ᴄʜᴀᴘᴛᴇʀ ᴛʜɪʀᴛʏ ᴛᴡᴏ

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Bastión de Tormentas

              LA HELADA BRISA DEL MAR GOLPEABA EL ROSTRO DE ATHOS, QUIEN SE MANTENÍA DE PIE JUNTO AL ESTRIBOR DE LA EMBARCACIÓN

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LA HELADA BRISA DEL MAR GOLPEABA EL ROSTRO DE ATHOS, QUIEN SE MANTENÍA DE PIE JUNTO AL ESTRIBOR DE LA EMBARCACIÓN. Su madre había optado por regresar al Bastión en barco, el joven sabía que su madre solo cumplía los caprichos de su hermano.
Arthur era un gran amante de los barcos y del mar, le encantaba navegar. De niño solía escabullirse a los muelles y escuchar todas las hazañas de capitanes que habían viajado hacia las ciudades libres.

— Creí que querías descansar. —una presencia se había parado junto a él, bastaba con oler la dulce fragancia para saber que se trataba de su madre. Nadie olía a rosas invernales como ella.

— Me siento mareada. —respondió en voz baja.

Al rubio le pareció extraño y se giró para mirarla. Conocía perfectamente a su progenitora para saber que algo malo le sucedía. Ravenna siempre había tenido una voz suave, pero firme, no susurraba ni inclinaba la cabeza. Jamás en sus dieciocho años la había visto tan mal como ahora, parecía que en cualquier momento colapsaría de lo pálida que se encontraba.

— Estoy bien, no tienes porque preocuparte. —murmuró al notar los ojos de su hijo examinándola—. Deshice el compromiso con los Tyrell.

Athos asintió aún cuando ya estaba al tanto de la situación. Era de esperarse que con la muerte de su abuelo Tywin, lo primero que su madre haría sería romper las futuras alianzas con la casa Tyrell.

— Bronson envió un cuervo diciendo que Stannis se aloja en el norte. Planea usar a los salvajes para el reclamo al trono.

La risa heló los sentidos de Athos, jamás la había escuchado reír de esa manera.

— Su ejército está muriendo, no resisten el frío del norte. Se están quedando sin comida y la esperanza de su gente empieza a decaer. Esa mujer lo ha manipulado a tal grado de que ya nada queda de aquel Stannis temerario y respetable que inspiraba a cientos de hombres.

— Apenas lleguemos a casa planearé el ataque, te prometo que te traeré su cabeza. —colocó su mano sobre la de su madre para sellar la promesa—. Vengaremos la muerte de Eira.

— No quiero su cabeza Athos, lo quiero vivo. —murmuró mirando las olas romper unas contra otras—. Mi pequeña niña murió de la peor manera que puede existir, quiero que Stannis sufra lo mismo. Quiero que Craxos lo mate.

— Madre... —Athos de inmediato alejó su mano ante las duras palabras de la rubia. Tenía esa mirada llena de odio, sus pupilas dilatadas y la mandíbula apretada.

— No, Athos, estoy harta de aplazar las cosas, de seguir ocultando la verdad. —levantó los ojos y miró más allá de su primogénito. Arthur guiaba el barco desde el timón—. Mi padre ocultó demasiados asuntos que en su momento pudieron evitar desgracias, temo que me suceda lo mismo. Que la culpa me ahogue hasta el grado de explotar hiriendo a los demás.

— No pasará eso. Yo siempre estaré a tu lado.

— No vuelvas a decir eso. —le cortó de manera tajante—. Tú padre dijo lo mismo y aún así me dejó sola y con cientos de problemas por solucionar.

Se acercó de nuevo a la orilla y miró las olas. Había días en los que se sentía aquella joven de dieciséis que se había enamorado perdidamente del príncipe. Había días en los que recordaba el cabello de Rhaegar, sus ojos o su sonrisa. Y lo aborrecía. Lo aborrecía por ser un estúpido que no pudo hacer bien las cosas.
Y cuando veía a Athos pensaba en si algún día sería rey, si lo amarían, si las personas se arrodillarían ante él o simplemente se volvería loco como su familia.

THE GREAT GAME |GOT|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora