Narra Chloe:
Hacía mucho que no conducía mi propio coche de calle, no era de alta gama, ni mucho menos, pero era un coche al que le tenía mucho cariño.
Llevaba las ventanillas bajadas y la música a tope, como siempre, aquello me ayudaba a pensar, y en aquel momento solo tenía una cosa en mente; Kevin Magnussen. ¿Qué iban a hacer con él? Lo que había hecho no era normal, es decir, ¿En qué cabeza cabe? Desde luego Kevin no era muy espabilado, eso estaba claro.
Ya casi había llegado al circuito, había quedado con Guillaume para echarle un ojillo al coche.
Apenas había tráfico, lo que en cierto modo me tranquilizaba.
Cuando llegué al circuito tuve que esperar mucho rato en los tornos de entrada, porque algún iluminado había intentado pasar por el control una figura a tamaño real de Max, la verdad es que mi compañero tenía unos seguidores muy extraños.
Me encontraba apoyada en la pared contemplando el espectáculo cuando Dan apareció y besó mi mejilla.
-Buenos días Clo- canturreó.
-Hola Dan- le sonreí.
-¿Qué pasa?
Le señalé con la cabeza la estatua de Max.
-¿Qué cojones? Esa gente está loca- se rió al verla.
Yo sonreí, y me limité a encogerme de hombros.
-¿Cómo te encuentras?- me preguntó.
-Me siento muy rara, estar otra vez en casa es una locura.
-Disfrútalo al máximo- sonrió.
-Lo hare, tenlo claro.
En ese momento, Christian Horner nos vio esperando, y nos coló para que los fans de Max (que ya habían encendido un par de bombas de humo naranja) no nos retuvieran más.
Ellos hablaban, y yo me mantenía al margen. Estaba claro que Horner le tenía cariño, lo echaba de menos, y no me extrañaba, Dan era un gran piloto, y por encima de todo, una gran persona; de esas que tienen un aura especial. A mi criterio, cometió un error garrafal pasándose a Renault, aunque si no lo hubiera hecho, yo no estaría aquí...
-Chloe- llamó Horner, pero no contesté, es más, ni siquiera lo oí.
-¿Chloe?- repitió.
-¿Eh? Ah, sí, perdón, dime- dije, saliendo de mi burbuja.
-Guillaume te está esperando.
Mire el reloj -Oh, vaya, sí, nos vemos luego- me despedí de mi jefe con la cabeza y de Ricciardo con una palmada en la espalda.
Me dirigí a mi garaje, no entendía bien qué quería mi ingeniero, todavía era pronto para ponerse a estudiar, o eso quería creer yo, que desde que había llegado a España estaba como en una nube. Distraída era poco, estaba que no estaba, no me enteraba de nada, me hacía tanta ilusión estar en mi país, que me pasaba el día pajarilleando de aquí para allá, sin prestar mucha atención a mi alrededor. Por aquel mismo motivo, apenas me di cuenta cuando llegué a mi garaje, de hecho, me pasé, y tuve que retroceder unos metros.
No me creía lo que veía, eso no podía ser posible, es decir, ¿hola? Se me llenaron los ojos de lágrimas.
-¿Mamá?- pregunté.
La mujer se giró.
-¿Mamá? ¿Eres tú?
Su sonrisa estaba ahí, apoyándome y calmándome tanto como lo había hecho siempre.
Me derrumbé, empecé a llorar como una magdalena, no podía aguantar más. Ella se acercó, y como si tuviera de nuevo 9 años, me estrechó entre sus brazos, dejando que mis lágrimas empaparan su hombro.
-Te he echado de menos- sollocé.
-Y yo a ti cariño- ella me acariciaba la cabeza con suavidad.
-¿Cómo te ha ido el viaje mamá?
-Ahora que te tengo conmigo mejor, mi niña.
Llevaba toda la cara roja, y los ojos hinchados de llorar, la respiración se me había agitado enormemente.
Una mano preocupada me sujetó el hombro por detrás.
-Chloe, ¿todo bien?
Di la espalda un momento a mi madre para mirar al recién llegado.
-Seb... - sonreí, pudiendo imaginarme el gesto triunfante de mi madre. -Quiero que conozcas a alguien- me aparté de entre los dos, y el chico puso sus cristalinos ojillos azules sobre la mujer.
-Seb, esta es Mariana, mi madre, mamá, el es Seb, un... Amigo.
-Encantado señora- dijo el alemán sonriendo, y acercándose para darle dos besos.
Cuando volvió a su posición, me colocó la mano en la cintura, como hacía siempre que quería que me sintiera segura, era tan bonito...
-Me alegro de conocerte, Sebastian, he oído hablar mucho de ti.
El chico se sonrojó de repente y llevó su mirada al suelo.
-No te preocupes, bonito- le susurré, y el chico me sonrió de lado. Seb tuvo que volver al garaje Ferrari tras una llamada de Charles.
-Me gusta tu "amigo" - dijo mi madre, haciendo énfasis en las comillas de la última palabra.
-¡Ay mamá!- me sonrojé.
-Parece buen chico, os tratáis con mucho cariño.
-Es alguien genial- las palabras sobre Seb me salían solas -me está apoyando mucho-
-¿Y tú a él?
-También, o eso intento.
-Pues eso es lo importante Chloe, que os ayudéis el uno al otro.
Mi madre me abrazó y cambiamos de tema, llevaba yo 10 minutos hablándole de las especificaciones del coche cuando me di cuenta de que ella había desconectado.
-¡Max! ¡Cariño!- mi madre corrió hacia mi compañero.
-¡Hola señora Novoa!- el sonreía.
-¿Cómo va todo hijo?- efectivamente, era tierno, hablaban como si realmente fueran madre e hijo.
Tras un rato escuchando a mi madre pidiéndole a Max que me cuidara en repetidas ocasiones, tuve que despedirme de ellos al recibir un WhatsApp inesperado.