55 - Entre dos historias

606 80 7
                                    


Sigan comentando, votando, recomendando, siendo activos. No exagero cuando hablo de la importancia de los lectores activos para estimular la secuencia de la historia. Ya sé que les duele ver separados a Federico y Cristina, pero todavía hay mucho que contar en esta historia. Gracias a las que la siguen leyendo y comentando. Cuídense y ¡buena lectura!

***No podía evitar que esas palabras le movieran el piso

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

***
No podía evitar que esas palabras le movieran el piso. Y justo entonces. En ese momento cuando su matrimonio con Federico estaba pasando por un momento tan delicado. Tan delicado que sentía que era irreversible. Ni siquiera ella entendía cómo se sintió escuchar eso de Héctor, en el momento que dejó a Federico.

— ¿Cómo es eso, prácticamente? ¿Cómo funciona esta licencia? — No tenía miedo de hacer evidente su curiosidad.

— Hay varias razones por las cuales un párroco pide una licencia del sacerdocio, Cristina. Aunque muchas personas no piensan en ello, es común que los sacerdotes, que son seres humanos, pasen por momentos de crisis existencial, depresión, dudas vocacionales. Además, entre otras justificaciones puede estar la disposición del sacerdote para ejercer otra función como oficio político o... algún trabajo que él cree que no es compatible con la función que desempeña.

— Hum. — respondió ella divagando. — Y... ¿cuál es tu caso?

— Si hubiera una razón llamada "Cristina", puedes estar segura de que te señalaría como la principal.

— "Razón Cristina"? — Le preguntó ella sonriendo. — Entonces, ahora, entre las muchas faltas con las que tengo que responder ante Dios, ¿tendré que responder por hacer flaquear la vocación de un sacerdote?

— Todo lo que yo quería, Cristina, era permanecer firme en mi fe, saber quién era yo, qué quería para mi vida después de saber que estabas viva, pero... — se interrumpió en un suspiro — como t dije, soy humano.

Cristina lo miró confundida. Era tan difícil no afectarse al escucharlo decir cosas tan hermosas. Ella no podía decir nada y, mirando hacia abajo, huyó de la forma en que Héctor la miraba.

— Contestando tu pregunta — continuó — en mi solicitud al obispo alegué que estaba atravesando un momento de duda vocacional y que recibí una oferta de trabajo en la universidad. Quiero aprovechar este momento para poner en práctica todas mis ideas. Si a finales de este año estoy seguro de que puedo servir a Dios por completo, reanudaré mi trabajo como sacerdote en toda regla. Si no, pido mi baja del sacerdocio y sigo sirviendo a Dios, pero... sin ser sacerdote, como un hombre común.

— Espero que puedas encontrar tu camino, Héctor, tus respuestas. — dijo Cristina sinceramente.

— Independientemente de si tengo o no esperanza contigo, es mi opción. No puedo servir a Dios, sintiéndolo como una obligación, una carga.

— Tienes razón. Dicho así... Creo que tomaste la decisión correcta.

— No te preocupes. Mis dudas son mías y solo mías, no tienes responsabilidad por ellas y no tienes que darme nada. — dijo nuevamente mirándola — No me interpondré entre tú y tu esposo. Ese día, en la cascada... me sentí muy mal. Me di cuenta de cómo eras feliz con él y no quiero ser el que provoque problemas entre ustedes.

Las sombras del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora