ᴄʜᴀᴘᴛᴇʀ sᴇᴠᴇɴ

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Bastión de Tormentas
298 d. C.

▬▬▬▬SEVEN: ❝LARGA DESPEDIDA❞

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▬▬▬▬SEVEN: ❝LARGA DESPEDIDA❞

       EL SILENCIO DE LA HABITACIÓN llegaba a abrumar a Ravenna.
Esperaba que las palabras salieran de los labios de su esposo, aún cuando ella ya era conocedora de la desagradable noticia necesitaba escucharlo de él.

— No te vayas. —pidió acariciando el pecho de Ayrmidon—. Robert sólo quiere un pretexto para retenerte en Desembarco.

Ayrmidon río girando su cuerpo para quedar frente a la rubia que permanecía en la cama, siendo cubierta por una fina sábana blanca. Le tomó la mano derecha y la llevó hasta sus labios para besarla.

— Necesito conocer a la nueva mano del Rey. —se excusó pasando sus dedos por la blanca piel de la leona.

— Es Ned Stark, ya lo conoces. —susurró un poco cohibida al tocar el tema—. No necesitas ir. Vuestro lugar es aquí, conmigo y con vuestros hijos, siendo el señor del Bastión de Tormentas.

— Es mi hermano Ravenna, no un tirano.

— No es así como lo ven los demás. —elevó la voz rodando los ojos.

— No deberías estar molesta por algo tan banal. -reclamó sin intenciones de discutir—. Sólo iré por unos días y regresare. Prometo no tardar más de una quincena.

— ¡Una quincena! —exclamó aferrándose al cuerpo de Ayrmidon—. No quiero que te vayas.

— Athos debe empezar a hacerse cargo de las tierras de la Tormenta, tiene que tomar decisiones y ver por el bien de los demás.

— Athos es lo suficiente maduro para guiar un ejército a la guerra. Él podrá liderar, tiene el don y es joven. —murmuró aferrándose al cuerpo del venado—. Yo te necesito. No me dejes aquí.

— Entonces ven conmigo. —propuso sin pensarlo—. Podrás ver a vuestros hermanos. Seguro que a Jaime se le saldrá el corazón cuando te vea, de Cersei no puedo decir nada, pero supongo que se pondrá feliz.

— No deseo volver a Desembarco del Rey ni ver a mis hermanos. —pronunció con molestia—. Jaime me decepcionó por lo que hizo y Cersei siempre me desagrado. Ella no era buena, sólo terminó por corromper el corazón de Jaime con sus mentiras. Los dos me dan asco de saber lo que hacen.

— Lo siento, creí que querrías verlos después de todos estos años. —se disculpó tímidamente.

— Está bien, no tienes la culpa de los pecados Lannister. —sonrió aunque parecía una mueca—. Eres libre de visitar a vuestro hermano, es tu sangre y tú siempre lo quisiste mucho. No deberías prestarme mucha atención.

— No, si que debo. Eres mi señora, vuestra opinión siempre será de gran importancia para mi.

Ayrmidon se acercó a besarla con emoción, porque aún después de quince años la seguía amando con la misma intensidad, incluso la amaba más por darle dos hermosos hijos.

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