Narra Alex:
Llevaba toda la mañana de aquí para allá, con entrevistas a unos y otros, ni si quiera era hora de comer y ya estaba para el arrastre.
Encima no paraba de pensar en el cabrón de Raikkonen, menudo gilipollas, ¿quién coño se creía para ignorarme? Era como todos, solo le interesaba el sexo... Ni que yo no tuviera nada mejor que ofrecer, si tan solo alguien se fijara en mí como periodista, como amiga, como persona... Pero no, los hombres no se fijan en esas cosas, o bueno, al menos los que me tocaban a mí.
Empezaba a pensar que tenía un radar para los hombres a los que no les iba el compromiso, que a ver, no sé, a mí también me gustaba salir y pasármelo bien, pero de vez en cuando echaba en falta alguien en quien apoyarme, y más con todo el tema de Dan.
Puto Dan...
Raikkonen se fue de mi cabeza para dejar entrar al australiano.
Una relación abierta, yo no estaba preparada para eso, ni muchísimo menos, anda que no daba ya problemas uno como para andar con más.
Pero me lo llegaba a plantear, por Dan, porque en cierto modo lo quería, con él había pasado muy buenos ratos, y otros muy malos, también era cierto...
No creía que lo que sentía por Ricciardo fuera amor de verdad, no sé, no era como el de las novelas románticas y los libros de adolescentes, ¿porque el amor tenía que ser así verdad? Intenso, alocado, rebelde... Nunca me había parado a cuestionármelo, tal vez no todo sea como lo pintan.
-Niña- una voz me sacó de mis pensamientos.
Me giré para ver como Kimi Raikkonen me sujetaba por la muñeca y empezaba a tirar de mí con relativo cuidado.
-¿Qué coño quieres?- le pregunté entre enfadada y sorprendida.
Él no contestó, solo siguió tirando de mí hasta que llegamos a un reservado en el motorhome de Alfa Romeo.
Cerró la puerta.
Yo lo miraba con una ceja alzada.
Él se había apoyado en la pared, y me clavaba sus intimidantes ojos azules, sin gesticular, sin expresar ninguna emoción en su rostro.
¿Y este qué quería ahora? Si había pasado de mí como de la mierda hacía un par de horas.
-Antes has venido a buscarme- dijo él con tono firme.
-Sí.
-¿Por qué?
-¿Cómo que por qué?
-Que qué querías.
No sabía qué decirle, porque tampoco sabía por qué había ido a verlo aquella mañana.
Me fijé en sus brazos, tatuados, se le marcaban las venas, estaba fuerte, desde luego.
-¿Niña?- me metió prisa.
-Tengo nombre.
-Me da igual.
Suspiré, menudo creído estaba hecho el finlandés.
Se pasó la mano por el pelo con impaciencia y volvió a mirarme.
O yo estaba empezando a delirar, o esta vez el hielo de sus ojos sí decía algo.
-Quería verte- dije, mirándolo a los ojos y acercándome un poco a él, aunque la sala era pequeña, y tampoco daba para mucho.
-¿A mí? ¿Por qué? ¿Acaso me has visto poco esta noche?- sonaba frío, su tono no había cambiado, aunque sus ojos seguían teniendo un brillo diferente.
-A lo mejor quería verte otra vez.
Se le veía confundido.
-¿Por qué ibas a querer verme otra vez?
-Por lo obvio, Raikkonen.
El hombre tensó el cuello al oír su apellido, y se puso completamente rígido cuando mis dedos rozaron su mano.
Él me miraba, mordiéndose un labio con fuerza.
-¿Qué pasa?- susurré sobre sus labios.
Necesitaba desconectar, pensar en otra cosa que no fuera Dan, o mejor, no pensar en nada.
-Cómo te gusta jugar con fuego, niña- dijo él pegándome a su cuerpo y empezando a besarme con arrogancia.
Porque efectivamente, el frío iceman, era puro fuego.Narra Seb:
Estaba sentado en el suelo de la recepción del hotel en Canadá, se me estaba quedando el culo helado mientras intentaba contactar con Chloe, la había llamado un par de veces y no me había cogido el teléfono, estaría ocupada con algo. Decidí llamar otra vez, por si acaso.
"¡Hola! Soy, Chloe, en este momento probablemente esté subida en un coche a 300km/h, y a mi jefe no le hará gracia que coja el teléfono, puedes dejarme un mensaje después de la señal".
—Hola Chloe, soy Seb, ya he llegado a Canadá, escríbeme para vernos cuando puedas, un beso.
Colgué el teléfono y me di cuenta de que alguien me estaba observando.
—¿Qué miras Hulkenberg?
—¿Tu chica no te coge el teléfono?— se rió.
—La tuya es un poco bruta ¿no?— dije refiriéndome a las marcas de su cuello.
Él se encogió de hombros, se despidió en alemán, y salió del hotel.
Hulkenberg era un tipo algo raro, nunca había tenido ningún problema con él, ni mucho menos, pero no terminaba de cuadrarme del todo, tenía algo que no me gustaba.
En aquel momento, una llamada entró en mi móvil, me sobresalté pensando que era Chloe, pero no, era Kimi.
—Hey amigo— saludó.
—¿Qué pasa Kimi?
—¿Cena y copazo?
El chico sabía como convencerme.
—Cena y copazo, a las 8 en recepción.
Colgué, y mientras subía a mi habitación para cambiarme, pensé en Kimi, desde su paso por Ferrari nos habíamos hecho grandes amigos; él sabía hacerme sonreír cuando me hacía falta, yo desde luego a Kimi no podía hacerle sonreír, pero ¿quién podía? Me reí de mi propia ocurrencia. Nos habíamos apoyado mucho, era casi como mi mejor amigo, de esos que aunque no ves en mucho tiempo, sabes que van a estar ahí cuando te hagan falta.
Bajé a la recepción a la hora indicada, Kimi estaba ahí, vestido entero de negro, con pantalones y camisa.
—Tío— él me abrazó y golpeó mi espalda con fuerza.
—Cualquier día me partes, Raikkonen— me reí.
—Eres un flojo— se rió él también.
Fuimos a uno de esos restaurantes de lujo del centro.
—¿Qué te pasa?— le pregunté.
—¿A mí? ¿Nada?
—No me jodas Kimi, algo hay.
—Te he dicho que no, Vettel— dijo retirándome la mirada.
—¡Te he pillado!
—¿Qué?
—Dímelo.
—Eres una pesadilla, Vettel— se rió.
—¿Entonces hay algo?
—Bueno...
—¿Es una chica?
Kimi volvió a mirar hacia abajo.
—¿Te has acostado con ella?
No respondió.
—Vaya pregunta he hecho, pues claro que sí— me respondí a mí mismo.
—Si ya lo sabes para qué preguntas— dijo él.
—¿Y quién es?— pregunté metiéndome el tenedor en la boca.
—Es guapa.
—No he preguntado eso.
—Está buena.
—Eso tampoco, espera ¿no sabes cómo se llama?— no pude evitar reír.
—Sí lo sé.
—Pues dímelo.
—Alex.
Casi me atraganto cuando lo oigo.
—¿La amiga de Chloe?
—No sé.
Saqué mi móvil y le enseñé a Kimi el contacto de la chica en WhatsApp.
—¿Es esta?
—Lo es ¿me pasas su número?
—Kimi Raikkonen.
—¿Qué?
—¿Tú sabes qué edad tiene esta chica?
—Tendrá la de Chloe, ¿no?
—No, Alex es más joven.
—¿Cuánto más joven?
—Os lleváis 13 años, Kimi.
El hombre empezó a toser —¿Cómo?—
—Bueno, no tiene por qué ser un problema en realidad...— intenté arreglarlo.
—¿Cómo no va a ser un problema? ¡Que tengo 40 tacos!
—Te me estás haciendo viejo, sí— me reí —Tampoco flipes, Raikkonen, podría ser peor—
El rostro de Kimi no cambiaba, pero sus ojos... Decían algo que yo no sabía descifrar. ¿Qué pasa amigo? ¿Qué es eso que quieres decirme y no consigues soltar?
Kimi iba a necesitar ayuda...