ᴄʜᴀᴘᴛᴇʀ ᴛᴡᴇɴᴛʏ ғᴏᴜʀ

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Bastión de Tormentas

   NADIE MENCIONABA NADA ACERCA DE LO OCURRIDO RECIENTEMENTE

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   NADIE MENCIONABA NADA ACERCA DE LO OCURRIDO RECIENTEMENTE. Los guardias se mantenían en silencio en cuanto a la muerte de Lady Morgana y al asesinato que cometió Lady Ravenna a sangre fría. Solo disfrutaban de la victoria ganada contra Stannis.

Ravenna había enviado a Bronson a investigar sobre el paradero del venado, sabiendo que se había ido hacia el norte, con la Guardia nocturna. Aquello la mantenía aliviada, no porque le tuviera miedo, sino porque no quería que Athos se enfrentara a otra guerra. Estaba afectado por la reciente muerte de su hermana y de su amada.

— Mis fuentes me informaron que Stannis esta en el norte. —informó Ravenna, recargando sus codos en la mesa.

— No debería confiarse, mi señora. Podría estar planeando algo contra nosotros. —le advirtió el maestre Alliester.

La leona asintió dándole la razón. Pensó que ellos también debían estar preparando algún plan de ser necesario, pero prefirió callar. No tenía ánimos suficientes para discutir.

— Costará mucho dinero restaurar por segunda vez el Torreón, mi señora. —dijo el maestro de moneda con sigilo.

— No importa los gastos. —acomodó las mangas de su vestido—. Pero ya que toma el tema del dinero, cómo van con la mina que encontraron.

— Los hombres siguen trabajando, mi señora. Vuestro hijo, Lord Arthur, ya ha visitado el lugar.

— Bien. —golpeó la mesa y empujó su silla hacia atrás—. Si ya no hay nada más que tratar, es todo.

El maestre Alliester negó, deteniendo a la rubia y extendió el elegante pergamino sellado con el emblema de la corona.

— Uno de los trovadores del rey llegó esta mañana, mi señora. Es la invitación de la boda real.

Ravenna no perdió el tiempo y rodó los ojos dejando en claro que sentía fastidio por la noticia. Todos los presentes se miraron entre sí, incómodos por la situación.

— No iremos. —empujó el pergamino de vuelta hacia el maestre, intacto—. No estamos en condiciones de asistir a una boda.

— Mi señora. —el maestre la volvió a detener y antes de que ella explotara y gritara, se apresuró—. Un cuervo también llegó esta mañana. Es de su padre.

La puerta se abrió antes de que pudiera decir algo. Athos apareció atrayendo la atención de todos. Tenía el rostro decaído, sus ojos rojos y tristes reflejaban el dolor que sentía.

— Lamento llegar tarde. —se disculpó, tomando asiento en su lugar correspondiente, a la cabeza de la mesa.

Tomó el pergamino antes entregado, rompió el sello y extendió el papel. Leyó el contenido en voz alta.

— ¿Qué no iba a casarse con la joven norteña? —fue lo único que dijo al bajar el papel—. ¿Cuál es su nombre?

— Sansa, mi señor. —respondió el maestro de guerra—. La pobre niña se casó con su tío Tyrion. ¡Qué los dioses la bendigan!

La mesa entera guardó silencio. Y el hombre se removió incómodo al recordar que Ravenna era hermana del enano.

— ¿Deberíamos asistir? —cuestionó a su hermano y también consejero naval.

— Si me permite opinar mi señor, creo que le haría bien distraerse de los malos momentos. —intervino Jafar, maestro de guerra.

— ¿Qué dice el mensaje? —señaló esta vez el pequeño pergamino que todavía sostenía el maestre.

— Es para Lady Baratheon, mi señor. —se disculpó, entregando el objeto a la rubia.

Ella lo desenrrolló y comenzó a leerlo en silencio, bajo la atenta mirada de los presentes. Arrugó la frente y apretó el pedazo de papel, haciéndolo bola.

— Preparen todo para el viaje. Será un largo camino hacia Desembarco del Rey. —pronunció con amargura.

Todos asintieron. Comenzaron a levantarse y marcharse. El maestre Alliester se detuvo antes de abandonar la habitación y miró al joven señor del Bastión. Tenía un gesto de aflicción.

— Lamento su pérdida, mi señor. —susurró. Athos parpadeó e intentó sonreír como agradecimiento, pero sus ojos estaban llorosos.

El sonido de la puerta al cerrarse fue el único ruido que se escuchó en la silenciosa habitación. Cada uno sumido en sus propios pensamientos. Ravenna miraba el vacío lugar que con anterioridad era ocupado por su hija.

— ¿Qué decía el mensaje? —cuestionó Athos rompiendo el silencio.

— Es mi padre. —informó, jugando con el arrugado papel que aún mantenía entre sus manos—. Exige mi presencia en la boda real. Alega que espera apoyo de mi parte así como él mostró apoyo cuando Athos lo pidió.

— ¿Te refieres a que ayudó a salvar a su primogénita de morir? —se burló Arthur con ironía.

— Quiere casarte con alguien. —mencionó Athos, sin expresión alguna—. Lo mencionó cuando acudí por ayuda. La necesitaba para traerlas sanas y salvas a casa, pero fallé.

Ravenna negó y se levantó de inmediato, recogiendo su vestido para caminar con facilidad hasta llegar junto a su hijo.

— No ha sido tu culpa. No sabías que Stannis tenía a tu hermana de rehén en su barco. Ninguno de ustedes lo sabía.

A Arthur le dio un poco de celos ver como su madre trataba de consolar a Athos. Y aquello lo hacía sentir egoísta, porque sabía que su hermano sufría por la muerte de su amada Morgana, pero él también se sentía mal, triste, decaído. Eira siempre fue su hermana menor, con quien peleaba a cada rato por cualquier cosa sin importancia, lo hacían a modo de juego, pero ahora ya no estaba. Ya no había nadie tratando de humillarlo con tontos comentarios. Su pequeña hermana estaba muerta y le dolía.

— ¿No deberíamos buscar un regalo para los novios? —interrumpió subiendo sus pies a la mesa—. ¿Qué le gusta a mi primo además de torturar a las personas?

— Ser un idiota. —bromeó Athos, sonriendo levemente.

— Entonces deberíamos regalarle un maestro de armas que le enseñe a usar una. Los rumores dicen que no sabe blandir la espada. Y todos sabemos que en la guerra del aguasnegras se escondió.

Ravenna negó.

— Le daremos el mazo de su padre. —dijo apretando la mandibula—. No quiero tener esa cosa aquí. Me causa conflicto.

— Pero él no le dará un buen uso. —alegó Arthur, bajando los pies y alterándose.

— Que más da. —alzó los hombros con desinterés—. Tú tampoco le darás uso, es un arma pesada.

"Y mató al amor de tu vida" pensó Athos. Él la comprendía, porque desde lo sucedido hace una quincena, no quería tocar su espada. Le recordaba la trágica noche en la que mató a Morgana. Le recordaba como los ojos de su amada habían perdido el brillo. Como había muerto por su propia mano. Lo hacía odiarse y querer golpearse contra la pared por haberlo hecho. Por haberla matado.

THE GREAT GAME |GOT|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora