ᴄʜᴀᴘᴛᴇʀ ғᴏʀᴛʏ sɪx

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El Norte

           LA JARRA VINO SOLÍA SER EL ÚNICO REFUGIO PARA RAVENNA, LAS PALABRAS DE SU HIJO SEGUÍAN VIVAS EN SU MENTE. Las personas comenzaban el nuevo día y ella seguía despierta, sin poder conciliar el sueño, estar en ese lugar la asfixiaba, creía que las paredes se hacían cada vez pequeñas y de repente se preguntaba en qué momento se había perdido, porqué estaba siendo cruel y embustera como su familia. Empezaba a creer que los demás tenían razón, ella se había obsesionado con ser reina que ahora solo deseaba poner la corona sobre su hijo.

Por momentos lloraba terriblemente, tapándose la boca con su mano para callar sus sollozos, le dolía el alma y el corazón.

Si bien Ravenna sabía blandir una y era capaz de matar a alguien como lo había demostrado, ella no era fan de las espadas. No era salvaje. Ella había sido delicada cuando fue joven, dulce y risueña. Le había alegrado la vida a Rhaegar, pero ella se había colado por sus ojos por la pasión y seguridad que siempre transmitía.

— Mi señora. —Bronson la miró casi con pena, aquella mujer que estaba ahí no era la Ravenna que había incitado una guerra—. Habrá una reunión.

— La mitad murió

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— La mitad murió. —dijo aquel hombre a cargo de los inmaculados, retirando las piezas del mapa.

— Los del Norte también. —le siguió Jon repitiendo su acción.

— Y ni hablar de los de las tierras de los ríos. —acompañó Athos con cansancio.

— Y la compañía dorada arribó a Desembarco del rey cortesía de la flota de Arthur Baratheon y Euron Greyjoy. —murmuró Varys colocando piezas a favor de los enemigos.

Se formó un silencio incómodo lleno de miradas de pena, enojo, amargura y dolor cayeron sobre los dos altos rubios de la sala. Ravenna se cruzo de brazos y miró el mapa sin atreverse a levantar la mirada, era consciente de la imagen que ahora tenían de ella; una loca, ebria y débil madre que no supo controlar a su cachorro traicionero. Aquello dolía más que cualquier crítica hacia ella, porque por años había sido señalada como el sol de oro, la culpable de la caída del reinado Targaryen, pero había aprendido a sobrellevarlo, sin embargo, no soportaba la idea de que hablaran mal de su hijo cuando él solo estaba en ese lugar por culpa suya.

— Cuando las personas sepan lo que hicimos por ellos, que las salvamos...

— Cersei se asegurará de que no lo crean. —Daenerys interrumpió a su traductora y posó la mirada en la mujer rubia de aspecto deplorable—. Porque así son los Lannister. —Ravenna rió con burla sin mirarla—. Atacaremos con fuerza, la sacaremos de raíz.

— El objetivo es remover a Cersei sin destruir Desembarco del rey. —intervino Tyrion notando las miradas y sintió intriga—. Cuando la gente vea que Cersei es su único enemigo su reinado acabará.

— A la gente le importa una mierda lo que hagas por ellos. —habló por primera vez Ravenna ganándose la atención de todos—. Han sufrido a manos de tiranos como el rey loco o Joffrey Baratheon, pero los han alabado. A ellos solo les importa ver como los que tienen el poder se desgarran. Cuando hagas un movimiento en falso se irán sobre ti hasta para acabar contigo. Después vendrá otro rey y sucederá lo mismo.

— De acuerdo. —le dijo Daenerys estando por primera vez del lado de ella. Lo había visto con los habitantes de Meereen—. ¿Qué sugieres?

— Atacar, no hay otra manera. —la miró a los ojos—. Conozco a Cersei mejor que cualquiera de esta habitación y sé que jamás se rendirá. No es el tipo de mujer que huye de sus problemas, los enfrenta. Aunque actúa por impulso y eso la vuelve débil.

— Los hombres que quedan están exhaustos. Muchos están heridos. —fue el turno de Sansa en intervenir poniendo peros—.  Pelearán mejor si logran descansar y recuperarse.

Lo único que a Ravenna reconfortaba de toda esa situación era saber que el juego final estaba siendo encabezado por mujeres, no por hombres.

— ¿Cuánto tiempo sugieres?

— No lo sé con certeza, no sin hablar con los oficiales. —le respondió con la misma tranquilidad.

— Vine al norte para pelear a su lado, con un gran costo a mi ejército y a mi misma y ahora que es momento de responder quieres posponerlo. —reclamó perdiendo la paciencia.

— No solo nuestra gente, también la suya. —replicó elevando un poco su tono de voz—. Quiere enviarlos a una guerra que no están listos para pelear.

— Mientras más tiempo le doy a mis enemigos más fuertes se vuelven.

— Las fuerzas del Norte cumplirán sus promesas y su alianza con la reina de los siete reinos. —Jon intentó calmar a su hermana.

— Yo también lo hago. Te he dado mi palabra desde el principio. —Aemon le sonrió levemente a Daenerys.

— Bien. —Tyrion rompió el pequeño incómodo silencio que se formaba—. Si todos estamos de acuerdo, Jon, Ser Davos y Athos viajarán con las tropas mientras otros grupo pequeño viajaremos a Roca Dragón con la reina y sus dragones acompañandonos.

— Hemos ganado la gran guerra. —habló Daenerys para todos—. Ahora ganaremos la última guerra. En todos los siete reinos los hombres vivirán sin miedo y crueldad bajo su legítima reina. —dijo  mientras miraba a Sansa a los ojos. Dio vuelta hacia la salida siendo acompañada por su traductora—. Ah. —se detuvo y miró a la leona—. Ravenna vendrá conmigo en la flota.

Ravenna suspiró y también abandonó la habitación no sin antes darle una última mirada a su hijo, quien se la devolvió sin expresión alguna. Aemon esperaba a que la habitación se vaciara.

— Tenemos que hablar. —le dijo a Jon al mismo tiempo que Arya repetía lo mismo.

Las dos Stark miraron a Aemon con curiosidad, Sansa sentía una leve admiración por el hombre de cabellos casi blancos y ojos violetas, mientras que Arya sentía curiosidad por el misterio de esos ojos.

— Puede esperar, lo de nosotros es más importante. —respondió Arya con brusquedad, pero ni siquiera sus ojos negros pudieron intimidar a Aemon. Lo había visto todo, desde la oscuridad de la muerte hasta los ojos azules del rey nocturno. Su vida había estado lleno de subidas y bajadas.

— Debe quedarse, lo que diga también nos incumbe. —intervino Bran.

Pasaron unos cuantos segundos en silencio, mirándose entre sí. Aemon con desconfianza, si bien no pensaba ocultar el secreto por perpetuidad tampoco confiaba mucho en ellos, a excepción de Jon, porque era un hombre decidido y de palabra como él. Como su padre, lord Eddard Stark.

— Mi madre quiere deshacerse de la reina Daenerys. —se dirigió a Jon—. Esta empecinada en hacerme el rey. —miró al resto de los Stark que parecían confundidos—. Mi verdadero nombre es Aemon Targaryen, hijo legítimo de Rhaegar Targaryen. —confesó—. Soy el legítimo heredero al trono de hierro.

— ¿Y ella lo sabe? —fue lo primero que preguntó Sansa refiriéndose a Daenerys. Obtuvo una respuesta al ver la expresión del hombre—. ¿Y que esperan para decírselo a todos? Eso podría ayudar a detener una locura.

— No. —la interrumpió Aemon—. Le di mi palabra y la cumpliré hasta las últimas consecuencias. —miró a Jon—. Mi padre no cumplió su palabra de respetar su matrimonio con la princesa Elia; secuestró a una mujeres y la arrastró a una desgracia. Hubo muerte y pobreza por esa guerra. Esas son las consecuencias cuando rompes promesas. No quiero que pase eso, no quiero desencadenar más desgracias. Estoy harto de las malditas injusticias del mundo, del poder que quieren las personas y del dinero que ansían los ambiciosos. No tengo idea de cómo terminará todo, pero de algo estoy seguro, prefiero vivir como un hombre leal a vivir condenado sabiendo que por mi murieron inocentes.

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