ᴄʜᴀᴘᴛᴇʀ ᴇɪɢʜᴛᴇᴇɴ

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EN EL CAMINO HACIA HARRENHAL, ATHOS SE HABÍA TOPADO CON ARTHUR Y BRONSON

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EN EL CAMINO HACIA HARRENHAL, ATHOS SE HABÍA TOPADO CON ARTHUR Y BRONSON.
Los jóvenes hermanos se unieron en un abrazo, los ojos les brillaban por las lágrimas que retenían ante el sentimiento de impotencia y dolor de perder a quien más amaban.

— No pude protegerla. —pronunciaron ambos a la par, haciendo alusión a las mujeres que debían cuidar y ahora estaban en las garras de Stannis.

La noche cayó sobre ellos, obligándolos a detenerse y hacer una fogata en medio del bosque. Bronson había cazado un par de ardillas para cenar y Arthur sacó el poco vino que llevaba con él.

— Debo regresar al Torreón. —mencionó Athos levantándose de manera abrupta. En su mente se reproducía el mismo recuerdo de las llamas cubriendo su piel y al pequeño dragón emergiendo del huevo petrificado.

— ¿Para qué? —se incorporó Arthur—. Ya no hay nada ahí. Stannis lo tomó todo.

Aquellas palabras sólo lograron preocupar al rubio, quien de inmediato preparó a su caballo y lo montó. No pensaba perder algo más, no después de marcharse sin la mujer que amaba.

— Athos, ¿acaso no me escuchas?

— Lo hago, pero necesito regresar. —repitió antes de golpear el lomo del animal—. Nos veremos en Harrenhal. —gritó a la lejanía.

Sin embargo, Arthur sentía un gran afecto a su hermano, a pesar de saber que no compartían del todo la misma sangre.
Montó su caballo y siguió a Athos. No tenía intenciones de perder a alguien más de su familia, mucho menos a quien lo había cuidado cuando era niño.

El Torreón ardía entre llamas, las infraestructuras de madera se venían abajo convirtiéndose en carbón que manchaba las botas de Athos.

El lúgubre y húmedo espacio era iluminado por la escasa luz de la antorcha que Athos llevaba en su mano derecha, en la izquierda cargaba una cubeta pequeña de madera con un contenido de carne cruda que serviría de alimento para su dragón.

Dejó en el suelo la cubeta y colgó en el arnés la antorcha. Se inclinó en la jaula cubierta por un manto rojo, quitándola de un sólo movimiento para dejar al descubierto al animal escamoso, de color negro y ojos rojos que emitió gruñidos resonantes ante el silencio.

Athos lo mandó a callar con un susurro, metió su mano en la cubeta tomando unos pequeños trozos de carne y llevándolos hasta la boca del dragón.

— ¿Por qué debemos mantenerlo en secreto? Es lo más increíble que he visto en mi vida, los hombres se volverían locos. —habló Arthur a su espalda observando fijamente la labor que realizaba su hermano mayor.

— Intentarán hasta lo imposible para robarlo, incluso matarlo. —respondió sin detenerse en su apreciación del animal.

— A la chica Targaryen que está a través del mar angosto la llaman madre de dragones, ¿tú que eres? ¿el padre? —se burló con una pequeña risa hasta que logró tranquilizarse—. ¿Cómo siete infiernos saliste ileso del fuego?

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