Acabábamos de embarcar, el vuelo B314 nos dejaría en España, en el aeropuerto del Prat, de Barcelona. Estaba de los nervios, no podía mantenerme quieta, aquello a los chicos les causaba mucha gracia, pero para mí, aquello era muy importante; volvía a mi país, a mi hogar, mucho mejor de lo que me fui, ahora, volvía como piloto profesional, hasta me sentía orgullosa de mí misma.
-Todo saldrá bien- dijo Max, removiéndose a mi lado, se había comprado una almohada antes de subir al avión, y pretendía dormir durante el viaje. Yo no habría podido aunque hubiera querido, estaba demasiado nerviosa.
A mi otro lado, Dan se giró para mirarme -¿Vives cerca del sitio al que vamos?-
-En realidad no, vivo a unas 4 o 5 horas en coche.
-Al menos podrás aprovechar que son dos semanas, para pasar tiempo en casa.
Ricciardo tenía razón, me sonreía la suerte, podría pasar unos días con mi familia, y era de las cosas que más necesitaba en este mundo.
Llevaba un rato descansando la vista, (que no durmiendo) cuando noté un pequeño tirón de mi manga. Abrí los ojos despacio y miré a mi derecha, hacia abajo. Un niño pequeño, rubio, de pelo rizado, me miraba con unos enormes ojos verdes.
-Hola- le sonreí.
Al niño se le dibujó una sonrisa enorme en la cara, y Dan y yo nos miramos.
-¿Eres la Bala Novoa?- preguntó el niño, con muchísima timidez.
Dan me miró, y yo me puse muy roja de repente, el niño no me quitaba sus brillantes ojos de encima.
-S... Sí- asentí, sonriéndole al niño de nuevo.
-¡Hala!¿De verdad?- se le veía muy ilusionado.
-Claro- era incapaz de borrar mi sonrisa, aquello me hacía una ilusión exagerada, ni siquiera podía creérmelo.
-¿Podrías firmarme mi gorra de Red Bull?- el niño, con su pequeña mano, me tendió un rotulador y una gorra.
Cogí lo que el niño me ofrecía, y con mucho cuidado, firmé la visera de la gorra. Recordaría aquel momento para toda mi vida; cada detalle, cada palabra, cada sonrisa...
-¡Vaya! ¡Gracias!- el chiquillo observaba mi rúbrica con los ojos muy abiertos.
-No es nada, ¿quieres una foto?- le ofrecí.
El niño me miraba, pero me miraba como nunca me había mirado nadie, casi con admiración, me atrevería a decir.
Asintió, y fue corriendo a buscar la cámara de fotos familiar.
-Se te dan bien los niños- dijo Dan.
-Son tan bonitos, tan inocentes... - dije.
Tras recoger la cámara, el chiquillo rubio volvió. Le pedí a Dan que nos hiciera una foto, y me coloqué al lado del niño, agachada y abrazándolo por un lado. Vi a su madre, mirándonos con ternura, veía a su hijo feliz, y aquello la llenaba por completo.
-¡Muchas gracias Chloe!- dijo el niño -¿Ganarás en Montmeló?-
Era una buena pregunta, pero yo, optimista como siempre, le respondí -Eso espero, y si gano, te dedicaré el trofeo, ¿quieres?
El niño estaba alucinando.
-¡Sería una pasada!- dijo.
-Genial entonces- le sonreí -¿Cómo te llamas?-
-Alejandro- se le veía nervioso, pero ilusionado a partes iguales.
Alejandro y yo chocamos las manos, y tras despedirnos, y darme mucha suerte, volvió de nuevo al asiento al lado de su madre.
-Qué ilusión, Dan.
-¿Estás llorando?- me preguntó sonriendo.
-No, no, es solo sudor.
-¿En los ojos?
-Ehm... Sí - ambos nos echamos a reír.
-Qué bonita eres, Chloe.
El vuelo continuó sin percances, además, no era un viaje largo, yo solo podía pensar en volver a pisar suelo español, a oler el aroma de mi país, de mi tierra, me hacía tanta falta que dolía.
Los chicos hacían cosas variadas, Max se había levantado de mi lado, para sentarse con Laia, eran tan monos... En su sitio se había sentado Carlos.
-Estoy de los nervios, Chloe- me dijo.
-Yo también, Carlos, volvemos a casa- se me escapó una lágrima, tenía los sentimientos a flor de piel.
-¿Estará todo como cuando nos fuimos?- preguntó.
No había pasado mucho tiempo, pero tampoco había recibido muchas noticias de mi país.
-Igual de poco tranquilo que como lo dejamos- suspiré.
-Qué alegría volver, es una sensación rara, algo así como los hijos pródigos volviendo a casa- dijo.
Yo solo podía pensar en estrechar a mi gente entre mis brazos, en volver a recorrer las calles de mi pueblo, en que me inundara el olor de tranquilidad que inspiraba mi casa.
El piloto anunció que estábamos a punto de aterrizar, y un nido de mariposas se instaló en mi estómago.
Salí del avión a traspiés, un poco sostenida por Max, que ya había dejado su pajarilleo con Laia, para venir a ayudarme.
-Me va a dar un algo, Max- dije, con la voz temblorosa por los nervios.
-Respira, bonita, ¡Que estamos en España!
Aquello no me tranquilizaba.
Fuimos a coger las maletas de la cinta, y pasamos el control por una zona rápida, aunque aún así, al tener que pasar los 20, el proceso se ralentizó.
Carlos llegó a mi altura.
-Qué pasada Chloe, estamos pisando suelo español, estamos en casa.
Ambos estábamos ilusionados, se notaba, caminábamos por un largo pasillo, que nos llevaría a la zona de llegadas.
Lo que vimos allí, joder, es otra de esas cosas que no olvidaré jamas, de eso que se queda en tu retina para siempre. Había fans, esperándonos, a nosotros, a Carlos y a mí, aquello era una auténtica locura, pura fantasía. Tenían pancartas con nuestra cara, y vitoreaban nuestros nombres, no lo pude evitar, me puse a firmar autógrafos, y la emoción me sobrepasó, allí estaba yo, llorando como una magdalena, y sin terminar de creerme el sueño que estaba viviendo.Sé que llego un poco tarde, pero muchas felicidades❤️