Capítulo 56

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Narra Chloe:
El fin de semana en Maranello había sido genial, me habían tratado como una auténtica reina.
Ahora llegaba a Canadá con todas las pilas cargadas a tope, me había venido muy bien el descanso, y pretendía salir ahí a comerme el mundo, o el circuito, al menos, que el mundo entero seguro que engorda mucho, y luego mi entrenador se me enfadaba.
Nunca antes había estado en Canadá, y entre el cambio horario y el de temperatura que había con Italia, estaba a dos telediarios de quedarme en el sitio.
Mi maleta tardó dos vidas en aparecer por la cinta del equipaje, si hubiera hecho caso a Seb, y la hubiera facturado como preferente...
Los Ferrari no habían venido conmigo, tenían un evento en la otra punta del planeta. Porque oye, otra cosa a lo mejor no, pero a viajar, nos estábamos hinchando.
Me hubiera quedado rondando por el aeropuerto, pero Alex me esperaba en el hotel; habíamos quedado para tomar un café, y ponernos al día.
Algo me decía que la charla se iba a alargar más de la cuenta; cada vez que Alex y yo nos juntábamos se liaba la de Dios...
El hotel era moderno, muy elegante, con tonos oscuros y una gran fuente blanca en el centro de la recepción. El hilo musical creaba ambiente de trabajo, seguro que aquello estaba plagado de ejecutivos.
Alex me esperaba sentada en un enorme sofá de cuero negro, que contrastaba con su vestido rosa pastel.
¿Vestido?
Si yo iba en chándal.
Los tacones de mi amiga repiqueteaban en el suelo al acercarse a mí, mientras que mis zapatillas hacían un ruido horrible con las suelas de goma.
Vaya cuadro.
Alex me abrazó con fuerza, y yo, con ganas, le devolví el abrazo.
-Ay Chloe, te he echado de menos.
El gesto de la chica era una mezcla entre tristeza, alivio y preocupación.
-¿Qué pasa Al?- le pregunté, apoyándola sobre mi hombro.
Ella sonrió con amargura, y juro que verla así, hizo que algo me crujiera por dentro, algo se me rompió.
Fuimos juntas a la cafetería del hotel, ella pidió un té y yo un chocolate caliente.
-¿Es por Dan?- le pregunté directamente.
Ella me miró a los ojos -¿Cómo lo sabes?-
La verdad es que no supe qué decirle.
-Te lo ha dicho Max, ¿no?- suspiró.
Yo asentí.
Ella apoyó los codos en la mesa, y a su vez, la cara en las manos, hundiéndose los dedos en el pelo.
-Mira Chloe, sé que es tu mejor amigo pero...
-Tú también eres mi mejor amiga, Al- la corté.
-Se está metiendo entre Dan y yo, y ya no sé qué hacer.
Me estaba empezando a doler la cabeza.
-¿Y Dan?- pregunté con cuidado.
-Dan le sigue el juego, Chloe, eso es lo peor.
-No entiendo nada- suspiré.
-¿Y yo tengo pinta de entender mucho?- se reía por no llorar -Dan me ha hablado de tener una relación abierta, y la verdad, no sé si es lo que quiero-
Noté que se me abrieron mucho los ojos aunque traté de disimularlo.
-No me pongas esa cara, Chloe.
-Lo siento, es que yo no sería capaz...
-Yo no lo sé, la verdad, pero Dan lo tiene tan claro... Y no quiero perderlo ahora que estábamos tan bien.
-Es algo complicado, la verdad.
Ella estaba empezando a ponerse nerviosa, y una lágrima se escapó por su mejilla.
¿Qué se suponía que tenía que hacer yo?
-Alex.
-¿Sí?
-Vamos a salir de fiesta.
-¿Cómo que de fiesta?
-De fiesta en plan autoestima hasta el cielo y perreo hasta el suelo.
-¿Cómo? Estás loca Chloe.
-Loca estaría si dejara que te diera más la bajona, Alexandra Duarte, vamos a vestirnos.
Su gesto cambió al oír su nombre completo.
-Bueno... Vale... - accedió.
Vale, parecía que la cosa iba por buen camino.
Nos pasamos toda la tarde arreglándonos, y el resultado fue espectacular.
Al se había enfundado en un vestido lencero rojo, con encaje y transparencias, que aunque no dejaban que se viera nada, todo podía intuírse, si a eso le sumamos los taconazos de aguja que se puso, y el maquillaje, mi amiga era una modelo de Women Secret.
Yo me puse un precioso vestido de terciopelo negro, de esos que se une la raja de la falda con el escotazo, y añadiéndole unos botines de tacón, y un maquillaje digno de las hermanas Kardashian, me sentí preparada para partir la pista de baile.
Cualquiera que nos viera andando hasta la discoteca... solo nos faltaba una banda sonora intensa de fondo, estábamos que lo rompíamos.
Llegamos al local.
Y bebimos.
Y bailamos.
Y fumamos.
Y por encima de todo, reímos como hacía tiempo que no lo hacíamos.
Cuando se hizo tarde, volvimos al hotel en taxi, estábamos despidiéndonos en el pasillo cuando Alex se chocó sin querer con un tipo algo extraño, que soltó un juramento, y gritó a la chica que tuviera cuidado.
Vaya gilipollas...
Me había quedado sola en el pasillo, justo delante de mi puerta, hice una llamada a recepción, y con toda mi borrachera encima, comencé a caminar por el pasillo.
Habitación 713.
Llamé a la puerta.
-Oh Chloe ¿qué haces aquí?- preguntó el chico, no sin antes darme un repaso con la mirada.
-Quita Schatz- dije apartándolo de la puerta -déjame pasar-
Me metí en la habitación del chico y me quité los zapatos, él aún algo desconcertado cerró la puerta.
-Ya sé que te gusta mi culo, pero tampoco me mires así- le solté.
Estaba claro que no sabía lo que decía.
Él bajó la vista y sonrió de lado.
Me tiré encima de su cama, y Nico me miró divertido.
-Estás borracha, Chloe.
-No.
-No era una pregunta- sonrió él.
-He venido a hablar contigo.
-Pues tú dirás.
-Que te den Nico.
-¿Cómo?- me miró sorprendido.
-Que te vayas a follarte a las que quieras, lo he superado.
Él me miraba alzando una ceja.
-Eres como un coleccionista.
-¿Qué?
-Siempre quieres más, Schatz- dije, levantándome de la cama.
Él no me quitaba ojo, lo notaba clavado en mi escote.
Me acerqué a él y con mis dedos, le levanté la barbilla de golpe, para que me mirara a los ojos.
Nuestras miradas eran fuertes, rebeldes, desobedientes... y chocaban como relámpagos en plena tormenta.
La mano de Nico se agarró con fuerza a mi cintura, y me pegó a él con velocidad.
Notaba como su respiración se había agitado, como se había tensado su cuello.
Y tal vez fue porque estaba borracha,
O porque aún sentía algo por Nico,
O tal vez porque simplemente me apeteció.
Me lancé a sus labios, y el chico me correspondió; nos devorábamos con ansia, con deseo y ganas de guerra.
Porque aquella partida no se iba a jugar a una sola carta, no iba a ser una única batalla, teníamos toda la noche por delante.

[Fórmula 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora