ᴄʜᴀᴘᴛᴇʀ ғᴏʀᴛʏ ᴛᴡᴏ

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El Norte

   LA ESCARCHA CUBRÍA LAS HOJAS ROJAS DEL ÁRBOL DE LOS DIOSES ERA UN MANTO INDICADOR DE QUE EL INVIERNO YA ESTABA AHÍ, SI ES QUE AÚN QUEDABA DUDA

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   LA ESCARCHA CUBRÍA LAS HOJAS ROJAS DEL ÁRBOL DE LOS DIOSES ERA UN MANTO INDICADOR DE QUE EL INVIERNO YA ESTABA AHÍ, SI ES QUE AÚN QUEDABA DUDA.  Ante los ojos de Aemon aquello era espectacular, parecía un mar de sangre mezclándose entre la nieve. Aquello le provocó un escalofrío y pensó en la cantidad de sangre que se derramaría en las guerras que estaban por venir.

— Nunca había visto a alguien tan fascinado con un simple árbol. —se burló Daenerys llegando al encuentro.

— Solo pensaba. —susurró jugando con la hoja que tenía entre sus manos—. ¿Cómo están las cosas con Jon? 

— No es mi tipo. —susurró con una pequeña sonrisa en sus labios—. Prefiero a alguien más alto.

Aemon rió por la broma y dejó caer la hoja que voló a causa del viento. Parecía tonto, pero quería volar como esa hoja y ser libre de las preocupaciones que lo atormentaban.

— Supongo que no me has llamado para hablar sobre mi relación con Jon Snow. —se atrevió a decir Daenerys ante el aterrador silencio.

— No, por supuesto que no. —balbuceó incapaz de sostenerle la mirada—. Ni siquiera sé por dónde comenzar. Es...complicado.

— Comienzas a preocuparme. —elevó sus gruesas cejas blancas. Era incapaz de comprender lo que sucedía y comenzaba a asustarse.

— Soy un Targaryen. —soltó de inmediato y de una manera asombrosamente rápida, tanto así que asustó a los cuervos que estaban posados sobre el árbol. Los graznidos fueron agonizantes.

— ¿Qué? —fue lo único que pudo formular y no porque no escuchaba bien, sino por la noticia.

— Soy hijo de Rhaegar Targaryen. —pronunció más calmado—. Mi madre me lo ha dicho apenas ayer.

— ¿Tu madre? —inquirió apretando la mandíbula y apartando los ojos de él—. ¿Así que esperas que crea lo que tú madre dice?, ¿quieres que le crea a la persona que destruyo mi casa?

— Mi madre no destruyó tu casa. —bramó de inmediato, salvando a su madre—. Ella también sufrió con lo qué pasó, incluso más...

— ¿Más que yo? —soltó una risa amarga, interrumpiéndolo—. No tienes idea de todo por lo que he pasado por culpa de vuestra madre. Tuve que andar de un lado a otro tratando de que no me mataran los mercenarios de Robert Baratheon, fui vendida como una yegua de cría, he sido encadenada y traicionada, violada y deshonrada. Lo único que me mantuvo de pie fue la fe en mi misma y mi reclamo al trono. —enumeró acercándose a él—. ¿Cómo quieres que me sienta ahora cuando vienes y me dices que ese reclamo no me pertenece? Y solo porque vuestra madre así lo dice.

Aemon la miró sin decir una sola palabra. Detestaba quedarse sin argumentos, pero ella tenía razón, era frustrante enterarte de que toda tu vida había sido un engaño.

— Cuando era niño sentía fascinación por vuestra casa, solía decirle a mi madre que quería ser un dragón. —empezó tomando una bocanada de aire—. Recuerdo cuantas veces mi padre deseó visitar a su hermano Robert y mi madre se negó. Recuerdo como me obligó a no mirar a los demás niños a los ojos diciendo que podrían envidiarme por el color de los míos. Recuerdo a las personas murmurando cosas mientras me veían. —mientras lo narraba lo recordaba y sentía tristeza—. Siempre lo supe y me negué a creerlo.

Daenerys, escéptica mantenía su mirada en el joven.

— Me preguntaba porque mi cabello no era negro como el de mi padre y hermanos o porque mis ojos eran violetas, y cuando le preguntaba a mi madre ella solo se entristecía y respondía que eran rasgos de los Lannister. —su voz era débil—. Sabía porque esas personas murmuraban cuando me veían, y era porque mi madre había sido raptada por Rhaegar Targaryen y había vuelto con un bebé en brazos. Supe que por eso me escondía de Robert, para que no me hiciera daño como a mis hermanos, los hijos de Elia. Lo supe y no quise creerlo, porque prefería vivir en una mentira que cargar con la responsabilidad de este día.

— Entonces no cargues con esa responsabilidad. —Daenerys quiso aprovecharse del estado vulnerable de Aemon—. Nadie tiene porque saberlo

— Ese es el maldito problema. —levantó la cara apretando la mandíbula—. Todos lo saben menos yo. —su respuesta heló a la joven—. Soy Aemon Targaryen, siempre lo he sido y de eso no te quede duda porque soy tan parecido a ti como a mi padre.

Ella solo se quedó callada mirándolo dolida. No sabía que hacer, no quería perder el trono. Todo por lo que había luchado se venía abajo.

— Lo quieres...—susurró con un hilo de voz. Sus ojos desprendían miedo y retrocedió asustada. La idea de matarlo pasó tan rápido por su mente y se estremeció, temblando con más miedo. Ella no era así, no era una asesina por gusto.

— Espero que la razón por la que has venido de tan lejos sea para traer finalmente la paz. Hemos luchado muy duro para eso. —sorbió su nariz, roja por el frío—. Voy a apoyarte, lo juré ante los hombres y no soy alguien que rompe su palabra. Pero al menos déjame pensarlo. Déjame pensar en lo que es correcto para esta situación.

Daenerys miró la mano extendida de Aemon frente a ella. Todas sus ilusiones de un amor a futuro con él se vinieron abajo, pero por un momento pensó en ese mismo futuro. No quería ser reina por casarse con un rey, ella quería ser la reina por su poder.

Aceptó la mano de su sobrino. Iba a lidiar con sus problemas uno a uno, empezando por un rey muerto y terminando por un heredero del trono. Ella aún era inexperta en el amor, pero francamente aspiraba a uno que no la hiciera sentir pequeña, pero que al mismo tiempo le resultará cálido.

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