Narra Chloe:
Después de haber pasado una semana genial en España, tocaba volver a la rutina, y la verdad es, que aunque me encantaba mi trabajo, hubiera preferido pasar unos días más en casa, con mi familia.
Viéndolo por otro lado, tenía que volver con mi otra familia, la que yo misma había elegido; mis amigos.
El viaje en avión hasta Mónaco lo hice con Carlos, ya que ambos cogimos el avión desde Madrid.
Lo noté muy bajo de ánimos, me dijo que James tenía algo con Rose, pero no creo que eso tuviera nada que ver. Me daba bastante pena, la verdad, Carlos era un buen chico, aunque intentara ocultarlo, se veía a la legua; no sé, en la forma de mirar, en cómo trataba a los fans, en el tono de voz... No tenía ni la más remota idea de qué le pasaba, pero en cierto modo me dolía ver a mi amigo así.
Cuando llegamos a Mónaco, nos separamos, Carlos llevaba mucha prisa, y a mí me gustaban tanto los aeropuertos, que quería pasar un rato más allí.
Toda aquella gente, desconocidos para mí, que iban, venían, cada uno ensimismado en sus pensamientos, como en una burbuja, cada uno con sus problemas y sus alegrías, algunos exhultantes y otros herméticos. Era una gran forma de darse cuenta de lo diferentes que somos todos; me sentaba, y observaba, sin más, a veces tratando de averiguar en que andaba pensando cada uno, o incluso cosas como la edad o la profesión, aunque como nunca preguntaba, me quedaba con la duda de saber si había acertado.
A veces algún fan me reconocía bajo mi gorra de Red Bull, y venía para que le firmara un autógrafo, para hacerse una foto conmigo, o sin más para conocerme.
Me sentía a gusto allí, pequeñita, entre tanta gente, y en un sitio tan grande.
—¿Te has perdido?— susurró alguien en mi oído desde atrás.
Un escalofrío recorrió mi espalda, creo que no olvidaré su voz jamás...
—Hola Nico— dije, un poco con desgana, la verdad.
—¿No te alegras de verme?— dijo él, sentándose en el suelo, a mi lado.
—No— dije —Bueno, a ver, sí— dije, y su expresión cambió.
—Ais Chloe, cómo eres... — suspiró, pasando su brazo por mis hombros, y haciendo que apoyara mi cabeza en él.
—Me gustan los aeropuertos— dije muy bajito.
—Lo sé.
Lo miré extrañada.
—¿Acaso crees que no sé que cuando rompimos te pasaste una semana en el aeropuerto?— dijo él, sonriendo de lado.
—Dicho así me haces parecer una loca... — me reí levemente.
—No estás loca Chloe...— me susurró él besando mi mejilla.
—¿A ti te dolió? Ya sabes, dejarlo. Aunque bueno, supongo que no...
—El motivo por el que lo dejamos no quita que lo pasara mal— me miró.
—¿A qué te refieres?
—Tú te pasaste una semana en el aeropuerto, yo me pasé una semana sin parar de conducir...
Estar tan cerquita de él me provocaba una sensación muy extraña, entre dolor y bienestar.
—Estás loco, Schatz— me reí.
—Estaba loco por ti— susurró él, y enseguida se dio cuenta de que tal vez no debería haber dicho eso.
No sé qué me dolió más, si oír lo que me quería, o asimilar que lo había dicho en pasado. Yo lo tenía asumido, o eso pensaba yo, toda segura de mí misma (JA, eso no me lo creía ni yo). —Lo siento— dijo él mirando al suelo, y apartándose un poco de mí, lo justo para acabar con todo contacto físico que hubiera entre nosotros.
Habrá gente que no me crea, pero cuando Nico se separó de mí, tuve frío, era una sensación que no soy capaz de explicar, ni siquiera hoy...
—No pidas perdón— dije cogiendo su mano, no entendía el porqué, pero necesitaba notarlo más que nada en el mundo en aquel momento.
—¿Me sigues queriendo?— su pregunta fue directa, y sus pupilas se clavaron sobre mí.
Me puse nerviosa, ni siquiera sabía qué contestar, era raro, era un sentimiento que de nuevo, no podía explicar, me sentía mal, algo se me estaba removiendo por dentro, y era un horror, los ojos se me estaban llenando de lágrimas, y se me había hecho un nudo en la garganta.
—No lo sé, Schatz— susurré.
Con aquella respuesta el chico ya debería haber intuido el campo de guerra que se había montado en mi cabeza, y cómo se estaba ametrallando mi corazón con aquella conversación. Le había dicho que no lo sabía, pero lo había llamado Schatz... joder, era un desastre, ¿Qué cojones iba a ser de mí? Tonta, Chloe, eso es lo que eres, estúpida y nada más, ojalá haber tenido algo claro.
—No sé porqué lo hice— dijo él.
—¿El qué?
—No sé porqué me lié con otra.
Se me estaba rompiendo el alma en pedacitos, pero seamos sinceros, eso de que había conseguido repararme después de romper con Nico era falso, principalmente, porque no podía volver a construirme, si gran parte de mi corazón, se había quedado con él, tal vez porque me gustara sufrir, o tal vez porque nunca llegué a olvidarlo del todo.
—Perdí lo mejor que tenía, te perdí a ti, Chloe.
Yo estaba allí, sentada en el suelo del aeropuerto, llorando como una tonta.
—Por favor, Chloe, no llores— al chico le temblaba la voz.
—¿Cómo puedes pedirme que no llore Nico? ¿Tú entiendes lo que me estás diciendo?— el chico intentó intervenir, pero como yo estaba pisando el acelerador a tope, se calló para que pudiera seguir —¿Sabes acaso lo confundida que estoy? ¿Lo mierda que me siento ahora mismo? ¿Lo bien que me trata Seb y lo cabrón que fuiste tú?—Me había vaciado, lo había soltado todo, hasta mi respiración se había agitado, y mis lágrimas seguían resbalando por mis mejillas como ríos.
Nico me abrazó con fuerza —Lo entiendo— dijo.
Yo no sé si de verdad me entendía, o lo decía por cumplir, pero no quería que me soltara. Lo único que tenía claro de aquel momento es que quería que me estrechara entre sus brazos, con fuerza, como había hecho cada día durante tanto tiempo. Quería empaparme de ese aroma tan suyo, que tan buenos recuerdos me traía, y olvidarme por un momento de dónde estaba, y del huracán que tenía en la cabeza, que me había empezado a doler con fuerza. —Chloe, sé que no es momento para preguntar esto— tomó aire —¿Quieres que vayamos a casa? Te tomas un café, nos calmamos los dos, no quiero que me malinterpretes, no tengo segundas intenciones—
El chico vivía allí, en Mónaco, y mirándolo a los ojos, vi que no mentía; aprendí a leer esos preciosos ojos azules hace tiempo, y en aquel momento, decían la verdad.
No sé por qué lo hice, pero le di la mano, y fui con él. Tal vez necesitaba estar con alguien a quien había querido (y quería) tanto, tal vez necesitaba sentirme escuchada, y Nico era un experto en escuchar...