Punto De Control.

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Tras unas horas de viaje, finalmente llegamos al punto de control, donde varios oficiales se acercaron para recibir informes de lo sucedido.

También llevaron una camilla para Jacknife, pero el insistió en caminar al área de salud.

El sujeto era duro.

Todo parecía estar tranquilo hasta que vi a la directora del orfanato, observando muy segura desde la distancia.

—¿Haru? ¿Qué vas a hacer? -Tsuyu preguntó preocupada cuando me vio caminando a paso pesado hacia la mujer.

—No me detengas, Tsuyu.

—No puedes causar problemas, estamos en ley marcial —advirtió cortandome el paso.

—Tsuyu —me refrené para no empujarla—. Se que la invasión de GEAS no fue su culpa; ni siquiera el ataque al orfanato, pero si ella está aquí instalada mientras el resto de la gente en la ciudad acaba de llegar, significa que fue de las primeras personas en huir.

Abandonó a los niños y se fue cuando había tiempo —

—Si así fuera, alguien tuvo que avisarle.

—Lo sé, pero mientras averiguo quien, no puedo dejarla ir así; mi cordura depende de que pueda darle un golpe en la boca a esa mujer.

Apretando los dientes, Tsuyu se quitó de mi camino; ella entendía lo importante que era para mí hacer esto y también tenía mucho rencor contra la mujer que estaba dispuesta a permitir que Hiroshi la violara.

—Vaya, vaya, pero si es Haru ¿Quién iba a pensar que un inútil como tú sobreviviría —en cuanto me vio acercarme, la mujer emitió una voz burlona que solo he hizo hervir más la sangre.

—¿Qué sucede? ¿Te comió la lengua alguna GEA de aguas negras?

Seguí caminando hacia ella, quien no imaginaba lo que iba a pasar ahora.

—Finalmente te volviste lo... —interrumpí sus palabras con un golpe a su mandíbula que la tiró al suelo junto con varios dientes.

—Esos niños eran tu responsabilidad. Tu estabas a cargo de su seguridad y los abandonaste.

Para este momento, muja gente volteó a vernos.

—¿Qué... Qué se suponía que hiciera? —finalmente había miedo en su rostro—. No podía protegerlos; estar o no con ellos no cambiaría nada —las palabras de una cobarde.

—¿Qué hay de llevártelos cuando te enteraste? ¡¿Quién te dijo?!

—Yo —una voz familiar llegó al rescate.

—Hiroshi... Debí imaginarlo; tu tampoco estabas en la ciudad —respondí mirando al chico que llegaba a mi derecha.

El y la directora tenían una especie de acuerdo. Hiroshi sería libre de abusar de vez en cuando de las chicas más grandes en el orfanato y ella no lo reportaría; a cambio, Hiroshi la protegería y la mantendría informada de cosas como estas.

La autoridad de un potenciador como Hiroshi le servía de mucho.

—Me sorprende que una mierdesilla como tu sobreviviera.

—Créeme, hice más de lo que tú podrías haber hecho.

Finalmente me encaró.

—¿Sabes que con mi autoridad puedo arrestarte?

—Inténtalo.

Hiroshi lanzó un golpe con el que en realidad planeaba matarme y lo esquivé mientras sacaba mi espada de su funda.

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