Allí estaba yo, en plena madrugada saltando de balcón a balcón para llegar a mi habitación, antes de que Charles llegara a la suya, y así, nadie pudiera notar nada.
Tuve especial cuidado al pasar por la habitación de Mercedes, pero para mi sorpresa allí no había nadie. El siguiente balcón era mi parada, qué método de transporte tan eficaz, oye.
Deslicé la ventana con cuidado, y al entrar, me di cuenta de que Max no estaba ¿dónde había ido este chico? Me tiré sobre la cama para dormir un rato más, y a la media hora me despertó el sonido de la ventana, Max estaba entrando.
—¿De dónde vienes pájaro?— le pregunté incorporándome.
—Calla— dijo el cerrando la ventana para que nadie nos oyera —además, tú también acabas de llegar, que Laia te ha visto—
—¿Laia?¿Has estado con Laia?— pregunté ilusionada.
—Sí— dijo Verstappen, metiéndose a la cama y tapándose hasta la nariz, para que no se le vieran los coloretes.
—Jo Max, me alegro tanto— me metí a la cama con él.
—Qué bonito Chloe, qué bonito— se destapó de golpe, encendió la luz y se puso a dar vueltas por la habitación —es una chica tan especial—
Yo lo miraba con ternura, verlo así de feliz me llenaba por dentro, Max se había convertido en alguien muy importante para mí.
—No tengo sueño, estoy demasiado emocionado como para dormir— dijo.
—Yo estoy súper cansada.
—Ya imagino ya— rió él.
Lo miré de reojo —¿Y tú por qué me dices eso?—
—¿No te has mirado al espejo verdad?
Lo cierto es que no lo había hecho, me dirigí al baño y miré mi reflejo.
—¡SEBASTIAN VETTEL TE VAS A ENTERAR!— Mi grito debió oírse en todo el edificio, y mientras, Max se retorcía de risa tirado en la cama.
—Deja de reírte Verstappen, y ayúdame.
—¿Qué te ha absorbido el cuello?¿Una aspiradora?¿Un agujero negro?— el chico se moría de risa.
—¡VERSTAPPEN!
—Vale, vale, ya voy— se levantó y se acercó a mí, presionando con el dedo la marca de mi cuello —¿Qué hacemos?—
—¡Ay! ¡Duele!
—Eso díselo a Vettel— rió Max —A ver, siéntate—
Fue hasta la neverita y cogió un cubito de hielo, lo envolvió en un buen trozo de papel y me lo dio para que lo pusiera en el chupetón.
—Tengo una crema para estas ocasiones— dijo el chico.
—¿Qué? ¿Qué tipo de brujería es esta?— pregunté.
Max se echó a reír, mientras me aplicaba el ungüento con cuidado.
—Cuando te levantes lo tendrás mejor, pero tendrás que tapártelo— dijo calmado.
Aprovechamos el par de horas que nos quedaba para dormir, y efectivamente, al levantarme, tuve que volver a lidiar con aquella horrible marca roja.
Cogí mi neceser de maquillaje y le apliqué corrector y base a mansalva, y tras unas trescientas cuatro capas, conseguí que no se notara a simple vista, maticé todo el maquillaje con polvos para que no se fuera al garete nada más salir de la habitación y por si acaso, me dejé el pelo suelto, tras un arduo trabajo, Max me dio su visto bueno, y pudimos bajar a desayunar.
En el buffet, vi a Seb de lejos, con una bufanda al cuello, eso no podía estar pasando, y no pude evitar echarme a reír.
—¿Tienes frío Vettel?— preguntó Verstappen, sabiendo lo que pasaba.
Seb lo fulminó con la mirada.
—Luego pásate por mi habitación y te lo maquillo, he cogido práctica esta mañana— le susurré al alemán al oído, él me miró sorprendido, y gesticuló una disculpa.
Los chicos estaban todos sentados en una mesa, nos dirigimos allí, y tras dar los buenos días nos sentamos.
—¿Tanto frío tienes tío?— le preguntó Ricciardo a Seb, quien asintió tratando de no darle mucha importancia al tema.
—Ala, ala, si no es para tanto— dijo Lando.
—Claro que no es para tanto, míralo, si va en manga corta— dijo Carlos.
A Sebastian se le heló la sangre de verdad cuando oyó ese comentario, mierda, tenía que haberse puesto una chaqueta.
—De hecho tengo una teoría— dijo Carlos.
—Yo también la tengo— dijo Dan, con un pícaro brillo en sus ojos.
Entre los dos se tiraron encima del alemán, y sin darle mucha tregua, le quitaron la bufanda, dejando un considerable chupetón a la vista de todos.
—Ala, ya lo habéis visto— dijo Seb, entre avergonzado y desganado.
—Joder Vettel ¿Y eso?— preguntó Carlos divertido.
—Pobrecillo, algo te ha dado reacción— dijo un inocente Leclerc.
—Charles— lo llamó Seb —No me ha dado alergia nada—
La cara de Leclerc fue un cuadro.
—Te lo has pasado bien entonces, ¿eh capullo?— rió Ricciardo.
Vettel vio su oportunidad —Como nunca— sonrió, mirándome con esos ojos que me traían mártir.
Un escalofrío me recorrió la espalda, y no pude evitar morderme el labio inferior de forma inconsciente.
—Si me permitís ponerme la bufanda antes de que llegue mi jefe, os lo agradecería— se rió Seb, colocándose de nuevo la prenda.
Me había olvidado la cucharilla para remover el café, y me levanté para ir a por ella, Ricciardo me siguió.
—Menudo pastón de maquillaje te habrás tenido que poner tú ¿no?— se rió, cuando nos apartamos de la mesa.
Miré hacia abajo —¿Cómo lo sabes?—
El chico me sonrió —No sé, será que lo he intuido—
—¿Se nota mucho? — le pregunté.
—Qué va, lo has dejado muy natural.
Tener otra opinión me tranquilizó un poco, aquello no me pasaba a menudo, e iba súper nerviosa con miedo de que alguien notara algo.
—¿Entonces la noche bien?— pregintó el chico.
—Más que bien, Dan— sonreí como una boba.
El chico me pasó el brazo por los hombros, y esbozó una de sus características sonrisas.
—Me alegro mucho por vosotros— dijo.
Yo por mi parte lo abracé con fuerza, Ricciardo era un chico genial, la verdad.
—Pero oye— dijo, haciendo que desviara mi mirada hacia él.
—¿Sí?
—La próxima vez, no me seáis tan animales.
¡Hola a todos! Soy yo, la escritora, venía a dar las gracias por el apoyo que me estáis dando últimamente, espero estar a la altura, y que esta historia os siga gustando y enganchando como hasta ahora.
¡Un abrazo!❤️