Bastión de Tormentas
— Ella está aquí. —dijo de pronto, dejando de lado el libro que sostenía.
— ¿Quién? —se mostró confundida, separando la mirada de los pergaminos que leía. Tan pronto se había ido había vuelto. Ravenna iba de prisa, moviendo sus piezas.
— Daenerys Targaryen. —pronunció, a lo que Ravenna rodó los ojos—. ¿Acaso nunca piensas decírselo? Merece conocer la verdad, es su familia. Él tiene más de la casa de dragones que de la tuya. Un Lannister no es, ni un Baratheon aunque haya crecido rodeado de ellos.
— No es el momento. —atinó a decir, girando para seguir con sus labores.
— ¿Y cuando lo será, madre? Cuando lo descubra por si mismo, o cuando la verdad te ahogue hasta el grado confesar. —se exaltó levantándose de un brinco—. ¿Crees que soy estúpido como para no darme cuenta que contratas mercenarios a su causa?
— Este tipo de asuntos no te conciernen, Arthur. Vuelve a lo tuyo.
— ¿A lo mío? —su voz adquirió cierto tono grosero y elevado—. ¿Y que es lo mío, madre?, ¿al menos sabes lo que me gusta o lo que quiero?
Ravenna cerró con fuerza el libro a la par que cerraba sus ojos antes de volverse a mirar a su hijo.
El de enmedio, al que más amaba aunque no lo parecía.
Aemon había sido un niño solitario, con las narices metidas en los libros o practicando con la espada, Eira, una rebelde, consentida por su padre, pero Arthur, él había sido un niño apasionado, interesado en la política y en lo que su madre tenía por contar sobre la guerra e historia.— Amas las armas pesadas, quieres una buena mujer que te ame y pasé el resto de su vida a lado tuyo. Pero no quieres quedarte en un lugar, amas el mar y los barcos, explorar es tu pasión, por lo que si me permites opinar, creo que será difícil encontrar a esa mujer. Y lo más importante, no quieres un título, un castillo. Te importa una mierda quien se siente en el trono porque lo único que quieres es explorar nuevos horizontes. —se acercó a él colocando su mano en la mejilla del joven—. Soy tu madre, cariño. Te conozco más de lo que llegué a conocer a otra persona. Y te amo más de lo que amé a alguien, pero él me necesita ahora. Todas las cosas que le están pasando ya estaban predichas, él es el príncipe prometido.
Arthur chasqueó la lengua y quitó la mano de su madre, pasó junto a ella empujándola y cerrando la puerta con fuerza. Estaba harto de que su madre siguiera empeñada en recuperar una estupida corona. Solo lo hacía porque ella nunca pudo tenerla.
Su larga cabellera rubia ondeaba al compás del aire mientras se encontraba sentada, con los brazos cruzados a la altura de su pecho y mantenía su mirada fija en sus hijos. En su mano sostenía el mensaje recién llegado de Roca dragón.Las espadas chocaban haciendo ruido cuando el metal de encontraba. Sonrió cuando Arthur logró desarmar a Athos. Aplaudió levantándose y comenzó a bajar las escaleras para encontrarse con los hombres que ocupaban un lugar en su corazón.
— Madre. —pronunció el menor recobrando el aliento que había perdido en su gran esfuerzo.
— Te felicito, has hecho un gran trabajo. —sonrió mientras acariciaba la mejilla del peli negro—. Ya era hora de que acabaras con éste rubiecito.
— Lo mío no es la espada. —argumentó mirando el objeto filoso—. Prefiero usar otro tipo de armas.
— ¿Te refieres al hacha de padre? —cuestionó Athos enfundando su espada—. Te alentizara.
— ¡Claro que no! —gruñó molesto—. Padre la usaba y jamás perdió una batalla. El tío Robert usaba un mazo, que es más pesado y aún así mató al príncipe dragón.
Ravenna palideció y retrocedió con sus piernas temblorosas. Sus ojos se humedecieron cuando la invadió el recuerdo de Rhaegar sonriendo a su lado. Aquellos días se sentía débil, aturdida por las viejas memorias de su más grande amor.
— Madre, yo no quería... —murmuró agrandando sus ojos. Aún se sentía molesto por la conversación de la mañana, pero su intención jamás fue herir a su madre de esa manera.
— Está bien, déjalo así. —respondió aclarando su garganta y recobrando su postura. Giró su cabeza y centró toda su atención en Athos—. Llegó este cuervo de Roca Dragón.
— Es el sello de la casa Targaryen. —murmuró tomando el papel. Jamás había visto ese sello, pero lo supo cuando vio el dragón de tres cabezas—. ¿Lo has visto ya? —levantó la cabeza hacia su madre, ella negó.
— Desconozco la información.
Athos rasgó el sello casi con desesperación y desenrolló el pedazo de pergamino. Las manos le sudaban, al igual que todo el cuerpo. Se sentía extraño y no le agradaba esa sensación.
— Habrá una reunión en poza dragón. —dijo una vez leyó el mensaje—. Al parecer la tía Cersei aceptó dicha reunión, dice que es de carácter urgente y nos conviene a todos las personas vivas en los siete reinos, también menciona al rey de la noche y un ejército de muertos.
— ¿Cómo la historia que nos contaba padre antes de dormir? —Arthur arrugó la frente—. Me suena más a una trampa.
— No lo es. —murmuró Ravenna bajando la voz—. Creo que lo más razonable sería ir y escuchar lo que tienen por decir. —aconsejó tomando la mano de su hijo—. Pero debemos tener cuidado, necesitamos a Cersei de nuestro lado.
— Suena a una locura. ¿Segura que quieres ir? —rió Athos—. No es tu estilo, madre.
— Toda mi vida es una locura, Athos. Créeme, esto es importante.
— Pues debemos partir esta noche o no llegaremos. —dijo antes de acercarse a uno de los guardias y darle órdenes.
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THE GREAT GAME |GOT|
FanficCon la muerte de Robert Baratheon, el trono de hierro ha caído en manos de los Lannister. Cersei pone la corona sobre su cruel hijo bastardo iniciando una rebelión conocida como la guerra de los cinco reyes. Guerra en la que Ravenna trata de mantene...