Capítulo 22

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-Coño Dan, ten cuidado- dije.
El carrito de golf derrapaba en las curvas del circuito de China. Me ponía nerviosa el no conducir yo, estaba insegura. Menos mal que no tardamos en llegar a la curva 13.
Habíamos decidido ir allí a buscar a Lando, en uno de nuestros alardes detectivescos. Pero por desgracia, allí solo hallamos a Charles, esperando a sus ingenieros para hacer una ruta de reconocimiento. El joven Ferrari nos dijo que no sabía dónde había ido Norris, por lo que muy frustrados, volvimos al Paddock, aunque aquella vez, conduje yo.
Ricciardo iba concentrado en la carretera, en silencio.
-Hey Dan.
El chico no contestó
-¿Dan?
-Perdona, estaba pensando.
-¿Estás bien?
-¿Tengo que ser sincero?
-Lo agradecería.
-No.
Oír a aquel chico decir que no estaba bien me partía el alma. ¿Cómo era Dan capaz de alegrar nuestro día a día estando como estaba?
-¿Quieres hablar?
-Sí.
Dan respiró hondo, como pensando por dónde empezar.
-Tengo miedo- dijo, le temblaba la voz como a un niño asustado.
-¿De qué, amigo?
-De no dar la talla.
-¿Qué?
-Tengo miedo de decepcionar a mi familia, a mis amigos, a los fans, a todo el mundo.
Yo misma había sentido aquello muchas veces.
-No vas a decepcionar a nadie, Dan.
-¿Cómo lo sabes?
-Porque te conozco, y eres un tipo increíble.
El chico permaneció en silencio.
-¿Estás dándolo todo?
Dan asintió.
-Pues ya está, bonito, no pueden sentirse decepcionados, y si lo hacen, es que no valoran tu esfuerzo.
-Es difícil, Chloe.
-Lo sé, pero yo voy a estar contigo ¿vale?
La sonrisa del chico fue amarga.
-Gracias Clo.
-Oye Dan.
-¿Sí?
-Sonríe.
Y ahí estaba, la mítica sonrisa de Daniel Ricciardo.
-Así estás más guapo tío- me reí.
La sonrisa del chico se potenció aún más.
-¿Sabes Clo? Te quiero, te quiero mucho.
-Yo tampoco podría vivir sin ti, estúpido.
Paré el carrito, y ambos nos abrazamos con fuerza.
No se lo dije a Dan, pero me di cuenta del par de lágrimas que se deslizaron por su mejilla, pobre chico...
Fui a separarme del abrazo del chico, pero éste no se movía, se había quedado tirado sobre mí, no reaccionaba.
-¡Dan! ¡Dan!- le grité.
El chico no reaccionó, respiraba, pero había perdido la consciencia.
-¡Daniel!
Seguía sin conseguir que el chico volviera en sí.
"Mierda, mierda, mierda" saqué mi móvil del bolsillo para llamar a emergencias, y antes de que pudiera darme cuenta, la ambulancia estaba allí, y los técnicos de emergencias estaban tumbando a Dan en una camilla dentro del vehículo, yo entré con él, y nos desplazamos hacia el hospital más cercano.
Parece que iba de hospital en hospital, aquello me ponía de los nervios. No estaba segura de poder aguantarme a mí misma, por lo que de nuevo, saqué el móvil, y pedí ayuda; Seb estuvo allí de inmediato.
-Bonita... ¿Qué ha pasado?- el alemán me abrazó con fuerza.
Me aferré a la cintura del chico con todas las fuerzas que me quedaban, que a decir verdad, no eran muchas.
-Dan ha tenido... Ha tenido... - No me veía capaz de decirlo.
-Respira, cariño- Seb me acarició la cara con ternura.
-Ha tenido un ataque de ansiedad- dije del tirón, y tras soltar toda la presión, me eché a llorar.
Seb me recogió etre sus brazos, creando un castillo inquebrantable donde yo pudiera estar segura -Llora todo lo que necesites, princesa mía, estoy contigo- dijo él, dándome un beso en la frente.
Permanecimos abrazados hasta que una médico nos avisó de que Dan había vuelto en sí, y podíamos entrar a verlo.
El chico estaba tumbado en la camilla, conectado a mil máquinas distintas y rodeado de cables, parecía muy cansado, como si acabara de correr la maratón de Nueva York.
-Gracias- dijo Ricciardo con un hilo de voz.
Solo pude abrazarlo, no me salían las palabras, pero sé que aquel gesto bastó para que ambos nos entendiéramos.
Seb me sujetaba suavemente por la cintura, como intentando que no me rompiera allí mismo, como una muñeca de porcelana, yo era mucho más débil de lo que intentaba aparentar,y efectivamente, necesitaba mucha ayuda de la gente a mi alrededor.
Dan sonreía, pese a su situación, sonreía como un niño. Y es que con razón era el chico de la sonrisa eterna, hacía falta viento y marea para que ésta desapareciera.
En ese momento, una chica con un ramo de flores llamó a la puerta, y pasó con cautela, Ricciardo se alegró mucho de verla, y nosotros, ante aquella situación, nos escabullimos con prisa.
-¿Quien era esa?- pregunté.
-No lo sé, pero joder, que culaz... Qué buena persona parece- se corrigió Seb.
-¡Ay! Eres estúpido.
-Sí, pero me quieres.
Nunca se lo había dicho, bueno a ver, sí se lo había dicho, pero no en ese plan. Me puse hasta nerviosa, del color del tomate, y se me subieron los calores.
-¿He dicho algo malo?- preguntó el chico preocupado.
-No, solo es...
-¿Sí?
-Que te quiero, Seb- según me oí decirlo en alto me dio un vuelco el corazón.
El chico sonrió, y pegó su frente a la mía.
-Yo también te quiero, tonta- dijo él sobre mis labios.
Y sin entretenernos más, nos besamos. Nos besamos como nunca lo habíamos hecho; con delicadeza y pasión a la vez, con hielo y fuego mezclados. Solo puedo decir que fue mágico; que ni Harry Potter ni el mago Pop, aquello sí que era magia de verdad, de la buena.
Nos separamos, y con las manos dadas, nos miramos a los ojos, no hacían falta las palabras, no era necesario nada más, porque en aquel momento, todo era perfecto.
Y nos besamos, nos besamos mucho, hasta que un poco sutil carraspeo, nos distrajo de nuestro quehacer, aquello no podía ser, no podía estar pasando, en uno de los mejores momentos de mi vida.
-Oye, ya podríais cortaros un poco ¿no?

[Fórmula 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora