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Cuando estás tan roto, que en lugar de llorar, simplemente sonríes.





— ¿Y ellos, qué hacen aquí?

— Tranquilo, Jimin, ¿no confías en mi?

— No, Seung, me voy.

Lee lo capturó por el brazo. — No, quedate aquí, cariño. Ellos sólo vienen a jugar. Dejalos jugar.

— Seung, pero... — miró al par de chicos que estaban ahí, tras su novio. — Pero... Yo no...

— ¿Vas a negarme algo a mi, que te lo di todo, cada capricho tuyo? —
No respondió y Lee lo besó.
Él siguió el beso, hasta que fue empujado a la cama, quedando sentado.
— Esas cosas no son gratis, cariño.

Seung se alejó, a la vez que los otros dos se acercaban.
— Seung... — tembló cuando uno de ellos se sentó a su lado, poniendo suevemente su mano en el cuello, inclinándose para besarlo. — No... — tembló, pero no se movió.

— Sólo comportate... — salió de la habitación, dejando a Jimin sólo con esos hombres.





Jimin se despertó y salió corriendo de la cama al baño, tirándose rápidamente hacia el inodoro, vomitando todo el asco que sentía.




— ¡¿Qué es esto?! — Seung le dio una bofetada que hizo caer en la cama de aquel hotel que hacía semanas no dejaba. — ¡¿Estás jugando conmigo?! — Jimin sólo podía seguir llorando, sujetando su mejilla — ¡El cliente pidió su dinero de vuelta porque te pusiste a llorar! — pateó la cama y el pelinegro se encogió. — ¡Haces que pierda mi dinero!

Jimin escuchó el cinturón de Lee zafarse, y después el cierre de su pantalón — Te recordaré cómo se hace. — en cuanto sintió el colchón hundirse, comenzó a patalear y gritar.

— ¡¡Noo, ya no quiero nada, sólo déjame, déjame!!

— ¡Quedate quieto! — sujetó sus brazos y se tiró sobre él.

— ¡¡Matame, sólo matame ya!!

— ¿Con lo precioso que eres? — rió, sujetando sus mejillas con la mano y abultado sus labios — ¿Con lo bien que te portaste hasta ahora? No, cariño, tú te quedaras, y yo voy a recordarte cómo se hace.







Abrazó sus pies, a un lado del inodoro. Tenía que olvidarlo, tenía que olvidarlo, tenía que... No, no tenía que olvidarlo. Si lo olvidaba, podría volver a suceder. Pero sí tenía que superarlo de una vez, tenía que ser fuerte, para no volver a ser una presa.
Él no estaba llorando, pero sí se forzó a sonreír.







— Jimin, recuerda que en la noche vendrá uno de mis amigos también. Ahora iré a dar una ducha.

— Está bien...

— Sigue portandote así de bien y te llevaré a cenar más seguido.

— Está bien...

Lee se encaminó hacia el baño, y Jimin se quedó parado en medio de la habitación. Se había vuelto a ganar la confianza de Seung, eso estaba bien. Todo estaba bien.

Él ya no lloraba, ¿para qué?
Decidido a descansar un poco antes, se volteó hacia la cama y allí las vio, sobre la mesita. Las llaves.

Su corazón se aceleró ante la idea de escapar, sus manos sudaron y su cuerpo tembló.

Tenía la oportunidad, la tenía, ¿entonces por qué no podía moverse?

Cerró sus ojos. Era el miedo, el miedo de intentarlo una vez más y fracasar. El miedo de tener la libertad en la punta de su nariz y no poder alcanzarla. Pues, la libertad era una amiga traidora, y lo había dejado abandonado.

Pero fue valiente, fue valiente una vez más.

Corrió y las tomó, yendo rápido hacia la puerta, pero Seung ya estaba ahí.

— ¿Qué haces?

— Apártate.

Rió — ¿A dónde piensas ir? No hay nadie ahí para ti, no hay nadie a quien le importes, ¿a dónde vas a ir?

— Dejame pasar, ya dejame salir.

— Jimin, eso no va a pasar.

— Tú no decides esto.

— Sabes que sí, eres mío hasta que yo lo decida. — dio un paso hacia él, Jimin retrocedió. — Ni siquiera puedes enfrentarme — corrió hasta él, dándole un empujón, haciéndolo caer al suelo.
Pelearon, Jimin no se dejó esta vez, moriría intentándolo, pero pelearia por él. Sujetó con firmeza las llaves en su mano y le dio un golpe en la cara, haciéndolo caer a su costado. Jimin se movió hasta dar con la mesita.
La herida comenzó a sangrar y Seung se enfadó.

— ¡¡Te voy a matar, Jimin, te voy a matar!! — se arrastró rápido y amenazante hacia él.

— ¡¡Prefiero morir a perder mi vida de esta forma!! — tomó la lámpara de la mesa y la estrelló en su cabeza.

Eso lo aturdió y Jimin pudo correr hasta la puerta.

No se detuvo a mirar a nadie, él sólo corrió y corrió y corrió.
No importaba si había lugar al que ir, no importaba si había alguien esperando por él, no importaba. Porque él estaba ahí y estaba vivo, y sentía el aire en su rostro.






¿Jiminnie? — Jungkook golpeó a su puerta — ¿Estás bien? Te vi correr. ¿Te sientes enfermo? ¿Necesitas que entre?

No estoy enfermo, pero puedes entrar si quieres — Sonrió con sinceridad cuando la puerta de abrió enseguida.

— ¿Qué haces aquí? ¿Te sientes triste? — se acercó y acuclilló frente a él.

— No, para nada.

— Estás sonriendo en grande, otra vez.

— Es lo único que quiero hacer. — llevó sus manos a cada lado de los labios del pelinegro y estiró la piel hacia arriba con sus pulgares — Es lo único que quiero que hagas.

Y Jungkook, de nuevo, sonrió.













— ¿Disculpa? — Jimin alzó la vista con algo de miedo — Perdón si te incomoda mi pregunta, pero está haciendo mucho frío ahora y... ¿Tienes dónde ir? — Jimin frunció el ceño — No me malinterpretes, sólo parece que necesitas ayuda. ¿Es así?

— ¿Quieres ayudarme? — el otro joven asintió — ¿por qué?

— Porque puedo y lo necesitas.

Se quedó un momento en silencio — Necesito llamar a casa.

— ¿Recuerdas el número?

—... Siempre...

El chico le extendió su celular y se agachó a su altura — Llama entonces. — Jimin tomó su celular, sin dejar de mirarlo — Soy Jungkook, por cierto. — y aquel chico le sonrió.

Another Cliched Story?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora