Narra Kimi:
Alex y yo estábamos entrando al hotel de Viena, dispuestos a pasar unos días juntos.
La decoración era impresionante, con estatuas descomunales y lámparas colgantes, el hotel Sacher era el mejor hotel de Viena.
-Kimi.
-¿Qué?
-¿Se puede saber cuánto te ha costado esto?
Sonreí -No-
-Me lo temía...
-Venga Alex, no me mires así.
Se le pasó el disgusto del precio del hotel cuando le ofrecieron una copa de champán mientras yo hacía el check-in.
Al acabar el papeleo, nos dirigimos al ascensor para subir a la quinta planta. Parecíamos dos adolescentes, ahí, metiéndonos mano en el ascensor, yo solo rezaba porque no se abriera la puerta y apareciera un renombrado presidente o empresario.
Por suerte, nadie nos vio.
Llegamos a la habitación, y tras acabar lo que habíamos empezado en el ascensor, nos fijamos en los detalles de la misma.
Era la mejor habitación del hotel, aunque Alex no lo sabía. La Suite Madame Butterfly se llamaba, qué nombre tan estúpido...
Lo cierto es que era espectacular, 200 metros cuadrados, varias estancias, vistas espectaculares, aquello era como un piso de lujo.
En conclusión, allí era donde debíamos estar.
La chica se paseaba por todas las salas, cubierta únicamente con una bata roja de satén con encaje.
Estaba irresistible, sin duda, mis ojos azules no podían evitar clavarse sobre su cuerpo; en sus labios, sus curvas, sus piernas...
Un escalofrío me recorría lentamente la espalda.
-Niña- la llamé, ya se había acostumbrado, yo creo que hasta le gustaba.
-¿Sí?- preguntó ella, asomándose sonriente por una de las puertas.
Llevaba el pelo suelto, despeinado por mi culpa, joder Kimi, ¿cómo es posible que esta niña te tenga así?
-Ven aquí- le pedí haciendo un puchero.
Ella llegó a mi altura, y apoyó una de las rodillas sobre la cama, haciendo que esa bata suya se levantara, solo lo justo estaba tapado.
Me miraba esperando una respuesta.
La cogí por la cintura, dejándola caer sobre mi cuerpo, únicamente cubierto por unos bóxers negros -Me vuelves loco-
Ella sonrió con esa malicia que tanto domina, de esa forma que sabía que tanto me provocaba...
-¿Y eso por qué?- preguntó mordiéndose el labio mientras se sentaba sobre mi cintura.
-Ya sabes por qué, niña.
-¿Niña?- me preguntó besando mi pecho, y empezando a bajar por él, se detuvo justo en la cinturilla del bóxer.
Yo sabía qué quería que dijera -Por favor, Alex-
La chica sonrió, y continuó con lo que estaba, yo me sentía en la gloria, solo debía dejarme llevar, y ella me llevaba al cielo...
Cuando acabamos nos quedamos tumbados en la cama, con su cabeza sobre mi pecho, y mis manos acariciándola con cariño.
La quería, lo sabía, aunque no lo quisiera admitir.
Y mi cabeza se fue a un futuro, a despertarme todas las mañanas a su lado, vivir juntos en mi casa, formar una familia...
Ay Kimi, menudo cursi.
Se me estaba pegando la tontería de los siete hijos de Vettel...
-¿Qué piensas cariño?- me preguntó ella, y algo se me removió por dentro, porque jamás me había llamado así, y me gustaba más de lo que quería creer.
-En nada importante- dije, besándole la frente. No quería adelantarme a los acontecimientos, necesitaba planearlo todo al milímetro, tener las cosas claras para dar algún paso más.
Ella se estaba quedando dormida, apoyada sobre mí, tan bonita...
Se tapó con la manta hasta debajo de la nariz, y yo le coloqué un mechón de pelo detrás de la oreja, ella sonrió bajo la manta y cerró los ojos.
Como esperaba, se quedó dormida a los pocos minutos, yo la miraba, tan tranquila, tan guapa, mi Alex...
Al rato, yo también me quedé dormido, pero me desperté al poco tiempo, con la voz de la chica, que para mi sorpresa seguía dormida.
Estaba hablando en sueños, y aunque al principio apenas se le entendía, después de un rato pude conseguir captar sus palabras.
Lo primero que entendí fue mi nombre, "Kimi" eso estaba claro, y mentiría si dijera que no sonreí como un imbécil cuando la oí.
El resto de la frase era más difícil de entender, pero hice un esfuerzo, y pude oírla entera, "Kimi, te quiero".
Se me formó un nudo en el estómago, y digo en el estómago porque decir en el corazón me parece muy fuerte.
¿Qué te está pasando Iceman? ¿Qué te han hecho?
Estaba jodidamente enamorado, y me daba auténtico miedo, me estaba colapsando por completo, no sabía qué hacer.
Y mi problema no era el no saber qué hacer, mi problema era el no saber querer, porque nunca había sentido algo tan fuerte, tan fuerte que dolía. Me preocupaba que me pudiera hacer daño, el abrirme con ella y que me atacara como ya habían hecho otras, pero Alex no era como las otras, y realmente, lo que más miedo me daba, era hacerle daño yo a ella.
"Alex, cariño (me encantaba aquella palabra), me tienes completamente loco, y no solo por lo que tú crees, me tienes enamorado hasta las trancas, y no sé cómo manejar la situación, porque eres tan perfecta, que no sé cómo hacerte feliz, porque ya te lo dije, amor (joder, esa palabra también es preciosa), no sé querer, y me da miedo no saber quererte como te mereces."
Me acerqué a la cara de la chica, y la colmé de besos, por todas partes; en la frente, la nariz, las mejillas, los labios, la barbilla...
-Yo también te quiero, preciosa- susurré, a sabiendas, de que ella no me iba a oír.