Capítulo 43

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Aviso navegantes, traigo dos cosas muy importantes que decir:
1) Espero que os guste la nueva portada jiji
2) Este capítulo es bastante erótico, así que en vosotros queda (el que avisa no es traidor)
Después de mi ataque de asma, fue muy complicado que la FIA me dejara participar en el gran premio, pero joder, no iba a quedarme sin correr en casa.
Las sesiones de libres habían ido bien para Max y para mí, o eso creía, Horner estaba contento, y por el ambiente en el garaje, se notaba.
Fui a comer con Max y con mi madre antes de la sesión de clasificatoria.
—¿Por qué no me avisásteis? Hubiera ido al hospital— Max hizo un puchero.
—No te preocupes, ya te he dicho que no fue grave— respondí.
—Chloe, perdiste la consciencia— rebatió.
—Pero estoy aquí, ¿no?
—Sí, y menos mal— me abrazó.
—A ti mamá— la miré —¿Te avisó Alex?— pregunté.
—No— rió ella.
—¿No?— se preguntó Max.
—¿Entonces?— dije yo.
—Me avisó tu amigo— mi madre se hacía la misteriosa.
—¿Cómo?— Verstappen se empezó a descojonar.
—¿Qué amigo mamá?
—Seb.
—¿Seb?— me puse roja como un tomate.
—Es un chico muy agradable cariño, estaba preocupado por ti— dijo ella.
—Solo faltaba— Max se seguía riendo.
—Es buen chico— suspiré aún algo sonrojada.
Pasamos un buen rato los tres, casi como si Max fuera el hermano que nunca tuve. El ambiente era cariñoso, muy familiar, y me encontraba sumamente cómoda, los quería mucho a los dos.
Horner nos mandó un mensaje, parecía que ya se le había pasado su momento de vomitar arcoíris de colores, y había vuelto a su habitual seriedad de gran premio; que llegábamos tarde, decía...
Le dimos cada uno un beso a mi madre, que se iba a una de las gradas a ver la qualy, porque oír el ruido del motor dentro del garaje le daba dolor de cabeza.
Max y yo llegamos al garaje, sin prisa, nos cambiamos y nos sentamos en el muro a esperar; aún quedaban diez minutos.
—¿Cómo te va con Laia?— pregunté.
Max suspiró.
—¿Eso significa que mal?— seguí con mi interrogatorio.
—No— tomó aire —significa que vamos despacio—
—¿Despacio en plan cómo?
—Despacio en plan Williams.
—Jodo, pues si que vais lento, sí.
—Trabajar juntos es extraño a veces, complejo.
—Ya me imagino.
—Aunque no me quiero imaginar tu situación.
—¿A qué te refieres?
—Tú compites con tu novio todas las semanas.
—Seb no es mi novio, Max.
—Me da igual, y no te vale con competir con tu "amigo" Seb, que también te cruzas en la pista con tu ex.
—¿¡QUÉ!? ¿¡CÓMO COÑO SABES TÚ ESO!?
Max se dio cuenta de que no debía haber dicho eso —Me lo dijo tu madre—
—Mierda— suspiré —¿Y qué sabes?—
—Poca cosa.
—Lo sabes todo ¿verdad?— pregunté.
—Con pelos y señales.
—Bueno, supongo que te ibas a enterar algún día.
—Lo disimuláis bien.
—Lo intentamos, Max.
Christian Horner nos interrumpió para mandarnos a los coches, pero a Max le dio tiempo a decirme que el jefe estaba tomando ciertas cartas en el asunto de Laia.
Besé a mi compañero en la mejilla y nos abrazamos bajo la atenta mirada de Horner, quien esta vez, sonreía de lado.
—Te quiero Max.
—Y yo a ti, Chloe.
La clasificatoria fue bien, al menos para mí, quedé tercera detrás de los Mercedes, que hicieron doblete en primer y segundo puesto.
Tuvimos unas fotos y alguna entrevista, pero intenté terminar pronto para ir a ver a mi alemán favorito, quien no había tenido una buena qualy; su coche se había averiado y no pasó el primer corte, saldría último.
Fui corriendo a mi garaje, y me cambié el mono por el polo de Red Bull y una faldita con algo de vuelo. Metí el polo por dentro de la misma, y me solté el pelo. Me puse unos calcetines de dibujos naranjas y azules marinos que me había regalado Dan, y unas zapatillas deportivas grandes, blancas, muy noventeras, pero que dejaban ver la mayor parte del calcetín, que casi llegaba a la mitad del gemelo.
Me veía bien mona, y con ese sentimiento salí corriendo hacia el garaje de Ferrari.
—¡Hey Charles!— saludé al chico al llegar.
—¡Chloe!¡Enhorabuena!— me besó la mejilla.
—Gracias bonito— sonreí —oye, ¿has visto a Seb?—
—Pobre hombre, a ver si lo animas un poco, está en el motorhome.
—Voy para allá entonces.
—Espera Chloe— me llamó Leclerc.
—¿Sí?
—Ponte esto, que si no te van a mirar raro— me dijo, temdiéndome su chaqueta Ferrari.
—¡Gracias Charlie! ¡Te debo una!
Me puse la chaqueta yendo al motorhome, rezando para que Horner no me viera así vestida.
Cuando llegué allí pregunté por Sebastian Vettel, y una chica me indicó dónde estaba su habitación, diciéndome también que había pedido no ver a nadie.
Dentro de su habitación, Seb estaba de morros, pero no puso impedimentos en que pasara.
Seb miró mi ropa —¿Ahora eres Ferrari?— medio sonrió.
—Depende— me senté a su lado —¿Te gusta?—
El alemán sonrió de lado —Mucho— dijo justo antes de besarme.
—¿Cómo te encuentras?— pregunté, refiriéndome a la clasificatoria.
—No quiero pensar en ello.
—Piensa en otra cosa entonces— dije divertida, mordiéndome el labio.
—¿Qué insinúas Chloe?— el chico se pasó la lengua por los labios.
—¿Yo?— me levanté del sofá —nada... — sonreí.
—¿Nada?– él también se levantó.
Se iba acercando a mí, y yo, siguiendo el juego, iba dando pasos hacia atrás.
Estábamos ya muy cerca de la pared cuando Seb me empujó hacia ella, dejándome entre sus brazos, que se apoyaban en la pared.
Su frente estaba pegada a la mía, y nuestras respiraciones se mezclaban; aceleradas, sedientas de guerra.
Nos miramos a los ojos, y el azul de los suyos me provocó; me lancé a su boca, a sus labios, tenía tantas ganas de tenerlo conmigo...
Sujeté al chico por la nuca, profundizando el beso, su lengua y la mía se mezclaban como una sola.
Seb aceleró su respiración, y con un gruñido, me levantó por el culo, facilitando que mis piernas se abrazaran a mi cintura, con mi espalda aún apoyada en la pared.
Ni siquiera nos separábamos para coger aire.
En aquella posición, mi falda se había subido por completo, y yo estaba totalmente pegada al chico.
—Seb— susurré.
—¿Hmmm?— preguntó él con voz ronca.
—Cierra la puerta.
El chico sonrió de una forma tan sexi, que un escalofrío me recorrió entera.
El alemán me sentó en el escritorio, y con el mismo movimiento cerró el pestillo de la puerta.
Sus manos se apoyaron en mis muslos, y tras unos besos más, se colaron bajo mi falda, seguidas de un suspiro entrecortado por mi parte.
Las manos de Seb jugaban con mi ropa interior, mientras yo, me quitaba la chaqueta de Ferrari, y hacía enormes esfuerzos para quitarle al chico su polo.
Tras notar el contacto de mis dedos con la piel de su espalda, el chico se destensó por completo, y tras gruñir levemente, me dejó sacarle la parte de arriba de su ropa.
Lo abracé, pegándome a su torso con todas mis fuerzas.
—Oye— me dijo.
—¿Sí?
—¿Le tienes mucho aprecio al tanga que llevas?— sonaba sexi.
—Sin más ¿por qué?
El chico se mordió el labio inferior, y con un rápido tirón, se deshizo de mi ropa interior.
Como siguiera así me iba a volver loca.
En un descuido de Seb, me levanté de la mesa y lo empujé al sofá para que quedara sentado, y así, poder sentarme a horcajadas sobre él.
El chico se había metido debajo de mi polo de Red Bull, y me miró entre sorprendido y excitado.
—¿No llevas sujetador?
Negué con la cabeza, pasándome la lengua por los labios.
—Joder Chloe— susurró el chico con dificultad, mientras yo me frotaba contra una prominente erección que se notaba en su pantalón.
El chico me quitó el polo, y se pegó a mí con fuerza, piel con piel, intentando contener sus gemidos.
A mí se me habían subido los colores a la cara, estaba totalmente sonrojada, y me sentía como en una puta nube.
Seb me quitó la falda, terminando de desnudarme (aunque no del todo, porque nosotros éramos del equipo del sexo con calcetines).
Los dedos del chico no tardaron en ponerse a hacer de las suyas, y yo lo agradecí, porque la espera me estaba resultando una tortura.
Estuve a punto de dejarme ir, pero sujeté la mano de Seb, ahora me tocaba a mí.
De rodillas en el suelo, me concentré en el chico, que gruñía, intentando contener sus gemidos.
Seb me pidió que parara, y tras tomar aire, nos dedicamos a finalizar lo que habíamos empezado, fundiéndonos en uno, devorándonos.
Yo gemía con cada embestida de Seb, quien iba acelerando el ritmo cada vez más.
—Te... Te quiero— dijimos a la vez, llegando al clímax y dejándonos caer exhaustos sobre el sofá.
Sin darnos tiempo a nada más, llamaron a la puerta.

[Fórmula 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora