Narra Chloe:
—¿Pero entonces no pasó nada?— preguntó Max con incredulidad.
Negué sin decir nada.
—¿No intentó llevarte a la cama?
—No— suspiré.
—¿Ese tío es bipolar?
Me encogí de hombros.
No sabía qué decir, ni qué pensar, ni qué nada, Fer había sido realmente atento conmigo, me había tratado bien, sin forzarme a nada, como máximo me había cogido de la mano o dado algún beso en la mejilla.
—¿Se puede saber qué te pasa Chloe?
—Nada.
—A mí no me engañas, habla.
—No es nada Max.
—No te creo.
—Si tan claro lo tienes, a ver, ¿Qué me pasa?
—Que te sientes mal por Seb, por un lado quieres contárselo, pero por otro no.
—Bueno, sí.
—Y algo más.
—¿Algo más?
—Te gusta Alonso.
—¿¡Qué!? ¡NO!
—Sí, Chloe.
—No seas imbécil, Verstappen.
—Como tú quieras, pero a ti ese tío o te gusta, o te pone, o algo.
—Max, de verdad, no tengo ganas de discutir.
Él suspiró —Está bien, pero que sepas que te estoy observando—
—Me voy a ver a Seb— le dije a Max sonriendo, nos despedimos con un beso en la mejilla y salí de la habitación del chico, en busca de mi novio.
Él también se alojaba en el hotel, pues Heppenheim estaba demasiado lejos como para ir y venir todos los días.
El problema era que no sabía el número de habitación en la que se hallaba el chico.
Bajé a recepción, y pese a mostrar mi tarjeta de piloto, mi DNI y mis documentos de reserva de la habitación, no conseguí que la encargada de recepción me dijera el número de habitación del chico.
Decidí mandarle un mensaje a Seb, pero aunque le llegó, el chico no contestaba.
Me estaba empezando a poner nerviosa, así que decidí comenzar un plan de búsqueda que ni el FBI.
Subí de nuevo a la habitación de Max, quien me dijo que la de Dan era la 235, me planté en la segunda planta, donde me abrió Ricciardo, quien sólo me supo dirigir a la habitación de Alex, la 423. Mi amiga me envió a la de Kimi, que estaba en el último piso, ya en la 894, llamé a la puerta, donde me abrió el finlandés.
—Hola Kimi— le sonreí.
—Hola.
—¿Podrías decirme cuál es la habitación de Seb? No sabes la locura de mañana que llevo, he estado en...
—La 312— me cortó él.
—Gracias Iceman.
Efectivamente, fui a la 312, y tras cinco minutos aporreando la puerta, me di cuenta de que no había nadie dentro.
Narra Seb:
—¿Se ha ido ya?— pregunté.
—Sí.
Se hizo el silencio.
—¿Vas a seguir ahí llorando?— me preguntó Kimi.
—Sí.
—Oh, vale— dijo, sentándose en la cama y encendiendo la televisión.
Me sentía completamente roto por dentro, no entendía nada de lo que estaba pasando, solo sabía que quería estar solo, pero la realidad es que la soledad me aterraba, así que Kimi era la mejor opción; algo así como estar solo sin estarlo.
Llevábamos un rato en relativo silencio, solo se oía el murmullo de la televisión en finés, cuando Kimi se giró hacia mí y se me quedó mirando a los ojos.
—¿Quieres contarme lo que ha pasado?
Sin decir nada, saqué el móvil, busqué una foto en la galería y se la mostré.
Kimi abrió mucho los ojos al ver una foto que había hecho un paparazzi en un restaurante, Fernando Alonso compartiendo mesa con mi... Con Chloe, tenían las manos dadas encima de la mesa, y ella llevaba un vestido nuevo, le quedaba precioso...
Vettel, que te vas del tema.
¿Qué hacía ella con Alonso? ¿Por qué habían salido a cenar? ¿Por qué estaban dados de la mano?
Aquella situación me desbordaba, no entendía nada, me estaba colapsando.
¡PLAS!
Tortazo de Kimi.
—¿Te calmas, Vettel?
—Tienes la inteligencia emocional de una piedra, tío— le dije, frotándome la mejilla.
—¿Has hablado con ella?— preguntó.
—No.
—¿Y no deberías?
—¿Para qué?
—Para evitar sacar conclusiones precipitadas, y evitar todo ese drama que estás montando.
—No me hace falta saber nada más.
—Qué complicados sois todos...
—¿Qué quieres decir?
—Si me molesta algo, lo digo. Si quiero a alguien, se lo digo. Si tengo una duda, la pregunto. Es simple.
—Para ti todo es simple.
—¿Simple? ¿Sabes acaso lo difícil que es interpretarte, alemán?
—Lo siento.
—No quiero tu disculpa, quiero que soluciones lo de Chloe.
—No puedes pedirme eso, yo veré lo que hago.
—Si no te vas a dignar a pedir explicaciones, por lo menos avísala de que te vas a meter en mi habitación a llorar hasta que te deshidrates, que cuando no te encuentre, la pobre se va a llevar un sofocón como el tuyo.
—Lo dudo.
—Pues hazlo por mí.
—No.
—¿Te he pedido alguna vez algo, puto cabezota?
—No.
—Pues ya sabes, Vettel.
—Eres una pesadilla.
—Y aún así vienes a buscarme cada vez que tienes problemas.
—Eres insufrible, Raikkonen.
—Tanto como insufrible no lo sé, pero dicen que soy de hielo.
—Lo que sea.
—Hazlo— insistió Kimi.
Para que se callara, saqué el móvil del bolsillo, y le mandé un escueto mensaje a Chloe.
*Conversación de WhatsApp*
Seb: No me busques, estoy bien, necesito pensar.
*Fin conversación de WhatsApp*
Y de nuevo, a los pies de la cama de mi amigo el glaciar finlandés, me derrumbé.