7 - Fuerte tormenta

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Es un capítulo corto, por lo tanto, todavía hoy subiré el capítulo 8. Muchas gracias por sus ⭐️ y comentarios 😍❤️
Con la canción Fin de Capítulo de Tommy Torres.

***Vicenta se apresuró a llamar a una ambulancia mientras que Cristina y Federico estaban absortos en su desconcierto

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Vicenta se apresuró a llamar a una ambulancia mientras que Cristina y Federico estaban absortos en su desconcierto. La desesperación se apoderó de Cristina, no le importaba que Federico supiera de su hija, no estaba avergonzada de ella, lo único que le importaba era que Severiano estaba inconsciente, no respiraba, y posiblemente nunca volvería a saber de ella. Le repetía con lágrimas de dolor y desesperación:

— ¡Mi hija papá! ¡Tienes que decirme dónde está ella, por el amor de Dios!

Por supuesto que le dolía lo que le pudiera pasar a Severiano. Independientemente de todo el dolor y el sufrimiento que le había causado, él era su padre. Pero para ella lo más difícil era imaginar que si él se moría, la posibilidad de volver a ver a su pequeña niña se moriría con él. Era la única persona que conocía su paradero, su destino.

A pesar del dolor, cuando Cristina regresó a la casa, esperaba que en algún momento su padre le tuviera piedad y le dijera lo que le había hecho a la niña, y si no lo hiciera, lo investigaría y llegaría a ella, estaba segura. Pero si Severiano si muriera, si Severiano se muriera, la perdería para siempre.

Pocos minutos después llegó la ambulancia y los paramédicos se apresuraron a intentar salvar a Severiano mientras Federico se llevaba a Cristina. Se tapó la boca con las manos y lloró copiosamente. Federico tenía compasión, el dolor de Cristina lo estaba afectando, innegablemente. La sostuvo suavemente por los hombros, acariciándolos ligeramente. Después de varios intentos de reanimación y muchos minutos de lucha para que Severiano respirara nuevamente, los paramédicos recogieron su respirador y desfibrilador y miraron a Cristina, Vicenta y Federico con expresión de desánimo. Uno de ellos dijo:

— No hay nada más que hacer. ¡Él está muerto!

— No! — Dijo Cristina, su voz estaba cargada de desesperación.

Ya no pudo contenerse y salió corriendo. Se apresuró hacia el camino de la cascada que tan a menudo le daba aliento e incluso había estado con Héctor algunas veces. Era inusual que se encontraran en la hacienda, pero a veces, cuando no había otra posibilidad, lo hacían. Federico fue tras ella. Pero ella no se detuvo. Ya en el río, al lado de la cascada la alcanzó:

— ¡Cálmate, Cristina, cálmate! — Le rogó.

Cristina lo miró y no dijo nada. No podía, solo vio las lágrimas brotaren y correr por sus ojos. Federico la abrazó. Por un momento se les olvidó el peso de todo y lo cruel que era con él. Se les olvidó el peso de una relación que no se había construido y que ahora estaba pasando factura.

Federico le acarició el pelo tratando de calmar a Cristina, que en ningún momento había respondido a su abrazo, tenía los brazos acurrucados contra su torso jadeante, llorando compulsivamente. En un momento, Federico sintió que el cuerpo de Cristina se volvía más pesado sobre él. Se había desmayado, no pudo soportar la peor parte del dolor.

🎶 Ya no llores mi niña
Ya no más corazón
Sé que duele tanto tanto.
Cuando en el alma muere una ilusion, muere una ilusión

Yo te doy mi palabra
De que afuera ya salió el sol
Es tan difícil ver el cielo
Cuando el dolor nubla tu corazón, nubla tu corazón 🎶

Angustiado, Federico la puso suavemente en el suelo, sentada a su lado y apoyando la cabeza en su pecho. ¿Qué debía de hacer? ¿Llamar a un doctor? ¿Y si algo serio le estaba sucediendo a ella? ¡Dios, qué hermosa era! pensó, mirando su pelo negro descansando sobre su cuerpo que él no pudo resistir el impulso de acariciar.

Qué injusto todo lo que había tenido que soportar todavía tan joven. Cuando la angustia de Federico había alcanzado un nivel insoportable, la iba a recoger para llevarla de regreso a la sede de la Plantanal, ella abrió ligeramente los ojos, todavía débil.

— ¿Qué sucedió? — Preguntó Cristina confundida.

— Te desmayaste. — Dijo Federico, extrañamente tierno, limpiando las lágrimas que aún mojaban la cara de Cristina.

— ¿Entonces es verdad? — Preguntó ella levantándose.

— No Cristina, no te levantes, no estás bien. — Federico estaba preocupado.

— ¡Si estoy muy bien! — Cristina ignoró la preocupación y el cuidado de Federico. — Entonces es verdad... Ese maldito se murió sin decirme dónde está mi hija.

Federico bajó la mirada. Esa historia todavía era demasiado para él.

— ¿Entonces este fue el tratamiento al que te estaban sometiendo fuera de la ciudad todos estos meses? — Dijo Federico con una leve sonrisa en sus labios.

Se sonrió a sí mismo, ante su propia ingenuidad. ¿Cómo no se había dado cuenta de lo que Severiano quería ocultar, de la actitud de Cristina? Ahora le parecía obvio. ¡Por supuesto! Ella tenía novio. Otro hombre a quien amaba, que Severiano no aprobaba. Otro hombre que la había hecho suya y de quien había tenido un hijo. ¿Quién sería ese imbécil? ¿El maldito que había tocado a su Cristina? El maldito a quien le había dado lo que ayer había dejado en claro que nunca se lo daría a él... Mía, mía — sonrió de nuevo internamente. — Ella no tiene nada de mía y nunca deberá de tener...

— Ahora ya lo sabes, Federico. Ya sabes todo con que cargo, todo lo que me hicieron y todo en lo que me volvieran. — Dijo Cristina con sus ojos perdidos en el dolor. — Yo puedo entenderte. Puedo entender perfectamente si no quieres quedarte. Si te quieres ir y más ahora...

🎶 Y aunque tu cuento de princesa
Merece un final mejor
Mañana vas a darte cuenta
que en este capítulo,
Él es el que perdió

Seca ya tu carita
Y arréglate el camisón
El no mercece tus lagrimas
Yo te aseguro
que mañana estarás mejor
Un poquito mejor 🎶

En contra su voluntad, las lágrimas la asaltaron de nuevo y ya no pudo hablar. Ella se cobraba y se reprochaba a sí misma por sufrir y llorar por Severiano. No se lo merecía, no se merecía una sola lágrima de ella, por todo lo que le había hecho, por el gran daño con el que había marcado su vida. Sin embargo, no pudo evitarlo. Aunque no quería, a pesar de toda la crueldad con la que él había actuado contra ella, Cristina amaba a su padre. Y ahora tenía que despedirse de él.

— Volvamos a la hacienda, Cristina. Organizaré el funeral de tu padre. No te preocupes por nada. — Federico fue comprensivo en ese momento de dolor.

Cristina sintió en Federico algo que necesitaba sentir en ese momento: apoyo. Ella aceptó su protección y juntos regresaron a la sede de la hacienda Plantanal.

🎶 Que no hay mal que por bien no venga
No es tanta contradiccion
Cuando es muy fuerte la tormenta
No ves el horizonte, no.

Y aunque tu cuento de princesa
Merece un final mejor
Mira en mis ojos y date cuenta
Es tan claro amor,
Él es el que perdió. 🎶

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Las sombras del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora