18 - No soy yo, es el destino

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Les agradezco a todos los que siguen leyendo esta historia. Créeme, ella está hecha con mucho cuidado y cariño. Disfruten de este capítulo que a mí me gusta mucho. 💕💫

***
— Oh por favor, Carlota. Amanda me acompaña en el trabajo de la hacienda. Ella quiere conocerla, es su herencia. Lo que te molesta no es mi comportamiento moral y cómo afectará a la niña. Lo que te molesta es el odio que sientes hacia mí, el odio que siempre sentiste. No quieres que tu hija me quiera como no pudiste hacerlo aunque seas mi hermana.

— No Cristina, yo no te odio. Sin embargo, me preocupa que mi hija crezca pensando que un comportamiento promiscuo como el que siempre has tenido es normal.

— Mmm... y ¿cómo sabrá Amanda sobre mi "comportamiento promiscuo" con caminar por la hacienda conmigo? — Dijo Cristina volviéndose hacia el tocador y mirando al espejo.

— Puedes decírselo tú misma. ¡Mira esto! — Señaló sin piedad la caja de recuerdos de Cristina en la cama.

Este era el objeto que estaba manejando cuando Cristina entró y no se dio cuenta.

— ¡No tienes el derecho, Carlota, no tienes el derecho a invadir mi privacidad así! — Le bradó Cristina que corrió hacia la cama y tomó la caja, verificando si todo lo que guardaba allí seguía en el lugar.

— ¡Sí, lo tengo! Estoy vigilando las influencias morales que le llegan a mi hija. Y por esta caja de cosas relacionadas con tu amante, se nota que ni siquiera los años te han curado de tu promiscuidad. ¡Y que tú, en lugar de sentirte avergonzada, estás orgullosa de ese pecado! — Acusó a la amargada Carlota.

Cristina dejó la caja sobre el tocador y comenzó a llorar. Los recuerdos de la traición de Carlota la asaltaron y fueron demasiado pesados ​​para ella.

— ¡No sirve de nada llorar, Cristina! ¡Esto no limpia los pecados, sino el arrepentimiento verdadero! Cuando tirares todo lo que te recuerda a este desgraciado, puedes liberarte de esos pecados. Todo lo que sucedió para que esa historia terminara demuestra que tienes que ser otra persona, Cristina. Ni siquiera el fruto de este pecado Dios permitió que siguiera contigo. Ahora con mantener eses recuerdos infames... ¡Eso te hace una cualquiera! ¡Y mucho más por ser una mujer casada! No es de se extrañar que todos hablen de tu esposo...

Cristina se estaba llenando de coraje. Ella no contestó, dejó que se le cayeran las lágrimas, y Carlota no parecía tener compasión, sino que lo disfrutaba. Le gustaba inquietarle y regresar a esos dolores de la vida que marcaron su hermana y en los que ella tenía mucho más participación que lograba admitirlo.

— No tienes que hacer muchas preguntas en esta casa para que alguien aquí diga que tu esposo tiene otras mujeres, y incluso un caso de años con una de Raquela. Todos hablan de eso. ¡Por supuesto! ¿Cómo le sería alguien fiel a ti si no eres fiel a él? Pero Dios ya ha lidiado con tus pecados, Cristina. ¡Por eso no eres feliz! ¡Por eso no tienes a tu hija! ¡Por eso Héctor está muerto!

Cristina se volvió de repente y se abalanzó sobre Carlota. La agarró por los hombros y gritó:

— ¡Cállate! ¡No te atrevas a recordar a mi hija, no hables de Héctor, no hables de Federico! No tienes moral para juzgar a nadie en esta vida, Carlota, a nadie. ¿O ya te has perdonado ti misma? Te has perdonado por lo que tu amargura te llevó a hacer?

Carlota la soltó y regresó con una carcajada burlona.

— Mira... Defiendes a ambos con la misma intensidad. Eres realmente ¡una descarada!

Cristina abofeteó a Carlota en la cara como tanto había deseado. El impacto la desequilibró y el fuego del odio apareció aún más vivo en sus ojos.

Las sombras del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora