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Cristina le dijo a Sergio que hablaría con él más tarde, que la conclusión de esta historia estaba ahora en sus manos y, por el momento, no podía explicárselo. Él se la respetó. Federico también. En el camino de regreso a Teapa, ella condujo en silencio y él no le hizo preguntas hasta que las lágrimas comenzaron a correr por sus ojos y no pudo resistirse al sufrimiento.— Amor, por favor, detenga el auto. — El se lo pidió.
— No puedo, Federico. Necesito llegar a la casa pronto. — Dijo limpiándose la cara.
— Por favor. Te estoy lo estoy suplicando. Por nuestro hijo
Cristina lloró cuando escuchó esa frase. Condujo el vehículo hacia un espacio cerca de una edificación abandonada al costado de la carretera y, incapaz de contener su emoción, apoyó la frente contra el volante, sin apartar las manos y lloró incontrolablemente. Federico agarró una de las muletas, salió del auto y dio la vuelta al lado del conductor, abrió la puerta, se inclinó y la abrazó. Al verse en sus brazos, Cristina simplemente se rindió a su refugio sintiendo el apoyo de que tanto necesitaba.
Aún incapaz de decir nada, se liberó de su abrazo y salió del auto, caminando hacia la entrada de esa edificación, perdiendo su mirada en el vacío. Federico se acercó a ella y se detuvo a su lado, en silencio por respeto a su necesario silencio. Esta vez fue ella quien tomó la iniciativa de abrazarlo hasta que finalmente logró hablar:
— Qué bueno que hayas venido conmigo. Gracias a Dios tú estás aquí. — Dijo con gratitud.
— Me imagino que debes de haber escuchado algo difícil, pero necesitas tranquilizarte, mi amor. No puedes conducir así. Es peligroso para ti, puede hacerle daño a nuestro hijo.
Cristina se alejó, dio dos pasos hacia adelante y, de espaldas a él, dijo:
— Mi padre se le entregó mi hija a Carlota. Ella lo sabe y siempre lo ha sabido a dónde está y nunca me ha dicho nada.
— Pero esto es demasiado monstruoso, Cristina. — Incluso Federico estaba sorprendido. — Tu hermana siempre ha sido amargada, pero ocultarte algo así es criminal. ¿Qué crees que le hizo?
— No lo sé. — dijo Cristina — Pero ella se me lo dirá. Y ella se me lo dirá hoy mismo.
— Trata de mantener la calma Cristina. Toda esta historia... Te hace daño.
— Pero es mi hija, Federico, necesito saberlo, no puedo posponerlo un solo día más.
— Yo lo sé. Y estoy contigo, mi amor. Pero necesitas mantener la calma, estás embarazada y no puede ser bueno pasar por toda esa secuencia de malos momentos.
— No puedo prometerte que no me exaltaré en cuanto hable con Carlota, pero... te prometo que pondré atención a las señales de nuestro hijo. En 3 días tengo una cita con el ginecólogo y sabremos cómo está el bebé, cuánto tiempo tengo de embarazo y si todo está bien. — Ella acarició la cara de Federico tratando de calmarlo.
Él, a su vez, acarició el vientre de su esposa, se llevó la mano a la boca y la besó.
— Sé más que nadie la importancia de esta búsqueda para ti, Cristina. Realmente quiero que todo esté solucionado y que encuentres a tu hija.
— Sí, necesito encontrarla, abrazarla, oírla decirme "mamá". Esta es la emoción que más quiero sentir en la vida, mi amor. Solo entonces puedo ser feliz. Estar completo
Se acercó a ella y la abrazó de nuevo. Él acarició su cabello cerca de su hombro antes de alejarla y besar su frente.
— Te la encontrarás, Cristina. Y los cuatro seremos muy felices.
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Las sombras del pasado
Romance¡HISTORIA CONCLUÍDA! Una mujer, dos hombres. El pasado y el presente. Cristina es una mujer que tuvo la vida marcada por las pérdidas y el sufrimiento de que decidieran su vida por ella cuando era solo una adolescente. Años más tarde, se encuentra e...