Con la muerte de Robert Baratheon, el trono de hierro ha caído en manos de los Lannister. Cersei pone la corona sobre su cruel hijo bastardo iniciando una rebelión conocida como la guerra de los cinco reyes. Guerra en la que Ravenna trata de mantene...
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LA LARGA Y SUAVE CAPA DE SEDA CUBRÍA LOS HOMBROS DE RAVENNA, PROTEGIÉNDOLA DEL FRÍO DE LA NOCHE. Para su infortunio, todos parecían mirarla, sin apartar los curiosos ojos de su figura y hermoso rostro empapado de lágrimas derramadas por la muerte de su hija. Del cuerpo que no podía reclamar, ni dar un último beso de despedida.
Tywin, la miraba con cierta molestia incluso hasta aburrido. No podía creer que su hija siguiera siendo igual de sentimental que cuando joven. Si él estuviese en su posición pensaría en un plan contra Stannis, como venganza por la muerte de la niña.
- Dile a tu hermana que deje de llorar, avergüenza a nuestra casa. -murmuró cerca de Cersei, quien sostenía en su regazo al menor de sus hijos, Tommen-. Después hablaremos de la tontería que estabas por cometer.
La rubia miró de reojo a su padre antes de enfocarse en su hijo y sonreírle tiernamente, le besó la mejilla y lo dejó a cargo de una sirvienta, para que lo llevara a sus aposentos a descansar. Soltó un pesado suspiro al ver la situación de su hermana, con la mirada perdida y los ojos hinchados por el llanto. La comprendió, si ella hubiese perdido a cualquiera de sus hijos quizás también estuviera en aquella situación, incluso hasta volverse loca de rabia y odio. Se acercó lentamente a ella. La última vez que la vio fue cuando Robert y Ayrmidon murieron, y Ravenna le declaró la guerra acusándola de la muerte de su esposo.
- Llorar no remedia nada. -le dijo acomodando las mangas de su vestido-. Vamos. Los sirvientes te prepararán un baño caliente, podrás cenar un poco y dormir.
- No quiero nada de ti. -escupió las palabras, mirándola con aquellas esmeraldas llenas de dolor-. Sé cómo funciona esto. Tu ayuda significa que debo agradecerte toda la vida e hincar la rodilla ante tu hijo.
- Creí que eras más inteligente. -sonrió con fingida amabilidad a los guardias que pasaban junto a ella, mallugados por la batalla, pero orgullosos de ser sobrevivientes y vencedores-. Padre está molesto por el espectáculo que estás dando.
Ravenna bufó rodando sus ojos y limpiando con brusquedad el rastro de lágrimas en sus mejillas, frías por el viento del invierno que se acercaba.
- Madre. -Athos apareció frente a ella, con ese semblante de preocupación y ojos de tristeza como los de su padre. Dejó caer la espada y se apoyó en su rodilla derecha para quedar a la altura de su progenitora. La abrazó con fuerza, consolándola por el dolor que compartían ante la pérdida de Eira. Pronto se unió Arthur al abrazo.
Cersei miró por unos largos segundos la imagen frente a ella. Sintió celos de su hermana. A diferencia de Ravenna, Cersei no poseía el amor de su amado hijo Joffrey, quien despreciaba a todos.
- Quiero ir a casa. -murmuró la rubia a su hijo mayor-. No soporto estar aquí. Siempre que vengo a Desembarco del rey cosas malas suceden. Quiero ir a casa. -murmuraba sin parar.
Athos aceptó el cuenco con agua que le ofrecía uno de los criados e hizo que su madre bebiera, sabiendo que la leche de la amapola podría calmarla. Cuando la rubia quedó dormida en los brazos de su hijo Arthur, ambos se encargaron de llevarla a uno de los barcos. Partieron cuando el sol comenzaba a salir, sin decirle nada a nadie y dejando a Tywin lleno de furia por no llevar a cabo su plan de casar a su hija.