Habíamos quedado todos en la habitación de McLaren para animar a Carlos después de lo que había pasado. Allí, con unas botellas de tequila, nos habíamos liado a chupitos, con un juego que había marcado un antes y un después en mi adolescencia. Uno de los participantes decía algo que nunca había hecho, y si tú, sí lo habías hecho, debías tomarte un chupito, era simple.
—Yo nunca he tenido un gatillazo— dije yo, ya con una cantidad considerable de alcohol en vena.
Los chicos se miraron entre ellos, avergonzados, y un valiente llenó su vaso y se tomó el primer chupito.
—Normal Vettel, ya con la edad... — se rió Carlos.
—Oh venga, es algo que le ha pasado a todo el mundo— se quejó Seb.
—Es cierto— Verstappen se tomó otro chupito.
Al final, todos fueron bebiendo, uno a uno, y reconociendo, que a veces, la maquinaria no funcionaba como ellos querían.
—Yo nunca he tenido sueños eróticos con otro piloto— dijo Carlos sin prestar mucha atención.
Fui la primera en tomar un chupito, y dios, casi me atraganto. Todos los chicos se me quedaron mirando con los ojos muy abiertos.
—¿Qué?— pregunté yo.
—¿Con quién fue?— preguntó Carlos, esta vez más interesado.
—No os lo voy a contar— dije yo.
—Oh vamos, somos tus amigos— dijo Charles, sin atar cabos.
—Oh, oh, no lo dices porqué está aquí— dijo Lando entusiasmado.
—Está aquí, sí— dije.
Los chicos se miraron con una mezcla de entusiasmo y curiosidad.
—Pero no lo digo por los demás, que sois peores que las marujas de pueblo— me reí.
Los chicos se hicieron los ofendidos, —¿Marujas de pueblo nosotros? Ya lo dudo— dijo Ricciardo, recolocándose la chaqueta como si fuera una bata de señora.
—¿Entonces a él se lo dirías?— preguntó Seb con tono curioso.
—Sin problema— dije yo.
—¡Uy qué coño, pues díselo!— dijo Lando emocionado, para él aquello era como si me fuera a casar.
—Chicos, estas cosas uno las hace en privado— reí.
—A mi no me metas en movidas, que compartimos habitación— intervino Max.
—¡¿Es Verstappen?!— preguntó Ricciardo con los ojos muy abiertos.
—¡JAMÁS!— gritamos los dos a la vez, echándonos a reír al unísono.
—Yo nunca he hecho un trío— dijo Leclerc.
—¡¿QUÉ TIPO DE MENTE PERTURBADA TIENES?!— Lando se había traumatizado.
Carlos se tomó un chupito bien cargado.
—¡¿DISCULPA?! ¡¿MEJOR AMIGO?!— Lando seguía flipando.
Ricciardo fue el siguiente en beber.
—Y parecías tonto cuando te compramos— dijo Seb, riéndose
—Touché— dijo Dan.
Max también bebió —Ni se os ocurra preguntar— dijo.
—¿Mala experiencia?— dije, y él asintió.
—Yo nunca lo he hecho en una habitación de hotel— dijo Lando.
Todos bebimos, y el chico nos miró con los ojos realmente abiertos.
—Por dios Lando, vivimos de hotel en hotel— dije yo.
—Bueno, tú llevas poco— dijo Carlos, intentando sonsacar alguna información.
—Hombre, el australiano, en la primera carrera, si ya lo dijo— rió Ricciardo.
—No era australiano, también lo dije— insistí yo.
—¿De dónde entonces?— preguntó Dan, acercándose mucho.
—Nunca lo sabrás— dije.
—¿No puedes decir nada de él?— preguntó Lando decepcionado.
Pensé bien mi respuesta —Está bien bueno, la verdad— dije, y como esperaba, los seductores ojos azules del alemán se clavaron sobre mí desde el otro lado de la habitación. Lando y Charles se miraron boquiabiertos, no esperaban aquella respuesta.
Max los vio tan apurados que decidió seguir con el juego —Nunca he tenido sexo en público—
Solo bebió Dan, alegando que si viviéramos en Australia todos lo hibiéramos hecho.
—¿Para qué, para que me entren las setecientas mil especies de arañas que tenéis allí?— se rió Carlos.
—Yo nunca he tenido sexo anal— dijo Seb.
Todos bebieron, a excepción de él y yo.
—A mí esas cosas no me inspiran confianza— dije.
—Ya claro... — Carlos se reía mientras me miraba de reojo.
—Yo nunca me la he medido— dijo Ricciardo, esperando que todos bebieran, por, el contrario, solo presenciamos el chupito de Lando, quien avergonzado dijo que era algo normal.
Algunos de los chicos empezaban a quedarse medio dormidos apoyados en las paredes, por lo que decidimos desmontar aquel cónclave improvisado.
Cuando salimos al pasillo para redistribuirnos en las habitaciones, nos dimos cuenta de que la luz no funcionaba, así que un poco como pudimos, con las linternas del móvil nos organizamos. Yo me dirigía a mi habitación cuando el cuerpo de un chico se pegó al mío, y me empujó con relativa fuerza a la pared.
—¿Dónde vas?— preguntó Seb, dejando un par de besos húmedos en mi cuello.
—Vettel, van a vernos— dije divertida, intentando ahogar un suspiro de excitación.
—¿Vienes a mi habitación?— sus manos, hasta entonces apoyadas en la pared, se posaron en mi espalda y fueron bajando despacio.
—¿Y Leclerc?— pregunté, lanzándome a su boca sin poder contenerme.
Seb se separó un poco de mí —El niño también tiene sus escarceos, cariño— dijo con ternura.
—¿Está con una chica?— pregunté sorprendida.
—Ahá— asintió el chico, volviendo a besarme. Atrapó mi labio inferior entre los suyos, y lo mordió con fuerza, aquello me estaba volviendo loca.
Sus manos llegaron a su destino, y levantándome por el culo me llevó a su habitación.
Allí nos tiramos a la cama con cierta violencia, mis manos se enredaron en su pelo, y las suyas siguieron donde estaban, ejerciendo presión para acercarme más a él.
—Oye— dijo él.
—¿Sí?— pregunté, casi sin poder ahogar un gemido.
—¿Así que estoy bueno?— preguntó, refiriéndose al juego de antes.
—Joder Seb... Imagínate, si hasta sueño contigo... — creo que hasta me sonrojé.
El chico se tomó aquello como un reto, y sin ningún cuidado (cosa que en ese momento no me importó) comenzó a dejar mordiscos por todo mi cuerpo; los labios, el cuello... Me estaba volviendo completamente loca, con Seb allí, bajando por mi abdomen, y la ropa tirada por el suelo.
Aquello del alcohol nos afectaba mucho, de normal no éramos tan brutos, pero joder, era una puta pasada.
Las manos del chico se colaron bajo mi ropa interior, no pude evitar gemir en su oído, cosa que a decir verdad, creo que lo volvió loco.
Allí, en aquella habitación de un hotel de lujo de China, con quien sabe cuanto alcohol en sangre, nos entregamos una vez más el uno al otro, con pasión, casi como animales.