Narra Leclerc:
Me removí entre las sábanas, todavía sin abrir los ojos para no salir de aquel sueño.
Había soñado precioso; que Lando dormía conmigo, abrazados, juntitos y tranquilitos.
Lando era tan bonito, tan mono, que me sonrojaba solo de pensar en él, y me salía una enorme sonrisa tonta.
Respiré hondo, pero no quería abrir los ojos, no quería dejar de ver al chico en mi mente.
Necesitaba mentalizarme antes de volver a la realidad.
Joder, no estaba preparado...
-Charles, ¿estás despierto?- preguntó alguien a mi lado.
Di un bote en la cama. ¡Si yo estaba solo! Ya me daba hasta miedo abrir los ojos.
-¿Charles?- volvió a preguntar la voz.
Espera, no podía ser -¿Lando?- pregunté.
-Sí- dijo él -¿Qué pasa?-
-¿Lando?
-¿Qué pasa?
-¿¡LANDO!?
-¿¡QUÉ PASA!?
Yo estaba flipando, y una idea fugaz se pasó por mi cabeza.
Levanté las sábanas y miré debajo de ellas, estábamos vestidos.
-Menos mal- suspiré.
No obtuve respuesta por parte del chico.
-¿Lando?
Lo miré a los ojos, y los suyos se clavaban en los míos con más frialdad que nunca.
-¿Qué pasa bonito?- le pregunté, posando mi mano en su hombro.
Él se apartó, rompiendo el contacto.
-No me toques Charles- dijo.
-¿Cómo?
Me estaba perdiendo.
Las lágrimas habían empezado a brotar de los ojos del chico, pero desde luego no eran lágrimas de tristeza, sino de rabia.
-¿Qué pasa Lando?
-Nada.
-Oh vamos, dime que no me lo quieres contar, pero sé que te pasa algo.
El británico bajó la mirada.
-¿Tan malo hubiera sido?- preguntó.
-¿Cómo?
-¿Tan malo hubiera sido despertarte sin pantalones?
-No te entiendo, bonito.
-Mira Charles, déjalo, en serio- dijo levantándose y comenzando a atarse las zapatillas.
No entendía nada de lo que estaba diciendo mi compañero, pero la verdad es que a él se le veía realmente molesto. ¿Le habría molestado algo de lo que le había dicho?
Lando ni siquiera se despidió con uno de esos besitos tan tiernos en la mejilla, que solía darme. Ni siquiera dijo nada, solo me miró, con esos preciosos ojos suyos, que seguían en un tono entre verde y marrón, tal vez eso era lo único que no había cambiado aquella mañana, el color de sus ojos...
Me di una buena ducha para intentar ordenar mis ideas, debía estar despejado.
Por un momento me planteé, aquella era mi casa, Lando se había ido, y su hotel quedaba a varios kilómetros.
Me vestí con prisa y bajé a la calle, me monté en el coche y me dirigí al alojamiento de los McLaren, encontrándome por el camino a un Lando cabizbajo.
Cuando llegué a su altura, reduje la velocidad y bajé la ventanilla.
-¿Necesita usted un taxi señor Norris?
No obtuve respuesta.
Estaba empezando a ponerme nervioso aquella situación, me estaba quedando sin opciones.
-Lando, ¿no me vas a decir por qué me ignoras?
-No.
-¿Ni una pista?
El chico hizo un gesto sarcástico, fingiendo que pensaba la respuesta -No- fue frío y tajante.
Una caravana de coches se estaba formando detrás del mío, que iba a paso de tortuga para seguirle el ritmo al chico.
Los pitidos de los otros coches me pusieron histérico, ¿No veían que estaba en una misión tremendamente importante? Que me adelantaran si querían, yo aún reduje más mi velocidad.
-¿No tienes frío?- le pregunté.
Él negó con la cabeza.
-¿Sabes llegar a tu hotel?
Sus ojillos se clavaron en los míos -Tengo Google Maps, Charles-
No pude evitar soltar una sonrisilla.
-¿Seguro?- pregunté.
Lando metió las manos en los bolsillos buscando su móvil, y no le hizo falta mucho tiempo para darse cuenta de que lo que buscaba no estaba allí.
Yo le enseñé su móvil desde dentro del coche.
-Te lo has dejado en casa- le dije.
Su expresión no cambió apenas.
-¿Vas a dármelo?- me preguntó.
Iba a decirle que no, pero no pude, su rostro no reflejaba rabia, se había destensado, demasiado, diría yo, y sus ojos se empezaban a empapar con velocidad.
-No llores Lando- le pedí.
-Cállate Leclerc- se sorbió la nariz -¡Joder! ¡Eres un imbécil!-
No sabía qué contestar, y efectivamente, aquello hacía que me sintiera tremendamente inútil.
-¿Quieres que hablemos?- le pregunté.
Él me miró -¿Vas a ser sincero?-
Seguía sin entender a qué se refería, pero asentí sin pensarlo, y el chico, con cierto recelo, rodeó el coche para entrar por la puerta del copiloto, y sentarse a mi lado.
Arranqué, y me puse a dar vueltas a la ciudad.
-¿Qué te pasa?- le pregunté.
-Que no te gusto.
La que me faltaba por oír...
-¿Cómo no vas a gustarme, Lando?
-Esta mañana...- parecía que el británico se iba a arrancar a hablar, pero no lo hizo.
Nos quedamos en silencio, y yo traté de recordar cada palabra que había tenido con él aquella mañana.
Y ahí lo entendí.
-Oh Lando...
-¿Sí?
-¿Es porque no he intentado hacer nada contigo?
-Es porque has dicho que menos mal que no había pasado nada- soltó él de golpe.
Se me calló el mundo a los pies. ¿De verdad pensaba que no me gustaba? ¿De verdad creía que no estaba deseando hacerlo mío en cuanto pudiera? ¿Que no tenía que contenerme cuando lo tenía cerca?
-Lando...
-No quiero tus explicaciones, llévame al hotel y ya- tenía el gesto enfurruñado de un niño pequeño.
-Escúchame Lando, me gustas mucho, y si no he intentado nada más allá, es porque no quiero correr.
A él pareció interesarle la conversación.
-¿A qué te refieres?- preguntó.
-Quiero disfrutar cada momento, a tu lado, el sexo llegará cuando tenga que llegar. ¿Me entiendes?
Norris sonrió de lado, y asintió.
Prometo que no pensé cuando cogí la calle en dirección contraria al hotel del chico.
-¿Aquel de allí no es mi hotel?- me preguntó.
-Efectivamente.
-¿Y por qué nos alejamos?
-Quiero llevarte a un sitio.
Tras un rato en silencio, llegamos a un peñón que daba al mar Mediterráneo, me encantaba aquel sitio.
-Vaya... Qué bonito- susurró mi acompañante.
-Casi tanto como tú.
Pude ver como se sonrojaba, y aquel gesto me gustó tanto que no pude evitar acercarme a él, a los cálidos labios que llevaba deseando besar desde que me había despertado.
Lando puso sus manos en mi nuca, y una serie de imágenes pasó por mi mente.
Se me había ocurrido algo.
Con una mano apoyada en la cara del chico, bajé la otra por su pecho, y tirando levemente de su camiseta, se la quité.
Los ojos de Lando se clavaron en los míos, el solo roce de mis dedos con su piel le hacía estremecerse.
Era tan bonito...
-¿No decías que no querías ir rápido?- sonrió él volviendo a besarme.
-Tal vez haya cambiado de opinión.