nervioso y puedo darte hasta mi vida para complacerte.

— No es mi culpa que seas débil. —bromeó jugando con las puntas de la camisa del pelinegro.

— ¿Me has llamado débil? —ofendido alzó a Ravenna sujetandola con fuerza y dejándola sobre el colchón.

La rubia rió largamente por los hábiles dedos de su marido sobre sus costillas, hundiéndose y moviéndose provocando dolor en su estómago por reír tan deliberadamente.

Con el paso de los años, Ravenna había comprendido que Ayrmidon no era un bárbaro venado con su familia y era aquello lo que lo hacía tan comparativo a ella, pues la rubia tampoco compartía la crueldad de los leones Lannister.

— ¡Basta! —imploró con las lágrimas saliendo de sus ojos.

Era ese tipo de llanto de felicidad, el único que Ayrmidon había causado en ella en todo su matrimonio, jamás un llanto de tristeza como lo había vivido al lado de Rhaegar.

Pero compararlo con Rhaegar Targaryen era muy cruel —según creía Ravenna— pues el príncipe de plata le había enseñado a amar a los demás, a disfrutar de las pequeñas cosas, de la música y lectura, de la brisa del mar, del viento golpeando en su rostro y el olor de las rosas, la había enamorado con su ser tan bohemio y cautivador, con romanticismo y pasión. Engrandeciendola como a una diosa. Sin embargo también la había hecho sufrir con su ausencia y actos descabellados que los condenaron a una eternidad por separado.

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